ENTRE CORRUPTOS ANDA EL JUEGO
Por Agustín Ramírez , 28 octubre, 2017
En estos tiempos se ha conocido, de forma pública, que bajo el mandato del señor Jordi Pujol la corrupción fue moneda de cambio en las transacciones públicas, tu me das un porcentaje de la obra que yo me encargaré de adjudicarte. He incluido la expresión “de forma pública” porque era algo que la sociedad catalana sabía y conocía, aunque como buenos fariseos se rasgasen las vestiduras cuando Pascual Maragall lo hizo público en el Parlamento de Cataluña.
En estos tiempos se ha conocido que la corrupción bajo los gobiernos nacionales, autonómicos o municipales del Partido Popular ha sido práctica habitual; son demasiados los casos y nombres de quienes han sido condenados, están en juicio o procesados, como para hacer una lista detallada; los medios de comunicación ya lo publicitan diariamente.
Y en este escenario de fango y lodo transcurre la crisis de Cataluña, en y con España; llegando al punto de que unos quieren tapar sus vergüenzas cubriéndose con la bandera de la independencia, mientras que el partido de la corrupción estatal quiere aparecer como el adalid de los valores patrios.
En las pasadas elecciones del año 2015, los partidos, solos o en coalición, que defendían la independencia de Cataluña sumaban 1.957.348 votos, mientras que los que no la apoyaban sumaban 1.972.157 votos; ahora bien, por aquellos” trucos” de la ley electoral, los primeros obtuvieron 72 escaños mientras que los segundos solo tuvieron 63 diputados.
Parece evidente que el escenario electoral, cuantitativamente hablando, referido a personas, daba un resultado que no era precisamente para imponer una decisión de semejante trascendencia. Ahora bien, desde el punto de vista parlamentario la oportunidad era como para no desperdiciarla: tenemos mayoría absoluta, luego imponemos nuestra voluntad. Mal ejemplo democrático, pero, como dijo aquel, en la guerra todo vale. Para matizar esta situación, los partidos que apoyan la independencia comienzan una carrera frenética para alcanzar su objetivo y retorciendo todos los reglamentos parlamentarios, con la aquiescencia nada imparcial de la Presidenta del Parlamento y la opinión contraria de los juristas del mismo, elaboran y publican unas leyes para legitimar sus actos y concluyen con un simulacro de referéndum, un amago de proclamación de independencia, una suspensión de la misma y una última traca final con la proclamación de la República de Cataluña.
En todo este desafortunado proceso hay paradojas difíciles de entender: están unidos en el objetivo independentista, los corruptos catalanes del antiguo partido CiU, transformados en PdCat, con aquellos de la CUP que les forzaron en junio de 2011 a entrar en helicóptero al Parlamento y, además, conviene no olvidar que el gobierno catalán que presidía el señor Mas fue quien recortó el gasto social, entre 2009 y 2015, en un 26,26%, solo por detrás del de Castilla-La Mancha, presidido entonces por la hoy ministra de Defensa, María Dolores de Cospedal, que lo recortó en un 26,93% en el mismo período. Conclusión: con la bandera de la independencia se pretende tapar las vergüenzas de la corrupción y los recortes sociales. No entiendo que pueda haber otra explicación; no existe reconocimiento internacional, su calificación crediticia es de bono basura, y la hostilidad del gobierno de España no conduce a negociación alguna; conclusión es un brindis al sol para que se hable de una cosa y no se hable de lo que de verdad afecta a los ciudadanos en el día a día. En todo este proceso de dislates, hasta el 8 de octubre no se ha empezado a hablar de los problemas reales que suponía la independencia, no ha habido debates serios y rigurosos defendiendo ambas posturas con datos reales y concretos, solo se hablaba a favor de la independencia como de alcanzar una quimera para después vivir en un idílico lugar, que ni existe ni podrá existir.
Me asombraba la frivolidad con que el sentimentalismo se ha apoderado de la razón: cuando se ha preguntado a las personas que festejaban la independencia sus argumentos han sido meramente sentimentales: que si seremos más libres, que seremos nosotros mismos, que no estaremos ¿oprimidos? por España; argumentos vacíos, palabras huecas.
Y frente a esta postura independentista ¿que ha habido?, la gran mayoría defendiendo la aplicación de un artículo de la Constitución, el 155, que no se sabe muy bien como hacer con él pero que servía para escarmentar a esos osados antiespañoles , unos pocos defendiendo que sería bueno conocer la opinión de los catalanes mediante un referéndum legal, acordado y pactado – véase el artículo 92 de la Constitución- y, sobre todo, un exceso de nacionalismo, frente a las esteladas las banderas nacionales, pero señores la bandera es SOLO un símbolo y bajo la misma conviven las personas sencillas, honradas y decentes junto con los Mario Conde, Rodrigo Rato, Gerardo Díaz Ferrán y demás patulea?
Finalmente, al Gobierno del Partido Popular –yo le llamaría el Partido COPO, de Corrupción y Porra, recuerden la coloquialmente llamada Ley Mordaza, aunque su rimbombante nombre sea Ley para la protección para la Seguridad Ciudadana, denunciada por Amnistía Internacional y por la Plataforma en Defensa de la Libertad de Información- nos le quieren presentar como el partido del orden y del restablecimiento de las leyes; ¿acaso se nos puede olvidar que hay sentencias condenatorias por corrupción, por financiación ilegal contra este partido?, ¿nos va a servir de ejemplo un partido que se ha financiado ilegalmente?, ¿nos va a servir de ejemplo un partido que-oh, casualidad- destruye los ordenadores de su sede para evitar pruebas en su contra?.
Me temo que en esta situación el socorrista solo va a ayudar a morir al ahogado.
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