Los caminos de la izquierda
Por José Luis Muñoz , 18 julio, 2015
La utopía mínima de que, mediante el juego democrático, se puede mejorar la sociedad—no cambiarla, ni mucho menos hacer la revolución, que eso nadie se lo plantea ya—, se ha derrumbado con la experiencia griega. Hemos confundido, desde la izquierda, nuestras ilusiones con la realidad, y en la confrontación la realidad se ha impuesto de forma muy amarga. El sí se puede se ha convertido en el no se puede en seis meses. Hasta los más escépticos, y entre ellos me incluyo, creímos por un instante que otra forma de hacer política era posible en Europa y que se escucharía la voz de los ciudadanos griegos que votaron a Syriza como tabla de salvación ante el austericidio impuesto por los poderes fácticos que rigen Europa y que ha condenado a Grecia a la miseria más absoluta, la han arrojado a un pozo negro en el que se ahoga. No ha sido así. El poder económico es tan apabullante, lo controla absolutamente todo y hace imposible hasta el más ligero cambio; en el caso de Grecia la simple mejora de la vida de sus ciudadanos. Las condiciones que ha tenido que asumir Syriza en su capitulación, tras lo que parecía una resistencia heroica ante los socios europeos, son totalmente inaceptables y lesivas para el pueblo griego y sitúa al partido de Alexis Tsipras al borde del abismo y en la tesitura de unas nuevas elecciones, que volvería a ganar, y que la Troika no desea bajo ningún concepto porque querrá imponer un gobierno de concentración nacional, es decir, la rendición sin condiciones. Estamos ante un país que ha perdido su soberanía y no ha habido que emplear tanques para ello.
Se ha tildado, desde los medios de comunicación europeos mayoritariamente controlados por los poderes económicos (nunca hemos estado tan desinformados cómo lo estamos ahora, ni la información ha sido tan unidireccional), a Syriza con el epíteto de izquierda radical cuando lo único que Alexis Tsipras ha intentado, y no ha conseguido, es implementar de nuevo la socialdemocracia de la que se olvidaron los partidos socialistas europeos que se han escorado a la derecha en los últimos lustros y aplauden las políticas austericidas, y ahí tenemos al pretendido partido socialista alemán, el SPD, jaleando la política de ahogamiento de la pétrea Ángela Merkel, la insensible cancillera que hizo llorar a una niña palestina hace dos días insinuando sin pestañear que la devolvería a su país de origen, al campamento de refugiados de Líbano, porque no le quiere dar una oportunidad en Alemania.
La caída del muro de Berlín supuso la puntilla a la socialdemocracia europea y el derrumbe de todo nuestro estado de bienestar. Sin la “amenaza” del bloque soviético, la clase trabajadora europea quedaba a merced del capitalismo más salvaje y sin leyes que se haya visto jamás que ha asaltado las instituciones del estado, las ha dinamitado y se ha hecho con todo lo público que ha podido para su negocio particular. La sed de botín de estos piratas no tiene límites y su capacidad de laminar derechos no conoce fin. La victoria de un pequeño partido, Syriza, en un pequeño país, Grecia, ha sido el picotazo de un mosquito en la epidermis de un elefante. El radicalismo de Syriza se basaba en devolver la dignidad del pueblo griego, que todos los griegos tuvieran acceso a la sanidad pública (dos millones dependían de la caridad pública de médicos y enfermeras organizados en centros hospitalarios privados que los atendían), que los más menesterosos, los pensionistas, no vieran rebajado más su poder adquisitivo, cercenado ya en un 40% por los anteriores gobiernos del Pasok y Nueva Democracia, y que se auditara la deuda pública.
Toda empresa que se precie audita sus cuentas y hacerlo es algo razonable y habitual. ¿Por qué se han rasgado las vestiduras los socios europeos ante la tentativa de Grecia de auditar su deuda y fraccionarla? ¿No interesa a nadie saber cómo se generó ese impagable monto que alcanza el 180 de su PIB? ¿No interesa saber cuáles fueron las empresas extranjeras que se beneficiaron de esa sangría, la insoportable corrupción que multiplicó por veinte, por ejemplo, el presupuesto inicial de los juegos olímpicos? ¿Hay que tapar las conductas delictivas de los gobernantes de Grecia, que la endeudaron hasta unos límites insoportables, y silenciar las empresas europeas que se enriquecieron con dichas operaciones mediante substanciosos sobornos a las autoridades corruptas? Por supuesto que no. Hay que aclarar, una vez más, hasta la náusea, que la deuda griega no la generó el pueblo griego, que la deuda griega no era otra cosa que una deuda privada que los trileros que mueven los cubiletes en el Gran Casino del mundo convirtieron en pública, como se hizo en España con Bankia.
Los vasallos de los poderes económicos, que son los que gobiernan el mundo, las grandes empresas y corporaciones, la siniestra Spectra de Manuel Vázquez Montalbán, los delincuentes que asesinan sin empuñar una 38, los terroristas a los que hacía mención el deslenguado e incómodo Yanis Varoufakis, han doblado la cerviz del pueblo griego, lo han condenado al hambre y a la muerte con sus nuevas medidas.
La izquierda ha visto cómo su última oportunidad democrática en Grecia ha sido un leve espejismo y ha comprobado fehacientemente que el poder que le da las urnas es papel mojado, que nada ni nadie puede mover de sus posiciones de fuerza a los que realmente gobiernan el mundo, que el juego político es una absoluta farsa que no sirve para nada, que la democracia se acaba, precisamente, en donde empezó, en Grecia.
¿Qué podemos esperar en un futuro próximo? Un brote de violencia izquierdista, fruto de la frustración popular y del desencanto, quizá unas Brigadas Rojas europeas que podrán dar sus zarpazos puntuales, circunstancia que será aprovechado por el establishment para implementar políticas más represivas, controlar aún más a los ciudadanos y cercenar sus libertades; y un renacimiento del nazismo, alimentado por la xenofobia, que tiene carnaza más que suficiente con las corrientes migratorias que han tomado por asalto Europa empujadas por la hambruna y el terror del que escapan. Y si a todo eso unimos la presión del Estado Islámico, que lleva camino de hacerse con tres países, Siria, Irak y Libia y tiene entre ceja y ceja Al Andalus, la situación va a ser muy complicada. Un futuro absolutamente negro con el que alguien se está en estos momentos frotando las manos.
¡Mondo cane!
Comentarios recientes