11M versus JM
Por José Luis Muñoz , 12 marzo, 2021
Con tanto ruido de las señoras Arrimadas y Ayuso, esa efeméride del 11M ha sido relegada a segundo plano. Han pasado 17 años del mayor atentado terrorista de la historia de España en respuesta a la insensata deriva de José María Aznar que metió al país en el avispero iraquí pese a la contestación masiva de toda una sociedad que tomó las calles para pedir que esa aventura diseñada por el trío de las Azores no se llevara a cabo. Oídos sordos al clamor popular y a su propio gobierno. Casi doscientas víctimas civiles a sumar a la docena de militares muertos en Irak. Macabro balance en la pechera de un egocéntrico compulsivo que en esos días perdió la razón si es que la tuvo en algún momento.
En una reciente y excelente entrevista de Jordi Évole, el que fuera presidente del gobierno hizo un eficaz autorretrato de sí mismo sin que el entrevistador tuviera que meter cuña de forma especial. El entrevistado se bastaba para desacreditarse en profundidad con sus palabras, subrayadas, como si estuviera impostando (lo estaba), y con su lenguaje corporal. El soberbio exinspector de Hacienda se cree por encima del bien y de mal y pontifica desde su estrado con su siniestra expresión, su risa de hiena y ese dedo acusador. Parecía la reencarnación de Dorian Gray.
A la pregunta de por qué se sumó a George W. Bush y Tony Blair a la invasión de Irak, esa aventura postcolonial que se saldó con cuatrocientas mil vidas, un país destrozado y un terrorismo extremo, cuando el director del CNI le había advertido de que no había evidencia alguna de la existencia de esas famosas armas de destrucción masiva (las hubo, claro, las que compró a Occidente y ya gastó asesinando a los kurdos el sátrapa Sadam Hussein ante el silencio internacional), José María Aznar contestó que tenía un multitud de informes que le decían que esas armas existían. A la pregunta de por qué razón el ministro del interior, Ángel Acebes, el que sudaba sangre en cada comparecencia porque ya no sabía qué cara poner para hacer creíbles sus mentiras, una hora antes de que la policía atribuyera la autoría a una célula islamista los atentados del 11M (y toda la prensa internacional, incluida la estadounidense) seguía diciendo que ETA estaba detrás de la masacre, el cerebro de las FAES se limitó a decir que en aquellos momentos las informaciones apuntaban a la organización terrorista vasca. Y se quedó tan tranquilo, perfectamente retratado.
José María Aznar es más que un mentiroso, es un cínico sin entrañas que niega una y otra vez lo evidente y es incapaz de decir estas dos breves frases: me equivoqué y pido disculpas. El más nefasto presidente de la democracia española, ese Fernando VII que no dudó en ponernos a todos en riesgo por hacerse esas vergonzantes fotos con Tony Blair y George W. Bush, el JM de los papeles de Bárcenas, aunque una y otra vez afirmara que nunca cobró sobresueldos, es un ególatra tan mediocre como enfermizo que uno espera ver sentado algún año en el banquillo de los acusados.
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