Todo es posible
Por José María García Linares , 2 junio, 2018
Llevamos viviendo tantos años en un estado continuo de shock que aquí, en nuestra querida España, todo puede ser posible. Pasamos de la indignación a la alegría en milésimas de segundo, del rencor al abrazo en lo que tardas en darle un buche a una cerveza, de la memoria al olvido en lo que votan las bases de un partido la última ocurrencia de su líder. No recuerdo que fuéramos así hace tres décadas, aunque cualquiera sabe. También yo he debido de olvidarme de muchas cosas en este tiempo a base de desencantos y decepciones. Eso o que uno envejece, condenado a la presbicia vital y al sobrepeso.
Y como aquí todo es posible, quién te dice a ti, lector querido, que la salida precipitada de Zinedine Zidane del banquillo del Real Madrid no motivó el acercamiento entre Florentino Pérez y Mariano Rajoy para sustituir al francés. La plantilla del Madrid necesita un nuevo líder que, con mano dura, ponga a cada uno en su sitio, y ya se sabe que a Rajoy siempre le ha fascinado la Champions (curiosamente, la competición en la que reinábamos de la mano de Zapatero). Al final rascas un poco y son todos iguales, ambiciosos y egocéntricos. Parece ser que las negociaciones fueron muy complicadas. El Barça lo había tanteado unas 155 veces, mas sin suerte. Ocho horas estuvieron reunidos en un restaurante Florentino y Mariano negociando el contrato y las altas y bajas de la plantilla. Dicen algunos que incluso apareció el padre de Neymar por allí, loco por una tapa de callos y alguna prima (no de riesgo) en sobres no muy grandes por el futuro traspaso del astro brasileño… Podríamos seguir, pero ya está uno cansado hasta para alargar los chistes. Qué verdad tan grande aquella de que la realidad supera la ficción. ¿Qué es más creíble? ¿Rajoy al Madrid o Pedro Sánchez a la Moncloa? Que Sánchez sea hoy Presidente del Gobierno sólo puede pasar en esta España católica y milagrera en donde pueden los muertos resucitar varias veces.
No sabemos en qué acabará todo esto, y tampoco es necesario flagelarnos con hipotéticos escenarios apocalípticos. Le damos demasiado valor a lo futuro, cuando lo único que tenemos es el pasado y el presente. El porvenir hay que construirlo, y hay que hacerlo con dignidad y vergüenza, con ejemplaridad y compromiso, leyendo lo que nos pasa y las causas de nuestro sufrimiento, porque las cosas no vienen del cielo. Esta exigencia no entiende de posicionamientos ideológicos. La gente honrada está a la derecha, en el centro y a la izquierda, y no merece el horizonte putrefacto que dibujan los gobiernos corruptos, del signo que sean. El destrozo institucional es alarmante (ni siquiera Pitingo es capaz de dejar una canción como está hoy nuestra democracia).
A todos esos medios de comunicación que hablan peyorativamente de “gobierno Frankenstein” habría que recordarles cómo hemos llegado hasta aquí, cómo algunos de ellos han tapado, han manipulado y han ocultado una situación clamorosa, un gobierno zombi (valga la retórica terrorífica), muerto, capaz de devorar las esperanzas de millones de personas, con el único fin de llenarse la barriga (y los bolsillos). La diferencia entre un muerto viviente y la criatura de Frankenstein es, precisamente, que este último está vivo. Mal hecho pero vivo. Razona y siente. Se compadece y tiene capacidad de ponerse en lugar del otro, aunque, como en la novela, puede volverse, por obra y gracia de la sociedad en la que vive, en contra de su creador y sembrar el pánico… Necesitamos, en fin, tiempo, sosiego y confianza. Si todo ha sido hasta ahora posible, que lo sea también salir airosos. Es una labor de todos.
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