Amor contra Roma: el equilibrio entre el orden y el caos
Por Jordi Junca , 11 junio, 2014
Amor contra Roma es una novela que se remonta a la época del que fuera el primer emperador romano, Octavio Augusto, el triunfador del final de una República que expiró entre la sangre que todavía rebosaba después de las guerras civiles. Es también la historia de un joven íbero de Lesera, que en el año 12 a.C. viaja hasta la capital del mundo para convertirse en poeta de la mano del célebre Ovidio. Su nombre es Urgídar, el único personaje ficcional entre todos los protagonistas.
La novela de Victor Amela propone en realidad un pulso entre dos formas de ver la vida, aprovechando la historia del reinado del primer César para sacarlo a dilación. Así pues, existe una dicotomía constante entre el orden y el caos, que se traduce en este contexto en la prevalencia de la búsqueda del poder frente a una vida regida por los estragos que puedan surgir de las relaciones amorosas. Augusto, por un lado, defensor del matrimonio tradicional fruto de unos intereses dinásticos o, dicho de otro modo, víctima de una mente contaminada por la codicia. Ovidio, por otro, poeta entregado a las bajas pasiones, que apuesta por la relación carnal exenta de compromiso. Se observa, además, la misma contraposición entre las mujeres que protagonizan la trama. Por supuesto, la emperadora Livia (a quien se acusa por cierto de manipular las decisiones de Augusto) impregnada igual que su marido por las ansias de poder. Frente a ella se encontraría Julia, la hija del emperador, que opta en cambio por situarse del lado de Ovidio, influenciada a priori por los versos del virtuoso poeta. La primera, dispuesta en todo momento a matar o perdonar en función de sus intereses. La segunda, más preocupada por las fiestas y los amantes que por los entresijos del poder.
Se trata en efecto de una continua lucha entre dos impulsos naturales en el hombre, dos actitudes que tienen en el fondo un origen instintivo. La naturaleza es sabia, por todos es sabido, y lo único que pretende es asegurarnos la supervivencia. Para ello, tiene preparadas dos estrategias: una relacionada con la jerarquía o la capacidad de un individuo de imponerse ante otros; la otra enfocada desde un plano afectivo, donde los miembros de una familia – formada a través de la reproducción – se protegen los unos a los otros. Podría decirse, asentadas las bases, que la supervivencia es un equilibrio entre la capacidad de defenderse de los ataques ajenos y el éxito a la hora de reproducirse. Tal vez sea ese el legado que nos transmite la novela: la eterna tensión entre Augusto y Ovidio. El dominio de uno merma al otro, el éxito del otro amenaza con destronar al uno y así sucesivamente.
Así las cosas, hablamos de una novela histórica y por tanto de una novela que nos acerca a una época en concreto. En este sentido, Amor contra Roma es el retrato de una Roma que parece alejarse de una República que terminó de la forma más sangrienta posible, y que sin embargo todavía esconde en sus entrañas ese carácter voluble y caprichoso. Dominada más que nunca por los poderosos, preocupada más por las apariencias que por la verdad, quizás no tan distinta al mundo en el que ahora vivimos. En cualquier caso, se percibe desde el primer momento un gran trabajo de documentación, que desemboca en la creación de una atmósfera que parece muy cercana a lo que pudo ser la vida cotidiana romana. No obstante, precisamente esa gran labor llega a entorpecer la narración. Y es que, aunque siempre justificadas, las referencias a elementos concretos de la sociedad romana a veces flirtean en exceso con un tono enciclopédico, que puede confundirse con un alarde gratuito de conocimiento. Con todo, la lectura se hace agradable a través de una prosa sencilla y el gusto por los detalles, un rasgo potenciado mediante un narrador ajeno a la acción que posee según le conviene a los diferentes personajes. Sobre todo a través de los ojos de Urgídar, el lector tiene la posibilidad de acercarse con éxito considerable al mundo romano.
El resultado de todo ello es una experiencia satisfactoria para los amantes de la Roma imperial, y que sin embargo tiene en su contra una trama conocida. A pesar de todo, y como ya hicieran las tragedias griegas, Amor contra Roma reformula una historia digamos de dominio público, y que en esas circunstancias nos proporciona un nuevo enfoque del que se pueden sonsacar nuevas conclusiones. Como contrapunto, cabría decir que puede resultar excesivamente plana en un sentido literario, teniendo en cuenta que no supera grandes dificultades técnicas ni propone grandes retos para el lector. A su favor, una historia basada en hechos reales y que aglutina en su seno decisiones que revelan la verdadera naturaleza del hombre.
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