DEL COVID19, LOS GOBERNANTES Y LOS CIUDADANOS
Por Agustín Ramírez , 20 agosto, 2020
Hoy es 20 de agosto y siento que para las autoridades, de cualquier nivel, los ciudadanos solo somos números y estadísticas, ambas manipulables.
Se supone que España está en una situación muy delicada, tanto en el plano económico (caída del PIB, cifras de paro, costes Erte, situación de autónomos, cifras de ingresos y gastos Seguridad Social y otros), como en el plano social (personas en Erte’s y demasiadas sin cobrar aun –sin echar la culpa a los trabajadores del Sepe sino a las autoridades que recortaron las plantillas, personas en el paro, trabajadores sin ingresos y como resumen visual y demoledor: las “colas del hambre”), como en el plano sanitario (incremento de infectados, número de muertos, situación personal sanitario y de empleos auxiliares, descontrol, descoordinación y cierta ignorancia de las medias sociales a tomar). Pues bien, ante esta situación tan delicada siento que a las autoridades les importamos un bledo, tengo la sensación de que solo se importan ellos, para ellos (mantenerse en el gobierno del nivel que sea) y contra ellos (impedir que les quiten del gobierno sea del nivel que sea).
Las colas del hambre evidenciaron que para las autoridades municipales y autónomas esas personas ni les importan y como si ni existieran. Las Asociaciones de Vecinos (y hablo de Madrid que es lo que menos desconozco) se encargaron de recoger alimentos, organizarlos y distribuirlos y cuando pidieron ayuda a las Juntas Municipales para tener un local más grande o para colaborar en el reparto la respuesta fue negativa, todo lo hicieron los vecinos, nada las autoridades; pregunta consiguiente: ¿para qué sirven las Juntas Municipales, cuyos componentes, electos y designados, son retribuidos generosamente?
Si subimos al escalón de la política autonómica mi perplejidad aumenta. Dentro de 14 días comienza el curso escolar y lo único cierto es una convocatoria de huelga para el primer día con el fin de llamar la atención sobre el problema: ¿Cuándo se van a abrir los colegios, cómo se van a abrir, qué garantías sanitarias hay, qué garantías higiénicas, cómo se van a resolver los problemas de falta de espacio, cómo se van a resolver los problemas de falta de profesores, cómo se van a resolver los problemas de falta de personal de limpieza? No hay prisa, nos vemos dentro de siete días que estamos en agosto, pensarán.
Y si subimos al escalón de la política nacional hay algunas evidencias: tras 13 semanas de Estado de Alarma no se ha preparado ningún plan alternativo para hacer frente a esta pandemia. El Gobierno de España ni está ni se le espera, es agosto y está de vacaciones. ¿Cómo es posible que con la situación que hay en España el Presidente esté tres semanas de vacaciones?; ¿cómo es posible que a 15 días de comenzar el curso escolar no se vea a ningún miembro del Gobierno trabajando en este problema?; ¿cómo es posible que ningún miembro del Gobierno nos hable del problema económico que tiene España?; ¿qué hay, o no, de la prórroga de los Erte y en qué condiciones?; ¿cuánto dinero se puede pedir a Europa, cuánto se va a pedir, para qué se va a pedir, en qué condiciones se va a recibir, qué requisitos se necesitan para recibirlos?. Nadie dice ni sabe nada. Estamos en agosto y esto justifica la nada, supongo.
Y para el final queda la actitud nada ejemplar de nuestra clase política, sea del nivel que sea. A la ciudadanía se le ha pedido un esfuerzo extraordinario desde que el pasado 14 de marzo de decretase el Estado de Alarma: encerrarse en casa (incluso aquellas familias que viven varias generaciones en 50 metros cuadrados y poco más), salir con mascarilla, evitar reuniones, nada de desplazamientos, teletrabajar y conciliar, aislamiento de las personas ingresadas en residencias de ancianos, etc. Pues bien, he echado en falta algún gesto de solidaridad de las autoridades. Por ejemplo, en las Cortes Generales, que solo ha tenido en el Congreso de los Diputados sesiones muy restringidas para validar las sucesivas prórrogas de los Estados de Alarma, solo ha habido un diputado, Odón Elorza, que ha tenido la vergüenza de renunciar a cobrar la dieta que recibe por ser diputado electo de fuera de Madrid, el resto ha seguido cobrando, callando y aplaudiendo si hablaban los suyos y le tocaba asistir. En consecuencia, más pronto que tarde, e independientemente de donde resida el comisionista emérito –que ya le vale, dicho sea de paso-, habrá que plantear una revisión a fondo de los gastos públicos y de los excesos y barbaridades que se producen en ese ámbito, además de una falta de ejemplaridad manifiesta y, en este terreno, hay demasiadas cosas que poner patas arriba y eso sí es un valor tan necesario, como ejemplar e imprescindible. De ello hablaremos otro día.
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