Mujer-es la que…
Por Ema Zelikovitch , 1 agosto, 2016
Vistas las reacciones al anterior artículo publicado en esta misma revista titulado El feminismo me ha jodido la vida, hago la siguiente advertencia: no vamos a pedir ni permiso ni perdón cuando queramos hablar de feminismo. Tampoco vamos a sentirnos culpables, ni manipuladoras, ni mentirosas por lo que sintamos ni por lo que digamos.
Cuando hay mucho alboroto es porque algo está pasando.
Por eso seguiremos diciendo lo que no quieren escuchar.
Ellas son nombradas “mujeres” cuando nacen, por el cuerpo con el que nacen, y cargan con las consecuencias de lo que socialmente significa precisamente eso: ser-mujer.
Y ese cuerpo que nace y que crece, se convierte hasta su muerte, en el campo de batalla de una sociedad dirigida por hombres. Y ese cuerpo tiene nombres, nombres de mujer, como María, Adriana, Zaina, Leila, Alice, Charlotte, Amira, Paula, Beatriz, Fatme.
Os lo dice una mujer a la que dijeron que su nombre era de hombre, y lo cambió…
Y entonces ellas son a las que agujerean las orejas a los pocos meses de vida, por ser mujeres.
Son las que sufren la ablación femenina para no sentir placer; son las que crecen en el rosa, habiendo miles de tonalidades. Miles de placeres.
Ellas son las que juegan con muñecas y cocinitas, por ser mujeres, y las que son unas marimacho si juegan al fútbol en el colegio.
Son las que se avergüenzan de su menstruación, y pagan por ella un precio demasiado alto.
Ellas son las que tienen que volver acompañadas de noche a casa, las que tienen que casarse con el hombre que las elija, o con el hombre al que se las venda. O son unas frescas, las que no se casan.
Ellas son las que tienen que amamantar a escondidas, las que tienen que resultar sexualmente atractivas, y también son las que deben ocultar sus ojos y sus tobillos para no resultarlo.
Ellas son unas putas si visten corto.
Ellas son unas monjas por vestir tapadas.
Ellas son a las que bombardean las empresas de cosméticos, y son a las que el patriarcado produce a gusto del consumidor, por ser “objeto-mujer”. Para el hombre-consumidor.
Ellas son las que en el deporte destacan por su culo y no por su talento.
Ellas son a las que violenta el vecino, el conductor de autobús o el cartero, pero también la Guardia Civil, los médicos, la Policía, los maestros y los políticos.
Son las sin voz, las hasta hace poco sin voto.
La silenciadas, las maltratadas, las violadas, las asesinadas.
Todo ello, por ser-mujeres.
Por ser
mujeres
son también las que no quieren tener que caber en sus vestidos, ni acostumbrarse al dolor de sus tacones, ni tener que cumplir sus estrictas e insanas dietas. No quieren tener que depilarse ni las piernas, ni las axilas, ni las ingles, ni el bigote, ni el entrecejo; no quieren tener que teñirse para tapar sus canas, ni maquillarse para tapar sus arrugas. Son las que no quieren tener que esconder sus besos con otras mujeres y son, también, las que no quieren tener que sentirse mujeres.
No, por imposición no.
Y entonces ellas son las que han convertido las batallas libradas en sus cuerpos, en el origen de su lucha, en la búsqueda de su dignidad, por una vida más allá de las trincheras.
Son las que se parten la espalda, las que se ponen en pie, las que luchan, las que curan, las que cuidan, las que trabajan, las que limpian, las que cocinan. Son las que están dispuestas, las que despejan el camino. Son las que resuelven sus problemas, y los problemas ajenos.
Ellas son las que pelean para destacar en el arte, en la política, en los negocios o en el deporte.
Son las que se encargan de la casa y de la vida. Ambos trabajos, por cierto, ni reconocidos ni remunerados.
Mujer-es la que, en un mundo dirigido por hombres, ha aprendido a hacer de su condición la excusa perfecta para sobrevivir.
A mi hermana Naama este texto, por saber pintar mis palabras.
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