Todo lejos, de Alfons Cervera
Por José Luis Muñoz , 12 diciembre, 2014
Puede que Alfons Cervera sea uno de los autores españoles más notables del momento aunque siempre se haya mantenido lejos de los cenáculos literarios, de sus pompas y de sus fastos, que tanto odia como desprecia. El autor de Gestalgar, un pequeño pueblo valenciano en donde nació y en donde sigue, fiel a sus orígenes, ha publicado un buen número de novelas y su nombre ha sonado para el premio nacional de literatura: De vampiros y otros asuntos amorosos, Fragmentos de abril, Nunca conocí un corazón tan solitario, La ciudad oscura, El domador de leones, Nos veremos en París, seguramente, Els paradisos artificials, La risa del idiota, L`home mort, La lentitud del espía, Esas vidas, Tantas lágrimas han corrido desde entonces, El color del crepúsculo, Maquis, La noche inmóvil, La sombra del cielo y Aquel invierno, a la que se añade Todo lejos, un corpus literario impresionante y coherente que habla del autor de la memoria: La memoria es el relato de lo que ya no existe.
Es un tópico universalmente aceptado que en cada novela, de las de verdad, de las que se cocinan con el fuego del alma y se escriben con sangre, suele haber mucho del autor. Alfons Cervera convierte en literario sus vivencias matizadas por el recuerdo selectivo, las personas con las que se relacionó devienen personajes en casi toda su obra; más en Todo lejos, un fresco coral que gira alrededor de esa lucha épica de unos jóvenes contra la dictadura en el tardofranquismo que él vivió.
Con capítulos cortos, algunos de página y media, y mediante la técnica de la entrevista, pero dejando solo la respuesta, Alfons Cervera interroga a una serie de personajes de toda ralea, militantes antifranquistas que se jugaron la vida—No tenía labios la boca de Juan, eso lo recuerdo. Sólo chorros de sangre que se deslizaban por la barbilla y luego por el cuello—, jóvenes que pasaron del asunto político, verdugos que torturaron—¿Que si yo he pegado hostias alguna vez?, le digo claramente que más de una. El orden no es fácil de mantener y la mano dura es una forma de encauzar ese buen orden—, personajes que dudaron, conformistas, traidores, en un momento de nuestra historia presente. Con esa técnica asombrosa, original y ágil, sin respeto al orden cronológico—Se acabó lo de empezar la historia por el principio. Lo que hay que hacer es respetar los flujos inestables de la memoria, la selección de lo que se recuerda, el ir y venir de los sofocos asfixiantes que nos provoca el miedo.—Alfons Cervera arma un fresco de una época de no más de 180 páginas de prosa convenientemente destilada y frase corta que, sin embargo, debe leerse lentamente, porque en cada página encontrará el lector una sentencia que le haga recapacitar.
Cuatro líneas dedicadas al Dauphin Gordini, coche emblemático de la época, le sirven a Alfons Cervera para situar al lector en el contexto temporal—La nube de polvo envolviendo la chatarra vieja del Gordini. El coche de las viudas, lo llamaban. Tenía el motor atrás y bailaba en las curvas como una peonza. ¡Chaf!, un fuelle de hierros retorcidos, el conductor muerto, la mujer sola. Los Gordinis.—y pocas más para denunciar el fracaso de una lucha política que nos ha llevado adonde estamos en este preciso momento—Los tipos que acuerdan subsidios de miseria para quien no encuentra trabajo cobran miles de euros al mes y se limpian el culo con papel perfumado, como si fueran Isabel Preysler o las hermanas Koplowitz—.
Todo lejos es un relato nostálgico de la épica de una derrota, de unos luchadores idealistas— Las revoluciones están hechas de tiros pero sobre todo de sueños. —que vieron en qué se convirtió aquello por lo que lucharon y que llegó casi como una secuencia natural, sin importar que ellos hubieran intervenido.
Cargarse la memoria, olvidarse de los muertos en las cunetas como machaconamente predica la derecha política de este país con su política del olvido, que es como si a los alemanes les dijeran que olvidaran Auschwitz, es borrar la historia, nuestra responsabilidad en lo que aconteció y de lo que venimos. Alfons Cervera escribe en su novela historia con mayúsculas de lo anecdótico, de esa lucha invisible que seguramente sólo sirvió para tranquilizar la conciencia de los que la llevaron a cabo pero que dejó rastros de dolor insoportable.—Uno no sabe, nadie puede saberlo, hasta dónde puede llegar la resistencia humana cuando te enchufan los cables en la nuca y puños adiestrados te golpean en todo el cuerpo en una rueda de caras rabiosas y risas aún peores que los golpes. —pero que aun así fue necesaria para poder sobrevivir en la grisura insoportable del franquismo.
Todo lejos es una novela política y humana, nostálgica y triste, de un tiempo pasado en donde primaban los conciertos de Los Taburos en la terraza del bar Tropical cuando tocaban piezas de The Platters.—Las discotecas acabaron con los conjuntos y las salas de baile—. Y todo ello escrito con una lírica seca, que huye de la belleza formal del sonajero que denuncia Juan Marsé, para ir directamente al alma por los vericuetos de la memoria.
Y como siempre, también, otra obsesión aclaratoria: la memoria habla de ahora mismo y nunca del pasado. De ahí que esa memoria sea menos refugio que intemperie, menos seguridad que incertidumbre, dice el autor de la memoria.
Título: Todo lejos
Autor: Alfons Cervera
Género: memorialista
Editorial: Piel de Zapa
ISBN: 978-84-942638-4-2
Páginas: 185
Precio: 19,50 €
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