NUEVO GOBIERNO: ME GUSTA LA PARTITURA PERO DESCONFÍO DE LA ORQUESTA
Por Agustín Ramírez , 9 enero, 2020
Pedro Sánchez ha ganado el debate de investidura y podrá formar gobierno. Las críticas han sido feroces y los lobos disfrazados de corderos ya han enseñado la pezuña del descrédito, la bronca, el insulto y las mentiras; algo muy en la línea de determinados personajes que lideran los partidos opositores.
Hay partidos o coaliciones a las que se les niega el pan, la sal y hasta el plato; a unos les critican que quieran romper España, a otros les critican que son herederos de ETA, pero ninguno se autocritica y dice de quienes son ellos mismos hijos políticos; y, en cualquier caso, si están aceptados por la ley, ajo y agua, que todos no nos tenemos que gustar ni que querer. Además, conviene tener memoria y recordar que lo que hoy se critica desde la oposición son acuerdos que ya se hicieron en tiempos pasados cuando los opositores de hoy ayer eran gobierno. La memoria selectiva y excluyente no es buena compañía a la hora de argumentar.
Baso mi desconfianza respecto del futuro nuevo gobierno en cuestiones personales y políticas, en cuestiones que se han dicho, del derecho y del revés, una y la contraria, así como en la desconfianza que sus líderes me han provocado: pasar del no poder dormir al abrazo, solo puede generar recelo; pero aun así, mi mayor recelo pasa por la ejecución del programa de gobierno entre PSOE y UP.
La actualización de la subida de las pensiones, inicialmente, y después su blindaje constitucional y los modelos de reforma para su sostenibilidad son un problema muy difícil de arreglar. Hay que empezar a hablar de las pensiones como un derecho de quien trabaja y que debe de cobrar la persona que se jubila, y el dinero habrá que sacarlo de donde esté y acabar con el maniqueo argumento de que los trabajadores de hoy sostienen a los jubilados del mañana, concluyendo siempre que hay que jubilarse más tarde y reducir el importe de la pensión. Curiosamente, los que defienden esta visión negra de las pensiones son los mismos que defienden unas reformas del mercado de trabajo que posibilita contratos por horas, contratos por días, salarios de miseria, contratación de personal como autónomos dependientes no como trabajadores, medidas todas ellas que ayudan a disminuir los ingresos de la Seguridad Social, además de contribuir a minorar los derechos de los trabajadores de cara a su jubilación; defensores ellos que, por supuesto, pueden permitirse sus magníficos planes de pensiones privados. Sinceramente, creo que tienen mucha hipocresía y poca vergüenza.
Ya que en el párrafo anterior han quedado avanzados problemas a solucionar: reforma laboral, niveles salariales, pasemos ahora a hablar de la progresiva subida del Salario Mínimo Interprofesional para alcanzar al final de la legislatura uno equivalente al 60% del salario medio como marca la Unión Europea. Aquí ya han salido voces argumentando que la subida el SMI debe ser muy ajustada para evitar que las empresas tengan que pagar en negro, en el mejor de los casos, o despedir a trabajadores, en el peor de los casos. Vamos a ver: pasar en cuatro años de 900,00 euros mensuales (en 14 pagas) a 1.150,00 euros mensuales en 2020 sí, es una subida en cuatro años del 27.78% o dicho de otra manera de 250,00 euros mensuales en cuatro años; y yo me pregunto ¿no es mayor el importe de demasiados aperitivos de comidas de gastos de representación que la cifra anteriormente citada? Por favor, menos hipocresía, ya está bien.
Estos puntos antes citados solo son el botón de muestra de un programa de gobierno que debería intentar cumplirse, junto con una reforma fiscal progresiva en la que, sobre todo, las tributaciones de empresas y autónomos en módulos, se ajusten más a la realidad y que ésta no se desfigure por rendimientos inexactos, deducciones de créditos fiscales, y cien mil vericuetos por donde se escapa el beneficio empresarial y, con él, el dinero del fisco español.
Estas cuestiones y otras son las que, en principio, solo podrá intentar hacer un Gobierno escorado a la izquierda –mis recelos tengo de que no entren en colisión estas medidas con la ortodoxia económica que representa la Vicepresidencia económica- y de ahí ese interés desmedido por vendernos la idea de los constitucionalistas y de un gobierno de partidos constitucionalistas; en realidad lo que se pretende es restablecer un bipartidismo lampedusiano –que algo cambie para que nada cambie-, un bipartidismo en el que los pasos que se den tengan la velocidad de una geisha japonesa, no de una persona que quiere escapar de los recortes que hemos sufrido en esta última década.
De los recelos que me merecen las personas hablaremos cuando se confirmen oficialmente los nombramientos; mientras tanto, dicen que la esperanza solo existe para los desesperados, pues así estoy con el próximo nuevo gobierno; por ello digo que me gusta la partitura pero que desconfío de la orquesta.
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