El muy poco honorable expresidente de la Generalitat
Por José Luis Muñoz , 26 julio, 2014
Era un secreto a voces que la familia de Jordi Pujol tenía parte de su fortuna en paraísos fiscales. El patriarca de esa familia que, durante tanto tiempo, intentó mimetizarse con Cataluña, ha terminado confesando. Durante años, hasta que dejó de presidir la Generalitat catalana, se ha venido alabando la capacidad pactista y dialogante del presidente Pujol para la gobernabilidad de España. Pujol ha sido un buen político si por ellos entendemos marear la perdiz, estar instalado en la queja continua, echar la culpa de los propios problemas a los demás y envolverse en la bandera cuando caían chuzos de punta. Durante sus 23 años de gobierno ininterrumpido instauró en Cataluña un régimen político parecido al PSOE de Andalucía, que ha amparado un sistema político salpicado con casos de corrupción (el 3% denunciado por Maragall que luego fue bastante más). Durante todo ese tiempo Jordi Pujol, con habilidad de la sangre fenicia que forma parte del ADN catalán, ha conseguido pactar con Dios y con el Diablo al mismo tiempo, ha obrado incluso el milagro de que José María Aznar hablara catalán en la intimidad. Decía Manuel Vázquez Montalbán que el poder corrompe, y que el poder absoluto corrompe absolutamente. Debe de ser difícil, o se ha de ser muy íntegro, o no se tiene que pertenecer a la casta política demonizada por Pablo Iglesias, para no aprovecharse de las prerrogativas que ofrece un poder omnímodo durante tanto tiempo y no utilizarlo para provecho propio. Durante años, según ha confesado cuando todo se ha destapado, el patriarca del clan Pujol ha ocultado al fisco una herencia paterna. Este hecho viene a ser el colofón de la decadencia de toda una dinastía política que tiene sus primeros desbarres en las acusaciones de cohecho contra su heredero político, Oriol Pujol, por cohecho en el caso de las concesiones de las ITV, y contra Jordi Pujol Ferrusola por evasión de capitales. La madre, Marta Ferrusola, según consta en conversaciones grabadas por la policía, no estaba al margen de esas operaciones ilegales sino que es una colaboradora activa en ellas. Un nuevo caso de corrupción sacude la vida política de este país y una de las familias emblemáticas del nacionalismo se hunde en el lodo y peca de poca ejemplaridad en el cumplimiento de las normas legales. Desde que dejó la presidencia de la Generalitat, el expresidente Pujol ha modificado y radicalizado su discurso y ha dejado las ambigüedades que le han caracterizado durante todos esos años de gobierno para subirse al carro del independentismo con el que CIU está encendiendo la pira de su funeral vikingo y prepara el traspaso de poder a ERC. La carrera de Jordi Pujol, tan halagada por los políticos del estado español, se cierra con este final decepcionante y vergonzoso. El hombre que políticamente ha estado durante tantos años por encima del bien y del mal, porque tuvo la habilidad de convencer que era la reencarnación de Cataluña y que cualquier crítica a su persona era un ataque a los valores patrios, asume sus responsabilidades y podrá ser acusado, además, de no haber educado en los valores éticos y cívicos a parte de su familia inmersa en procesos judiciales. Desde CIU le agradecen los valores prestados pero le piden, además, muy directamente que deje todos los cargos que tiene en el partido, esa presidencia de honor que ya no puede ostentar. En los próximos días el que en su día lo fue todo para Cataluña se retirara definitivamente de la política, que ha sido su eje vital. Los Pujol, una dinastía frustrada, habrán demostrado ser de barro. Salen de la escena política por la puerta de atrás y con la deshonra sobre sus hombros.
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