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Philip Seymour Hoffman (1967-2014)

Por Redacción , 20 febrero, 2014

El único error de Dios fue no haber dotado al hombre de dos vidas: una para ensayar y otra para actuar.” ―Vittorio Gassman
imagesCA2H0JI2Ya es difícil levantarse un oscuro y lluvioso lunes, 3 de febrero de 2014, pero lo es mucho más cuando el día amanece con una de las noticias más tristes de los últimos años para aquellos que amamos el cine. El café tiene un sabor más amargo de lo habitual cuando uno encuentra en la primera plana de cualquier periódico una foto de ese actor rubio, aquél del que no hace muchos días habías tenido que aclarar: <<Sí hombre, ese actor grandote, muy rubio, que solía hacer de secundario en muchas películas, y que ganó el Oscar por “Capote”…>>. Todo el mundo puede tener una ligera idea: <<Sí, me suena, lo he visto en alguna película…>>, pero nadie, excepto dos o tres de los contertulios sabrían decir su nombre. Tampoco la mayoría habrán visto “Capote”.

Parece que las garras de la heroína vuelven a sobrevolar a consecuencia de la crisis, y regresa con fuerza como esa droga de culto, barata y “engullemitos” de los años ochenta, que tantos ataúdes llenó de talento, prematuramente inacabados. Hoffman es ahora una más de sus imprevistas presas, de esa destrucción imparable que se auto infringe por vena.

Hay una gran diferencia entre ser persona y actor de profesión, a ser actor y tratar de vivir como una persona. Hoffman debía ser alguien extremo, sus personajes nunca eran actuaciones, eran transposiciones de su personalidad que trascendían el celuloide. La actuación para él era una catarsis no sólo creativa, la quinésica revelaba ese animal feroz, creíble por ser real.

Le vimos fugazmente como el adolescente pelota y cobarde en “Esencia de mujer” (1992) y desde ese momento dejó de resultar indiferente. Se fue haciendo hueco como actor de reparto en producciones importantes: “Twister” (1996), “Boogie nights” (1997), o el Gran Lebowski (1998). Le llega su papel más importante en la estrambótica “Happiness” (1998), del no menos estrambótico Todd Solondz. Y es que Solondz para Hoffman debió ser precisamente eso, lo que sería la heroína para un exdrogadicto. Gracias a su sórdido papel de obseso sexual, comienza a translucir esa línea delgada entre actuar y meterse en el personaje.

A “Happiness” le siguieron otros tantos papeles secundarios hasta llegar a otra película oscura y turbia: “Magnolia” (1999), del venerado Paul Thomas Anderson, cuyo don de trascendencia es aún inexplicable. Anthony Minghella le reserva un pequeño papel en “El talento de Mr. Ripley” (1999), donde Hoffman no pasa precisamente desapercibido, su presencia, casi autoparódica es de lo más destacable de la película. Le siguen “Love Liza” (2002), donde es protagonista, y más papeles secundarios en películas muy destacables como “Punch-Drunk-Love” (2002), “Dragón Rojo” (2002)” y “Cold Mountain” (2003).

imagesCAH9NJYALa cima y mayor reconocimiento de su carrera llega con “Capote” (2005). Oscar, Globo de oro, premio BAFTA y premio SAG al mejor actor por su papel del histriónico Truman Capote. La espectacular transformación de Hoffman en el maquiavélico, egocéntrico y retorcido autor de “A sangre fría” tiene capas de matices que incluso uno teme descubrir. Es capaz de modular su voz y su acento durante toda la película como si hubiese sido poseído por el protagonista del biopic, consiguiendo una de esas interpretaciones que quedan marcadas para siempre.

En sus siguientes películas, resulta convincente en papeles muy dispares como villano de comic en “Misión: Imposible III” (2006) o como fracasado y bonachón que cuida de su anciano padre en “La familia Savages” (2007). De la mano de Sidney Lumet llega otro de sus papeles más logrados: “Antes de que el diablo sepa que has muerto” (2007), interpretando a un desatado cocainómano que perpetra una terrible “operación familiar” que sumerge a toda la familia en una espiral de violencia.

Otro gran trabajo protagonista en “La duda” (2008), como sacerdote acusado de pederastia y papeles secundarios en “Los idus de Marzo” (2011) y “Moneyball” (2011), hasta que colabora de nuevo con Paul Thomas Anderson en “The Master” (2012), fallida película sobre el creador de la cienciología, pero de la que se salva precisamente la contenida e inquietante interpretación de Hoffman. Y le habíamos visto por última vez en “El último concierto” (2013), una película coral en la que se esfuerza por no destacar.

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Aparte del cine, Hoffman tenía una reputada trayectoria en el teatro como actor y director, de hecho, ahora, días después de haber reposado su ausencia, son varios amigos cercanos al actor los que aseguran que actuar en “La muerte de un viajante” es lo que devolvió a Hoffman al mundo del alcohol y las drogas hasta arrimarlo al abismo.

No ha tenido una muerte singular ni casual, lamentablemente, es una muerte muy recurrida en ese mundo, encontrado solo, en una habitación con sobredosis de catarsis y demonios que lo empujaron fuera de la pantalla. Y ése es, precisamente, el peor papel de su carrera, cuando ojeemos la cartelera y jamás encontremos ya una película de Phillip Seymour Hoffman que ver. Su vida, la que tenía reservada para ensayar, ha finalizado tempranamente. Pero deseamos de verdad, que le quede otra para actuar.

 Mario Blázquez

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