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LA EVOLUCIÓN HACIA EL PODER

Por Agustín Ramírez , 19 octubre, 2015

La diputada de UPyD Irene Lozano, tras competir por el liderazgo de ese partido y salir derrotada, ha aceptado la propuesta del líder del PSOE, Pedro Sánchez, para incorporarse como independiente en sus listas para las próximas elecciones como número 4 por Madrid con el encargo de encargarse de las propuestas de “regeneración democrática”.

Este cambio de partido ha suscitado muchos comentarios al sorprender, aparentemente, que una diputada que ha sido muy beligerante con un partido, abandone aquel en el que militaba y se pase, en una posición destacada, a aquel al que combatió. A mi entender, esa actitud de la señora Lozano no debería sorprender, no es la primera persona que lo hace ni será la última, la historia está llena de situaciones semejantes: abandono del partido en el que se milita y se cambia a otro partido con más posibilidades de llegar al gobierno y donde dije digo, digo Diego y a esperar que escampe.

Es curioso y relevante que ese cambio se produzca siempre de manera ascendente, me voy de donde van mal las cosas y me cambio a donde parece que pueden ir mejor.

Tampoco sorprende que no se guarden ni las formas; demasiados ha habido que abandonan el partido por el que fueron elegidos –en mi opinión no se elige a personas individuales sino a una lista de personas que presenta un partido- y mantienen el escaño en el llamado, generosamente, Grupo Mixto;  a mi modo de ver, solo para mantener las prebendas, que para los principios aplican la máxima de Groucho Marx: estos son mis principios, si no le gustan tengo otros.

En estas situaciones solo me merecen respeto aquellos políticos que abandonan un partido por discrepancias ideológicas y son capaces, bien de retirarse de la política, bien de pasarse a otro partido de menor proyección o representatividad pero que sea más coherente con su ideología.

En definitiva, el caso de Irene Lozano se asemeja al de Rosa Aguilar, Cristina Almeida, Diego López Garrido, Santiago Carrillo por hablar de casos recientes en los partidos o a los de Antonio Gutiérrez, José María Fidalgo o Nicolás Redondo Terreros, entre los sindicalistas.

Creo que todos estos tránsfugas hacia las áreas de poder poco tienen que ver con personas de la talla de Dionisio Ridruejo, que pasó de falangista convencido a opositor activo del franquismo, de cuya trayectoria y comportamiento en plena dictadura debieran aprender o, si tan atrás no quieren remontarse, como Enrique Curiel, que dejó el partido por el había sido electo, volvió a su trabajo –profesor de universidad- y se presentó en una legislatura posterior por su nuevo partido, PSOE, saliendo de nuevo elegido. Otra cuestión es el caso de Jorge Vestrynge, que ha pasado, de momento, de ser secretario general de Alianza Popular con el franquista Manuel Fraga a simpatizante activo de Podemos y pensándolo bien ¿no habrá llegado más allá por la “mochila” que lleva, como dice su actual secretario general?

“Cosas veredes, amigo Sancho, que farán fablar las piedras”, que dijo don Quijote.

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