GOBERNAR EN MINORÍA O DONDE ESTÁ EL PODER REAL
Por Agustín Ramírez , 11 octubre, 2018
Ahora que han pasado los 100 días de cortesía del nuevo gobierno; los lobos ya han empezado a enseñar la patita y el cordero ha empezado a asustarse.
Gobernar con 85 diputados siendo minoría en la Mesa del Congreso y con mayoría absoluta del Partido Popular en el Senado es una tarea legítima y constitucional -aunque algunos no lo comprendan, quizás porque sus máster fueron más regalados que trabajados- pero muy difícil; lo que la mayoría social del país permite, puede ser; pero es bloqueado por el filibusterismo parlamentario –Mesa del Congreso y Senado- que ejerce la oposición del Partido Popular y Ciudadanos, partidos que nunca aceptaron que se pudiese gobernar a través de una moción de censura; además de la actitud de los grupos nacionalistas catalanes que tan bien refleja el polifacético Peridis en sus viñetas con el “racaraca”. Respecto de Cataluña una sola reflexión: cierto es que hay un problema de identidad que solo se puede resolver de manera política, pero para no engañarnos hay que recordar que los diputados obtenidos en el Parlament fueron 70 del bloque independentista y 65 del bloque no independentista que representan, de manera torticera por su ley electoral, a 2.079.340 votos del bloque independentista frente a 2.228.421 del bloque no independentista; con estos datos ¿qué mente racional y ética se atreve a plantear la independencia?, solo aquella que quiera engañar y manipular y no recordar lo que pasó desde el señor Pujol hasta el señor Mas: corrupción y recortes, hablando en plata.
Y en este escenario, el gobierno de Pedro Sánchez parece en ocasiones que está jugando al “yo-yo”; digo una cosa, luego la matizo –siempre a la baja-, la negocio y el soufflé de la acción de gobierno siempre baja. Pero ¿por qué?
La ministra de Economía había conseguido un acuerdo con la Unión Europea para rebajar el objetivo de déficit, lo que suponía disponer de 6.000 millones de euros más y poder reorganizar el Presupuesto del próximo año y acercarlo a fines más sociales pero, en un alarde de patriotismo, los señores de Ciudadanos y el Partido Popular se oponen aplicando la máxima de “al enemigo ni agua”, lo que implica que las pequeñas mejoras que podrían suponer a determinados colectivos se queden en nada. Solo queda dar las gracias a los señores patriotas, defensores del liberalismo económico.
Cuando el gobierno de Pedro Sánchez habla de subir determinados impuestos a las rentas más altas, a las grandes empresas y a los bancos, surgen, de inmediato, las voces de quienes realmente mandan, amenazando con lo que supondría una subida de impuestos, véase: menores beneficios empresariales que ocasionarían pérdidas de puestos de trabajo; menor rentabilidad a los accionistas de los bancos, lo que supondría repercutir los costes a los clientes y, todo esto, implicaría una desaceleración de la economía que, lógicamente, solo tendría costes para la gente de a pie.
Cuando se firma en el mes de julio el Acuerdo Salarial para el período 2018-2020, al día siguiente ya sale la patronal declarando que no se podrá aplicar en todas las empresas, que ese acuerdo les llevaría a la ruina, presuponiendo de antemano que la actitud de los sindicatos sería tan irracional como para no tener en cuenta las circunstancias individuales de cada caso. La CEOE y la banca parecen no querer recordar que la posición de los sindicatos no se caracteriza últimamente por su radicalidad, sino más bien todo lo contrario.
En definitiva, volvemos a los talantes de la época del señor Zapatero, logros en temas sociales de influencia limitada y restringida, pero en lo esencial, en lo que afecta a la inmensa mayoría, poquitas cosas que si no se enfadan; y es verdad que se enfadan, recuérdese lo que ocurrió un 11 de septiembre de 1973, pero no en Cataluña ni en Nueva York, sino en Chile y eso no hay ni que mencionarlo, ¿o ustedes han leído u oído algo al respecto?
Por ahí va el asunto del poder, el resto son “templar gaitas”.
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