Por Víctor F Correas , 23 noviembre, 2015
La realidad siempre supera cualquier ficción o hecho ya acontecido. Es lo que hay. Los tiempos convulsos que vivimos quedarán recogidos dentro de algunos años como un recuerdo agrío, imperecedero.
Mientras, lo que se cuente, lo que se recuerda que ocurrió tal día como hoy, sólo sirve para avisarnos de que lo mejor y lo peor siempre están por llegar; que somos como somos, una especie sin límite con tantos sueños e ilusiones por conseguir como pesadillas y miedos por sufrir. Y así, quién sabe, hasta el día en que digamos que hasta aquí llegamos y quien venga por detrás, que arree y se atenga a las consecuencias. Si es que queda algo por arrear tras las consecuencias –demasiadas, quizás- que dejemos a nuestro paso.
Porque de salvajadas no está exento el día. Citius, altius, fortius. No olvidemos ese lema que nos viene como anillo al dedo. Sin ir más lejos hace diecinueve años, tres etíopes decidieron secuestrar un avión que cubría la ruta entre Adís Abeba y Nairobi. Los tipos querían pedir asilo político en Australia, nada menos. “No hay suficiente combustible”, les vino a decir el piloto, conocedor de lo que había en los depósitos; para hacer la ruta habitual y poco más. “A nosotros nos vas a venir con esas”, respondieron los secuestradores. ¿Qué ocurrió? Lo previsible. Los motores se pararon en pleno Océano Índico, no demasiado lejos de las Islas Comores, donde el avión se estrelló. De los ciento setenta y cinco pasajeros fallecieron ciento veintitrés. Normal.
La cosa no se detiene: hace sesenta y nueve años, la flota francesa bombardeó Haiphong. Seis mil personas dejaron de existir ese mismo día, y una nueva guerra daba comienzo, la segunda de Indochina –la primera la recrea de vicio mi admirado José Luis Gil Soto en La dama de Saigón, su última novela-, que durará hasta 1954.
Más muertos: cerca de cuatro mil y unos tres mil prisioneros, más o menos, dejó la Batalla de Tudela para las tropas españolas comandadas por el General Castaños, que tal día como hoy hace doscientos siete años, y en plena Guerra de la Independencia, se zurraron de lo lindo contra las francesas del Mariscal Lannes; sus bajas apenas alcanzaron las seiscientas. A Castaños le quitaron el mando y a otra cosa, mariposa. Todavía habría más batallas por contar.
Y dos para recordar: hoy hace setenta y nueve años apareció en EE.UU el primer número de una revista llamada a convertirse leyenda. Life es el nombre por el que se la conoce; y Fernando III, ‘el Santo’, entraba en Sevilla tras catorce meces de asedio. Ocurrió hoy hace setecientos sesenta y siete años, y con esta conquista el monarca castellano leonés alcanzaba su cenit político y militar. A partir de este momento le quedaba lo más difícil: asegurar el control de todo lo conquistado. Que no era moco de pavo.
Hablando de reyes: hoy hace setecientos noventa y cuatro años nació en Toledo uno cuya figura pasó a la historia por el enorme respeto y aprecio que profesó por la cultura. Era el décimo de los Alfonsos que reinaron Castilla y León, pero al susodicho se le conocería por el detalle anterior; un sabio que nos legó, entre otras obras, Las cantigas de Santa María.
Día que también conoció el nacimiento del músico Manuel de Falla hace hoy ciento treinta y nueve años, y el fallecimiento de Beatriz Galindo –hace cuatrocientos ochenta y uno- preceptora de Isabel I ‘la Católica’ y de sus hijos.
Sed buenos y felices, si podéis.
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