Jueces que incumplen la ley y policías que no cumplen con su obligación
Por José Luis Muñoz , 11 agosto, 2024
Estamos en un país esperpéntico. Pena que no lo pueda seguir retratando Berlanga porque La escopeta nacional se quedaría corta. Nadie sabe, ni él mismo, para qué vino Carles Puigdemont aparte de para darse un baño de masas con los suyos y salir escopeteado. Los que creían que iba a ser detenido, ingenuos son. Un verano entre rejas, aunque sea en Can Brians, no es plato de gusto con estas temperaturas que hace, mejor su residencia de Waterloo en donde se cree alguien y debe de tener aire acondicionado. El ilustre político, que amenazó con retirarse si no asumía la presidencia de la Generalitat (ya vamos tarde), vino para hacer lo que mejor sabe: molestar. El de Waterloo es una mosca cojonera cuya única función parece ser la de poner palos en las ruedas a todo. Ese día no pudo poner el palo e Illa fue investido presidente, a su pesar. Y Puigdemont se esfumó porque es la reencarnación de Harry Houdini y pronto lo contratarán en un circo para que practique a sus anchas el escapismo.
El conseller de interior de la Generalitat Joan Ignasi Elena puso los puntos sobre las íes, y lo mismo hicieron los mandos de los Mossos d’Esquadra, un cuerpo bastante desprestigiado por el bochorno del día anterior. Dijo, además de cargar contra el expresidente y contra Junt (las costuras hace tiempo que están rotas), algo que nadie en sus cabales cree: que no pudieron detenerlo. A nadie se le escapa que, después del discursito de 6 minutitos que se marcó el de Waterloo, unos cuantos mossos de paisano no podían haberle echado el guante cuando el abogado Gonzalo Boye lo sacó del escenario por la puerta de atrás. Claro que quizá había una trampilla, los dos cayeron a un subterráneo y aparecieron en la frontera como en una vieja película de Fu Manchú. El político responsable, hasta hoy, de la policía catalana dijo algo en lo que nadie ha reparado y creo que es nuclear en este asunto: Hay jueces que no cumplen las leyes, en referencia a Pablo Llarena que pasará a la historia por su incapacidad manifiesta y por tener un récord de eurórdenes de detención rechazadas por la Unión Europea.
Si los jueces, y hablo en plural —ahí está García Castellón, el que lleva el caso demencial contra Tsunami Democratci acusado de terrorismo, que tiene otro récord, el de causas desestimadas sin que nadie le llame la atención, o Peinado y sus instrucciones delirantes sin que reciba un capón— no cumplen las leyes—la Ley de Amnistía aprobada por el Legislativo a instancia del Ejecutivo, les guste o no— pues la policía no cumple con su obligación, así de claro.
Hay una lucha sorda entre gobierno y judicatura que comenzó el mismo día que Pedro Sánchez fue investido presidente y desde determinados estamentos judiciales, arropados por PP y VOX y los medios de la caverna que actúan de voceros para expandir la mierda, se le quiere echar de la Moncloa sea como sea, disparando contra su mujer, su hermano y su perro. Y luego dicen que hay separación de poderes y que eso del lawfare es un invento.
Me canso de repetir que el mayor peligro para la democracia de este país que es España ya no es el ruido de sables, afortunadamente superado (queda algún jubilado mal de la chaveta que de cuando en cuando hace ruido en un chat), sino el ruido de togas, unos togados que parecen no haber hecho la Transición a la democracia, están anclados en el franquismo y están descaradamente al servicio de la derecha. Hasta que esos togados no sean expedientados y expulsados de la carrera judicial —veremos cómo prosperan las denuncias por prevaricación contra Peinado— Carles Puigdemont tendrá muy buenos auxiliares para poner palos en las ruedas.
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