El arengador, el silencioso, el perdido y el fuerte
Por Irene Zoe Alameda , 24 enero, 2015
Pablo Iglesias, Francisco Nicolás Gómez Iglesias, Pedro Sánchez y Luis Bárcenas
Una foto fija del panorama político español actual captura un interesante momento de transición en un sistema de partidos que sigue siendo dual. La familia de izquierdas ha echado mano de la interpretación más radical del principio de igualdad, y se ha obcecado en estos tiempos de crisis en promover el colectivismo estatal. Por su parte, la familia de derechas ha cerrado filas ante las dificultades y ha confiado la salida de la crisis a su más digno estandarte: el libre (léase “sin trabas”) mercado.
Como en la novela de Lampedusa, todo cambia para que nada cambie. Aunque los bandos progresista y conservador presenten actores nuevos, mantienen sus identidades intactas. Por un lado, el arengador Pablo Iglesias presta su voz al discurso líquido e insustancial habitual de la izquierda, y justifica los golpes de timón en su proverbial capacidad de adaptación a las necesidades del pueblo. La cara patética la pone un Pedro Sánchez perdido en otro espacio y otro tiempo; tan perdido que no sólo confundió la avenida Fairfax con el condado del mismo nombre, sino que en los micrófonos de la Cadena Ser situó la sede de la Universidad a la que dio plantón en Maryland, en vez de en Virginia Se perdió y aun no sabe dónde.
Por otro lado, las caras más mediáticas de la nueva y la vieja derecha coinciden estos días en las portadas de los periódicos. Sus nuevas generaciones quedan retratadas en el silencioso Francisco Nicolás, arquetipo del pícaro que encarna las virtudes de los emprendedores alentados por su partido: jóvenes con networking, discretos, y cuyo principal objetivo en la vida es el ascenso social y la cercanía al poder. Han tenido los mejores maestros: el ex senador y ex presidiario Luis Bárcenas se mantiene fuerte en su tarea de demostrar que sus correligionarios son iguales a él en lo fundamental: en la certeza de que el enriquecimiento personal es el mejor motor de transformación social.
Como nos recuerda Jay Haley, padre de la anti-psiquiatría, las familias disfuncionales son el caldo de cultivo de comportamientos esquizoides. El arengador Iglesias y el silencioso Nicolás son las parodias lógicas de sus familias políticas; productos de la histeria colectiva a los que sus “padres políticos” nada pueden echar en cara, pues personifican en el límite los principios que nuestra sociedad polarizada ha venido proclamando.
El sueño de la sinrazón produce estos monstruos.
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