Cuestión de justicia, no de igualdad
Por Ema Zelikovitch , 23 octubre, 2017
Este fin de semana se ha celebrado en Montevideo el III Encuentro de Mujeres Periodistas del Uruguay. Dentro del marco de este encuentro se declaró Visitante Ilustre a la periodista mexicana Marcela Turati en un homenaje al conjunto de periodistas mexicanos y mexicanas por su valiosa y valiente labor en el periodismo de investigación, tan digno y peligroso. Casualmente, o no, hoy es el Día del Periodista en Uruguay, y también de la periodista, ¿por qué no? No es por una cuestión de igualdad, no, es por una cuestión de justicia.
No queremos igualdad, queremos justicia.
Es sabido que la mayoría de los puestos de poder dentro de los diarios y de los noticieros está en manos de hombres, y que los salarios de ellos son también más altos que los salarios que reciben ellas precisamente por el desigual reparto de los puestos de toma de decisiones. No hay mujeres que controlen y lideren los medios porque no hay mujeres que controlen y lideren el poder. La consecuencia que trae el predominio de los hombres en los puestos de poder dentro del sector es que la labor del periodismo, que es informar sin prejuicios y concienciar, se ve quebrantada. Es imposible, bajo estas condiciones, tratar de desarrollar y aplicar un periodismo con perspectiva de género que, además de incluir a más mujeres en cargos de mayor responsabilidad y capacidad de decisión, dé cuenta de las desigualdades que existen y las trate como tal, combatiendo la discriminación por cuestión de sexo, raza y clase.
El periodismo es reconocido, o lo era hasta que empezara a estar fuertemente precarizado, el cuarto poder, y es desde el periodismo desde donde se configura la agenda social, los temas de actualidad, qué decir, cómo decirlo y cuándo. Es necesario tomar conciencia de la responsabilidad que tiene el periodismo y sus trabajadores, pues en sus manos está configurar la opinión colectiva, construir la forma de percibir la realidad y elaborar los distintos asuntos relevantes que configuran el modo de pensar. El periodismo, junto a la política, configura la creencia de la ciudadanía y genera imaginarios colectivos muy sólidos, pudiendo llegar a ser incluso ideologías fuertemente arraigadas. Por eso es necesario luchar desde dentro, pero también desde fuera, por un periodismo que sea crítico con el machismo en lugar de culpabilizar a sus víctimas; es necesario un periodismo que no exhiba la violencia convirtiéndola en espectáculo; es necesario un periodismo que cuestione en primer lugar y como prioridad qué historias contar y desde donde hacerlo. El periodismo tiene el poder de dar voz a aquellas personas que no la tienen, a contar las historias que en circunstancias de normalidad no serían contadas y de crear un marco social distinto en el que lo importante fuera hacer justicia con la información, y no negocios. Por eso es una cuestión de justicia, y no de igualdad.
El feminismo puede aportar al periodismo la capacidad de matizar el contenido de las diferentes informaciones para ser fiel a la realidad y contarla sin intereses que vayan más allá de ella. La verdad por la verdad, si se quiere. Y lo cierto es que aun queda un largo camino para llegar a un periodismo con perspectiva de género que forme otra opinión pública y construya otra manera de interpretar lo que nos rodea. En el intento por ser visibles y trabajar bajo condiciones de dignidad se fraguará una justicia que responda, nada más y nada menos, al hecho de que conformamos la mitad de la población y de que, como consecuencia, nos corresponde poder influir en lo que es contado y cómo es contado. Y esto, de nuevo, no es querer igualdad, es querer justicia.
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