Pasaje a Tahití y la historia de las perlas cultivadas, de Eva García Sáenz
Por Javier Pérez , 22 agosto, 2014
Una historia de los cultivadores de perlas de Manacor.
Es fácil contar que es una historia de amor, superación, ambición…; incluso, se podría decir que es una maravillosa novela de viajes. Todo es cierto.
Dos hermanos de Manacor parten de su tierra, en busca de fortuna y con la promesa de un fantástico negocio, hacia tierras de la Polinesia. En el mismo barco viajan dos muchachas, hijas de un cónsul corrupto y acompañados de toda su familia. Se conocen en el barco pero no saben aún lo entrelazados que quedarán, para siempre, sus destinos.
Dos hermanos, de caracteres y físicos muy diferentes, giran cual satélites en torno a una de las muchachas del barco. La misma muchacha que, años después, se convertirá en la matriarca de un imperio de perlas cultivadas en Menorca.
Los herederos de aquellos pioneros viven, en el presente, una lucha de poder que llevará a uno de ellos a seguir la pista de un cuadro; una pintura, aparentemente, atribuible a Gaugin, nada menos.
Y recorriendo el pasado, los personajes nos harán acompañarles en su periplo. El París de Gauguin y su glamour; el mar de Tahití, en donde el lector vivirá, junto a sus habitantes, los terribles enfrentamientos entre nativos y colonos y conocerá la técnica, la arriesgada técnica, de los buscadores de perlas y sus inmersiones; el mar helado de Japón y las valientes amas, las únicas capaces de obtener perlas y respetar el fondo marino en cada zambullida; la bella Menorca, donde el cultivo de perlas será una quimera alcanzable. ¿Quién rechazaría apuntarse a este viaje?
En definitiva, una apasionante novela que narra en paralelo dos historias: una en el pasado y otra en el presente. A la dificultad de una narración en dos tiempos, se añade la dificultad de una narración llevada a cabo por varias voces. Y pese a quienes defienden la idea de que en caso de varios narradores, debe existir una diferenciación en sus tonos, la continuidad en el tono, por el contrario, da una uniformidad a la novela, es decir, una continuidad que no desvía al lector más de lo necesario.
Con un lenguaje sencillo, limpio y elegante, la autora tiene la virtud de hacer creer al lector que los personajes se van definiendo a sí mismos, simulando que es el lector quien los descubre, quien los interpreta en sus actitudes y en sus modos.
Una lectura, por tanto, recomendada para disfrutar de una gran historia y recomendada, además, para descubrir el apasionante mundo de las perlas, amén de pequeñas y deliciosas curiosidades.
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