El cadáver más explotado
Por José Luis Muñoz , 16 agosto, 2018
Más de cincuenta años desde su defunción y el cadáver más deseado del mundo sigue generando royalties y noticias. De Marilyn Monroe se ha vendido todo: sus vestidos, sus fotos íntimas, sus escritos, su presunta película porno que rodó cuando era menor de edad… Icono sexual por excelencia, el mayor mito erótico de la historia del cine sigue concitando la atención y generando noticias a su alrededor. Sólo falta que subasten sus huesos (ya se ha hecho con las necrófilas fotos de su autopsia).
La penúltima noticia para recordarnos a esa extraordinaria actriz de comedia, que brillaba con luz propia en cada una de sus interpretaciones, es que acaba de encontrarse unos fotogramas en las que aparece un desnudo frontal suyo que fue suprimido en el montaje final de su última película estrenada, la crepuscular Vidas rebeldes, una obra maestra de John Huston a la que suelo acudir cada diez años para comprobar su frescura. Tras ser acariciada y besada con ternura por un Clark Gable, que sabía que estaba agonizando en esa película, Norma Jean se incorporaba de la cama y la sábana corría por su cuerpo. Esa escena sensual la suprimió John Huston, se supone que presionado por el puritano código Hays que reinaba en el país de las libertades, y alguien la tiene en su poder, lista para ser subastada entre los adinerados fetichistas de la actriz.
Marilyn Monroe ha sido la mujer objeto más explotada de la humanidad, un producto perfecto del Hollywood dorado que anuló a la Norma Jean para convertirla en MM, la fémina más deseada del planeta, con la que todos los hombres soñaban antes de meterse en la cama. Su vida atormentada desde la infancia, los abusos sufridos, sus desequilibrios emocionales, la mala digestión de la fama, su truncada maternidad, sus frustrados matrimonios con hombres tan variopintos como el jugador de béísbol Joe DiMaggio o el dramaturgo Arthur Miller, que no supieron darle esas toneladas de amor que la insegura Marilyn Monroe necesitaba, precipitaron su caída. Fascinaba de su rostro esa sonrisa expansiva, perfecta, que era la máscara de su tristeza infinita, desoladora. La mujer más deseada del planeta, por la que cientos de millones de hombres lo hubieran dado todo por abrazarla, murió sola en su cama tras una carrera cinematográfica no suficientemente valorada y un testamento de lujo, esa Vidas rebeldes rodada en blanco y negro en el desierto de Nevada en la que tres rostros moribundos, el suyo y los de Clark Gable y Montgomery Clift, ponían cara a unos personajes derrotados en un guión desolador escrito por Arthur Miller como regalo para la todavía su mujer. Sin lugar a dudas fue su mejor interpretación.
Paradojas de la vida. La rubia tonta era muy lista y además no era rubia. La mujer frívola era extraordinariamente sensible y ahí están sus escritos. La sex symbol sólo buscaba cariño en sus numerosos encuentros sexuales. Los Kennedy fueron sus más famosos depredadores y puede que estuvieran tras su muerte misteriosa. Su inestabilidad, ese punto de locura y esa mirada de miope junto a su sonrisa impostada crearon un personaje único que seguimos recordando con nostalgia y tristeza. Marilyn, la Blondie de Joyce Carol Oates, reinaba en mis sueños de adolescencia, ha sido protagonista de algunos de mis relatos y puede que sea el eje en una novela negra inspirada en su oscura muerte. Marilyn Monroe es el cadáver más explotado de la historia de la humanidad.
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