Andanzas dominicales
Por Álvaro Bernal , 21 marzo, 2014
Es domingo, luce el sol y hay buena temperatura, salgo con la bici a dar un garbeo por el parque que bordea la ribera del Henares. Está a tope, gente en bicicleta, patinando o haciendo footing, abuelitos al sol y padres dando la suelta a niños en bicis sin ruedines. Llevábamos una temporada de mal tiempo y en cuanto ha salido el Lorenzo el personal se ha echado a la calle como si fuera el día antes del fin del mundo, el domingo promete. Me acerco al centro a una tienda de deuvedés, libros y vinilos de segunda mano a rebuscar un rato sin ton ni son y encuentro por cuatro euros una joya del cine negro de serie b, Detour nada menos, salgo de allí como si me hubiera tocado la primitiva. Paro a comprar el pan y el periódico. En el quiosco hay cola, gente ojeando la prensa y esperando pagar, un jubilado que lee El PAÍS empieza a despotricar del PP y sus políticas, otro jubilado que lleva el ABC debajo del sobaco le rebate y le invita a guardarse sus opiniones, el que lee El PAÍS lejos de callarse se viene arriba y el otro más arriba todavía, elevan el tono, los de la cola nos miramos entre divertidos y perplejos, ya no discrepan, discuten a gritos. El quiosquero pide calma pero como el que oye llover, el del El PAÍS llama pepero al del ABC y este le responde con un sociata, lo de sociata no lo escuchaba desde los tiempos de Jesús Gil. Empiezan a mentarse a las madres y la cosa se desmadra, el uno llama al otro fascista de mierda y el otro al uno rojo cabrón, el del ABC le arrea con el periódico en la cara al de El PAÍS y este responde cogiéndole de la pechera, comienzan a pegarse de forma infantil y ridícula, mordiéndose la lengua y poniendo distancia antes de soltar “puñetazos” muy poco profesionales. Los de la cola y el quiosquero tardamos en reaccionar, estamos a cuadros, no nos terminamos de creer que dos tranquilos jubilados endomingados estén zurrándose la badana en la cola de la prensa por una discusión política. Entre el quiosquero y algunos de la cola conseguimos separarles y que cada uno se vaya por su lado. Cuando vuelve la calma y me toca el turno el quiosquero se ríe y comentamos la jugada, “qué país” dice. Me llevo la prensa y dos novelas del oeste de Marcial Lafuente Estefanía que para mi sorpresa ha vuelto a los quioscos. De vuelta a casa pienso en los jubilados a guantazo limpio y en esa tendencia tan española a etiquetar y etiquetarse, en esa afición tan nuestra a definirse políticamente aún cuando a uno no le preguntan, en la necesidad que tenemos de que el otro sepa que no pensamos políticamente como él o que sí. En España hay que ser de derechas o de izquierdas a muerte. Cuando llego a casa le cuento la anécdota a mi novia y me lío con la paella, viene mi madre a comer, sigo dándole vueltas al tema mientras preparo el sofrito y me tomo una cerveza fría. Pienso en las vomitonas ideológicas que observo cada día en las redes sociales, mucha ideología y pocas ideas, muchos insultos, muchos tópicos y lugares comunes, mucho fundamentalismo, mucho poseedor de la verdad, mucho y tú más, pero poco espíritu crítico y escasa reflexión, o conmigo o contra mí, los unos y los otros, al enemigo ni agua. Hay días que me acojono de lo que leo en las redes y me pregunto de dónde sale tanto rencor y tanto odio, de dónde sale ese lenguaje de preguerra civil entre gente tan joven. Me acuerdo del ensayo de Antonio Muñoz Molina, Todo lo que era sólido y voy a buscarlo en lo que se hace el arroz. Releo algunos párrafos que tenía subrayados y pienso en voz alta en cuánta razón tiene el ubetense y en que ya tengo tema para el artículo de la semana que viene.
“La primera inquietud de quien se manifiesta en público es dejar bien clara su adscripción partidista, no sea que caiga en el peligro de ser visto como sospechoso o como dudoso” “Es muy difícil no pertenecer a un grupo, a una tribu, a una patria, a lo que sea, con tal de que sea seguro y colectivo, de que ofrezca una protección incondicional, si bien al precio de abdicar al libre pensamiento: a cambiar de opinión, a no ajustarse a lo que se exige o se da por supuesto de uno”
Antonio Muñoz Molina. Todo lo que era sólido. 2013.
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