Trump sigue buscando su guerra
Por José Luis Muñoz , 22 junio, 2019
Todo presidente de Estados Unidos que se precie ha tenido su guerra. John F. Kennedy se metió en el fregado de Vietnam, y le volaron la cabeza por no meterse más a fondo, cosa que si hicieron sus sucesores Lindon B. Johnson y Dick Nixon, el mentiroso, que empezó a ensangrentar a base de golpes militares el patio trasero del Imperio. Jimmy Carter no, aquello fue un oxímoron, una equivocación del sistema que dejó que un presidente pacifista presidiera el imperio y su única aventura militar, el rescate de los rehenes en la embajada de Estados Unidos en Teherán, se saldó con un fracaso en toda regla. Ronald Reagan, uno de los peores actores de Hollywood, gastó esfuerzos en levantar guerras y golpes de estado en toda Latinoamérica, entroncando con la estela de Richard Nixon. George H. Bush se montó la primera guerra de Irak, aquella que dejó un saldo de más de treinta mil iraquíes carbonizados y algunas docenas de norteamericanos muertos, por fuego amigo la mayoría, e invadió Panamá porque su monstruo Noriega se le había descontrolado. Bill Clinton solo bombardeaba para tapar los trabajos de la becaria Monica Lewinsky. George W. Bush fue, sin duda, el mejor presidente para el establishment: montó guerras a pares, la de Afganistán y la de Irak. Barack Obama neutralizó a Bin Laden, o eso dicen, amén de seguir en Afganistán y asesinando con drones a mansalva. ¿Y el actual inquilino de la Casa Blanca? ¿Por qué no hace los deberes?
No acaba de encontrar su guerra Donald Trump y el importante lobby de las armas, uno de los que pusieron millones de dólares en su campaña para que el presidente se lo devuelva en trillones de dólares en armamento consumido, se lo va a echar en cara. Hizo amago de montar un Armagedón con el inefable presidente de Corea del Norte, ese que mata a sus ministros a cañonazos, y acabó comiendo sushi amigablemente con él. Montó un tinglado de narices en Venezuela, apostando al autoproclamado Guaidó, con el seguidismo estúpido de un montón de países, entre ellos el nuestro, y amagó con una invasión que ha decidido aplazar porque Venezuela puede ser su Vietnam particular si mete allá su pezuña. Así es que anda ahora a la greña con Irán, lo acusa de estado terrorista, le achaca ataques a petroleros de otras nacionalidades en el Golfo de Omán y del derribo de un dron.
El presidente de melena aleonada abortó en el último momento una operación punitiva contra el régimen de los ayatolás. Josep Borrell se cree tanto lo de los atentados iraníes contra los petroleros como esas armas de destrucción masiva que jamás se encontraron.
¿Cuántos capones le tienen que dar en la cabeza a este inepto presidente el lobby armamentístico para que encuentre por fin su guerra? Donald Trump no desenfundó, dice él, porque no quiere cargar sobre sus espaldas con 150 muertos que conllevaría ese ataque de represalia, según le dijo un general. Por una décima de segundo le he creído. Me puede la inocencia.
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