5 no es igual a 5
Por Óscar Hernández , 3 febrero, 2015
Recuerdo a mi profesor de matemáticas de COU -eso que estudiábamos como un cuarto, de facto, año de bachillerato, antes de la era LOGSE- quien nos demostró empíricamente, llenando durante una hora la pizarra de cuentas, raíces cuadradas, fracciones y demás operaciones al cuadrado, al cubo y hasta el infinito y más allá, nos demostró, decía, que 1 + 1 no es igual a 2. Los taytantos estudiantes de aquel curso (digo estudiantes, no alumnos), seguimos boquiabiertos las cuentas tratando infructuosamente de encontrar dónde estaba la trampa.
Esto, con mucha peor fortuna, es lo que intenta demostrarnos el ministro Wert: que 4 + 1 es igual a 3 + 2. Dice Wert que los nuevos grados, centígrados más bien, serán iguales que los ahora existentes. Es decir, que en tres cursos se va a enseñar lo mismo que en cuatro. Y lo mismo que estudiábamos en cinco cursos en las añoradas licenciaturas, digo yo. Añade el ministro, que los másters son complementarios y que al final, la nueva reforma favorece a las clases más desfavorecidas porque la mayoría acabaran el gradito y a casa.
Primero, que a este paso clases más desfavorecidas serán nueve de cada diez ciudadanos. Y segundo, que si ya hubo encarecimiento de los precios de los estudios al pasar de asignaturas a créditos, y de créditos de grado a créditos de máster, lo que viene es la privatización de facto de la enseñanza universitaria. Los mini-grados serán inútiles para poder ser contratado, así que haga usted másters. Supongo que ya habrá muchos frotándose las manos. Enseñanzas privadas, concertadas, homologadas, préstamos a bajo-medio-alto interés para cursar los ansiados másters.
Que no, que todo esto es un paso más en la devaluación del sistema educativo de este país -y continente-. Que con la LOGSE se destruyó las enseñanzas primaria y secundaria (antiguo BUP y COU) sin arreglar la FP. Que la LOGSE era como un buen guión sin presupuesto y que el profesorado -devaluado, explotado y denigrado- saca adelante como puede. Que la universidad era accesible para todo el mundo y ahora es cada vez más un club reservado para las élites. Que el mercado laboral -otro mercado más, todo es mercado- exige gente con varios másters, idiomas, grados, stages, etc., y las numerosísimas clases populares y desfavorecidas no van a poder pagarlos. Que las becas podrán ser más cuantitativamente, pero son menos cualitativamente y representarán cada vez más un porcentaje menor del coste de la educación superior. Que la Unión Europea S.A., igual que especializa los Estados en, pongamos, agricultura -tú plantas hortalizas, tú aceite, tú patatas-; está especializando a los trabajadores. Y aquí hay que formar mano de obra barata -ser mileurista ha pasado en pocos años de ser un término peyorativo a ser un deseo utópico- y ciudadanos lo menos críticos posible. Ya se encargan ellos reduciendo las asignaturas “de pensar” en la secundaria y convirtiendo los grados -o centígrados- en enseñanzas genérales. Quien quiera saber más, que pague. Y preferiblemente que se estudien grados de ciencias, ingenierías y cosas que no requieran demasiada reflexión ni crítica. Las humanidades y las ciencias sociales no llevan a ningún sitio. Formemos hormiguitas eficaces y calladitas.
Para ahí vamos. Y poca protesta veo. Los rectores dicen que no, ahora. Pero sí en 2017. ¿Y los alumnos? De momento han anunciado huelga. Es preciso protestar. Su presente y su futuro están en juego.
Mi profesor de matemáticas nos demostró otra vez que si para recorrer una distancia avanzamos cada vez la mitad del recorrido restante, nunca, matemáticamente, llegaremos al destino. Con estudios universitarios cada vez más cortos y limitados, nunca llegaremos a ser una sociedad formada, crítica y de ciudadanos responsables y comprometidos con sus instituciones y congéneres.
A lo mejor es que precisamente se busca eso.
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