54 Festival de cine de Gijón. Quinta jornada
Por José Luis Muñoz , 24 noviembre, 2016
Comienzo tibio el de la mañana. La eslovaca La profesora de Jan Hrebejk va a competición y no me despierta de la modorra matutina. Una película anodina e insípida que gira en torno a una corrupta profesora de la etapa comunista de Checoslovaquia, bien relacionada con el partido, que exige favores personales a los padres de sus alumnos (uno le hace la compra; otro debe llevarle un pastel en un avión a su hermana que vive en Moscú; hay quien le debe arreglar la lavadora o una lámpara que ha perdido su pantalla) a cambio de buenas notas, una alegoría simplista y con escasa pegada sobre la corrupción del régimen comunista. Encarna a esa malísima profesora María Drazdechova, que se adapta cuando cambia de régimen pero sigue sus prácticas corruptas, la actriz Zuzana Mauréry que fue premiada en el festival de Karlovy Vary. Todo muy obvio, maniqueo y aburrido.
Seguimos con historias mínimas por la tarde de la mano del cine iraní, que no puede faltar a ningún certamen que se precie, con Inversión de Behnam Behazadi, una historia de disputas familiares que estallan entre hermanos cuando su anciana madre sufra un problema de salud y los médicos aconsejen a sus hijos que se la lleven de la contaminada Teherán. El problema es quién de los hermanos se sacrifica, y ahí está el conflicto del film, cuando decide el conclave familiar liderado por el más despótico de ellos (Ali Mosaffa) que sea la hermana pequeña, Niloufar (Sahar Dolatshasi), que regenta un taller de confección y está soltera, la que la acompañe al campo a la madre enferma y renuncie a su vida privada. Interpretaciones correctas, mucha polución, tráfico endiablado y adicción por los móviles en este retrato de Teherán con visos de documental. En medio de esa vorágine urbana y familiar (la dulce y amable Niloufar se rebela contra sus hermanos) una levísima historia de amor esbozada entre la bella protagonista femenina Niloufar y un empresario de la construcción, que, de tan recatados, no cruzan ni las miradas ni se rozan con el dedo. Parece que no hay otros temas que tratar que estos, los conflictos familiares, en esa cinematografía volcada en el neorrealismo en la que la única crítica social permitida es en el seno de la familia. Poca cosa, a nivel cinematográfico, en una jornada en la que la única alegría me la da un extraordinario arroz con leche que me regalan mis anfitriones.
Milagro limeño a las 20 horas con la película Rosa Chumbe del realizador peruano Jonatán Relayze (Lima, 1981) en la sección Rellumes, primer largo de este cortometrajista. La agente de policía Rosa Chumbe (Liliana Trujillo), destinada en la comisaria de Serrat de la capital peruana a labores burocráticas, vive en compañía de su hija de 18 años Sheila (Cindy Díaz), con la que tiene una pésima relación, y el bebé de ésta; los ratos libres la policía los dedica a jugar en las máquinas recreativas, reír las gracias de un popular presentador de televisión llamado El Gordo o beber ron hasta caerse. En una de sus borracheras ocurre un percance grave y Rosa Chumbe busca un milagro para solucionarlo. Jonatán Relayze retrata con mirada aguda la miseria de unas vidas sin alicientes que habitan en donde Lima pierde su dignidad capitalina. Relevante trabajo el de Liliana Trujillo cuyo rostro endurecido y amargado sostiene una película digna, mezcla de cine social y realismo mágico, a la que podría ponerse en cuestión su final feliz.
En Géneros Mutantes Gijón repesca The Neon Demon de Nicolas Winding Refn (Copenhague, 1970) tras su paso por Sitges. El director de Driver construye aquí una fábula sobre el canibalismo, literal, existente en el mundo de la moda y la alta costura, y lo hace apoyándose en una puesta en escena ultra sofisticada; estética de videoclip; música discotequera; fotografía de diseño; influencias, entre otros, de David Cronemberg, David Lynch y Darío Argento, más el Tony Scott de El ansia, más algún guiño al surrealismo buñuoeliano (ese ojo humano que devoran las modelos caníbales); mezclando géneros (fantástico y terror); ganas de epatar (la maquilladora de modelos es, a su vez, maquilladora de cadáveres y se lo monta con uno de ellos); espacios reales y oníricos entremezclados; referencias vampíricas a Elizabeth Barthory (los baños de sangre); y con actrices anoréxicas y angelicales (se agradece la presencia fugaz de la lozana Christina Hendricks y hasta la de Keanu Reeves) capaces de destripar a sus semejantes si las ven como rivales. De todo ese caótico coctel visual queda únicamente un batido de narcisismo onanista a mayor gloria del director danés que escribe el guion (¿qué guion?).
The Neon Demon es la insoportable levedad de Nicolas Winding Refn, una gigantesca pompa de jabón que no lleva dentro nada. ¿Una película o un desfile de modas?
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