Ratas de laboratorio en Facebook
Por Silvia Pato , 2 julio, 2014
Si la semana pasada, al hablar sobre las redes sociales anónimas, reflexionábamos sobre el ejercicio de fe que parece que las empresas tecnológicas desean que practiquemos a la hora de confiar en sus buenas prácticas, así como de la sensación de que, a menudo, nos tratan como a críos desconocedores del funcionamiento de sus juguetes nuevos, estos días las noticias dan un paso más allá: somos ratas de laboratorio en Facebook.
A través de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos, se ha divulgado el estudio realizado por un equipo de investigadores, entre los cuales se encuentra Adam D. I. Kramer, integrante del Core Data Scientist Team de Facebook. Si todavía no han leído nada al respecto, el título de la publicación que ha hecho saltar la noticia no deja lugar a dudas: Experimental evidence of massive-scale emotional contagion through social networks.
Sin previo aviso y sin consentimiento alguno, fueron utilizados 689 mil perfiles de la red social para estudiar sus reacciones dosificando y seleccionando las publicaciones aparecidas en sus muros. De tal forma, mientras a uno de los grupos en los que dividieron la muestra les hacían aparecer entradas positivas y agradables; al otro, le mostraron únicamente todas aquellas tristes y negativas. Con todo ello, esperaban obtener datos sobre las reacciones de los usuarios ante determinadas actualizaciones y su estado emocional al ser sometidos a las mismas.
El resultado es el que muchos intuíamos; al fin y al cabo, los psicólogos alertan sobre ello continuamente. La influencia de las redes sociales y el uso de las mismas sobre nuestros estados de ánimo y los condicionamientos que pueden influir en las decisiones de nuestra vida son un hecho. Si ello no fuera suficiente como para tener que gestionar las mismas con grandes dosis de sentido común, relatividad y equilibrio, se ha hecho patente el riesgo de que las propias empresas nos utilizan como conejillos de indias para sus estudios y el incremento de sus beneficios. Otra cosa que la gente suele olvidar: Facebook es un negocio.
Éticamente reprobable y moralmente reprochable, la noticia debería servir, ya no para que salgamos corriendo despavoridos del uso del universo digital, sino para que seamos conscientes de sus riesgos y sus peligros y que decidamos conocer e informarnos mejor como consumidores y adultos responsables que tomarán sus decisiones conscientemente y no manipulados ni por su entorno ni por empresas que cotizan en Bolsa.
Para muchos es más fácil vivir en la ignorancia, no hacer frente a la realidad y no leerse los términos de uso que encontramos aquí y allá de enlace en enlace y de página en página. Seguramente, si la mayoría de los usuarios de Facebook hubieran leído lo que permiten a la hora de abrir su perfil, lo gestionarían con más cautela, y muchos otros ni siquiera lo abrirían.
Así las cosas, nunca tanto como ahora hizo falta poseer espíritu crítico, información y conocimiento como para moverse por el universo digital. Y nunca tanto como ahora ha sido tan sencillo ser manipulado e influenciado en momentos de nuestra vida en los que bajamos la guardia, ya no hablemos en la adolescencia.
Lo más peligroso de todo es pensar que, con experimentos como estos, con la publicidad que deciden mostrarnos, con las invitaciones que optan por hacernos llegar, y vendiéndonos que la red nos hace libres, están cercenando nuestra capacidad de elección.
Que nadie decida por ti.
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