Por la sangre de Abdón
Por Miguel Ángel González , 20 marzo, 2014
Estadio Gran Parque Central – Uruguay
Cuando solamente restan diez jornadas para el final de la temporada 2013/14 de la Liga BBVA, tres equipos parecen dispuestos a pelear hasta el último minuto por hacerse con el cetro de campeón.
El Real Madrid lidera la clasificación con 70 puntos, 77 goles a favor y 26 en contra. Le sigue el Atlético de Madrid, con 67 puntos, 64 goles a favor y 21 en contra. El tercer lugar lo ocupa el Fútbol Club Barcelona con 66 puntos, 81 goles a favor y 22 en contra.
Y mientras los debates generalizados parecen centrarse en el rendimiento de Neymar, en el estado físico de Bale, en la recuperación de Messi, en los goles de Diego Costa y Cristiano Ronaldo o en las asistencias de Koke, bajo mi punto de vista hay un dato, aparentemente intrascendente, que tiene un sólido peso en el devenir de estos equipos: la posición en la que jugaban sus entrenadores.
Abdón Porte nació en Montevideo, Uruguay, un lejano 5 de marzo de 1880. Dedicó toda su vida al fútbol, deporte al que amaba por encima de todas las cosas. Debutó en el Nacional de Montevideo el 12 de marzo de 1911, lo hizo
ocupando la plaza de mediocentro defensivo. Su debut se produjo contra el club Dublín.
En Nacional, Porte fue titular indiscutible durante 207 partidos, llegando a vestir el brazalete de capitán en varias ocasiones.
Debido a su aspecto físico y a su estilo de juego, aguerrido y combativo, se le apodó con el sobrenombre de “El Indio”, término por el que fue conocido a lo largo de toda su carrera.
A comienzos de 1918, la comisión directiva del club decidió sentar a Abdón en el banquillo y colocar en su lugar a Alfredo Zibechi. Esta decisión se debió, según le explicó el entrenador al propio jugador, al bajo rendimiento que Porte había tenido a lo largo de la anterior temporada.
El 4 de marzo de 1918, Nacional jugó un encuentro frente al club Charlie. Aquel fue el primer partido que Abdón disputó como titular en dicha campaña. Nacional ganó por una diferencia de tres goles y Porte realizó uno de los mejores encuentros de toda su carrera.
Por la noche, como era costumbre en el equipo, dirigentes y jugadores se reunieron en la sede del club para festejar la victoria. A la una de la madrugada “El Indio” se excusó ante sus compañeros y les dijo que se marchaba a casa para descansar. Según relataron posteriormente algunos de sus amigos, nadie notó nada extraño en su comportamiento.
Esa misma noche, Abdón Porte se dirigió al estadio Parque Central, a la cancha en la que llevaba jugando de forma ininterrumpida desde 1911. Caminó despacio, mirando hacia la grada, hasta llegar al círculo central. Una vez allí, y con lágrimas en los ojos, levantó los brazos como si estuviera despidiéndose de todos aquellos aficionados que le habían aclamado a lo largo de toda su carrera. Acto seguido sacó un revólver de su chaqueta, se colocó el cañón a la altura del corazón y apretó el gatillo.
A la mañana siguiente, el 5 de marzo de 1918, el mismo día en el que había nacido “El Indio” 28 años antes, el perro de un trabajador del club encontró su cuerpo inerte en medio del estadio.
Aún hoy, casi cien años más tarde, cada vez que se disputa un encuentro en el Parque Central, se coloca en la tribuna una bandera en la que puede leerse:
“Por la sangre de Abdón”.
Ancelloti, en su dilatada trayectoria, jugó en el Parma, en la Roma y en el Milan, siendo siempre su posición en el campo la de mediocentro defensivo. Simeone pasó por más de media docena de equipos, tales como Vélez Sarsfield, Sevilla, Atlético de Madrid, Inter de Milán o Lazio, en los que ocupó el puesto de mediocampista, y, finalmente, la carrera profesional de Martino discurrió casi por completo en Argentina, entre Newell’s Old Boys y Lanús, con un breve paso por España, defendiendo los colores del Tenerife, donde ejerció de centrocampista creativo.
Por lo que, aunque estos tres preparadores parecen tener pocas cosas en común, puesto que difieren en sus esquemas futbolísticos, no pertenecen a una misma generación y sus trayectorias profesionales han sido dispares, hay algo que les une: los 9,15 metros de radio que mide la circunferencia que delimita el centro del campo de un estadio de fútbol. Los mismos 9,15 metros sobre los que Porte acabó con su vida.
Un motivo más que suficiente para pensar que la pasión e intensidad con la que ellos viven el fútbol es única, un motivo más que suficiente para confiar en que darán todo cuanto esté a su alcance para llevar a su equipo a la gloria, un motivo más que suficiente para creer que esta liga tendrá uno de los desenlaces más apasionantes de los últimos años.
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