Tomar los espacios. Tomar (otra vez) las calles y los cuerpos.
Por Víctor Mora , 22 noviembre, 2014
Esta tarde se ha abierto un foro debate en la Librería Dalcó de Madrid con motivo de la presentación del libro colectivo Feminismos Lesbianos y Queer: Representación, Visibilidad y Políticas, con la presencia de algunas de sus autoras: Gracia Trujillo, Mónica Redondo y Zuriñe M. Baztan, escritoras y activistas.
Empecé a escribir esta columna en El Cotidiano con un pequeño artículo titulado como la novela de Gopegui Deseo de ser Punk, con una intención más o menos consciente de recuperar ciertas actitudes que deberían ser obligatorias y que a veces, en el revuelto de la vida diaria, parecen volverse opacas hasta (casi) olvidarse. Una de las reflexiones que esta tarde la autora Zuriñe M. Baztan dejaba caer a los asistentes del encuentro me ha hecho pensar sobre esta condición de actitud que se disuelve, y es la de lo inevitable de las causas en el cuerpo. Zuriñe hablaba de su participación en libro, y tras dejar clara su posición de activismo en las calles (esto es, no en la academia, no en la reflexión conceptual), llamaba la atención sobre lo sorprendida que estaba en un principio de que la hubieran invitado a participar en este libro colectivo. Añadía a su intervención que ella no había pensado en principio en un activismo por la causa transexual per se, pero que dada su experiencia vital, su día a día, cayó en esto mismo: la causa es inevitable.
Y es cierto (y es, por demás, un hallazgo para la teoría porque podemos entonces disfrutar de su texto), pero no es menos cierto que la causa no es siempre visible, no siempre se manifiesta en el cuerpo.
Así parece entonces que podemos caer en la peligrosa opacidad que amenaza con engullirnos a todas y todos los que tenemos un cuerpo que es (o pasa por ser) normativo, malgré tout. Que pasa por normativo en la esfera de lo visible, claro está, de la apariencia; de lo que importa en definitiva en este sistema de doble moral soterrada.
El peligro de la invisibilidad es, como sabemos, dejar de existir, y lo indudablemente peligroso de pasar por invisibles en un sistema de doble moral (de pasar, digamos, por “normales”), es que olvidemos el por qué del activismo, nos disolvamos en este día a día y lleguemos a pensar, aunque sea de soslayo, que ya no hay necesidad de tal activismo. Esta es, quizá, una de las más peligrosas trampas de la integración paternalista o tolerante.
Se ha hablado de muchas más cosas que no puedo, lógicamente, transcribir en este artículo, pero sí quiero destacar la respuesta de Trujillo a la pregunta de qué hacer para derribar la barrera invisible entre el activismo y la academia. Tenemos que tomar los espacios. Tiene que haber presencia del activismo en la academia y viceversa. Como en la política, porque esto (este encuentro) es también política. Y es cierto. Es cierto que hay que tomar las calles por una causa, pero también los espacios reservados a la educación y a la política, porque es la manera de aunar discursos en beneficio del interés por los avances en la igualdad. No puedo transcribir, decía, el debate, pero queda como testimonio el libro, Feminismos Lesbianos y Queer: Representación, Visibilidad y Políticas, para sumarse a la reflexión.
El encuentro se alargó más de dos horas y el debate crecía en aportaciones y en interés. Y seguirá ahora fuera de la librería Dalcó, quizá en algún bar. Porque esto es lo bueno de los encuentros en la calle, que no terminan y que no deben, además, terminar.
Os invito, como siempre, a que me hagáis cualquier comentario o pregunta aquí mismo o en mi mail personal: vmoravmora@gmail.com
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