Acta de defunción del PSOE
Por José Luis Muñoz , 24 octubre, 2016
El golpe de estado antidemocrático que se ha producido en el PSOE, con la defenestración por parte del comité federal del secretario general elegido en primarias por los militantes, tenía un único objetivo que se va a cumplir en los próximos días: dar el gobierno de la nación al partido más corrupto de la historia de España, podrido hasta sus cimientos, pero al que una parte importante de la ciudadanía, que parece importarle muy poco la ética, sigue votando de forma machacona. Lo hacen, lo de abstenerse, por el bien común, por España, ese grupo de patriotas que nos condena a cuatro años más de PP.
La batalla la ha ganado un Mariano Rajoy, Don Tancredo, que no ha movido una pestaña (al final su estrategia de no hacer nada y que las cosas sigan su curso le están dando resultados) y el ala derechista del PSOE, esa vieja guardia carca y reaccionaria que está próxima al PP. Enfrente de esos 136 votos que, avalando la abstención, entregan el gobierno de la nación a un partido imputado por diversos delitos (caso único en Europa), están los militantes y los votantes que sienten que su voto ha sido traicionado por esa cúpula de infames a los que el Pablo Iglesias fundacional correría a gorrazos por la sede de Ferraz.
Hoy se alaba mucho el papel del PSOE en la transición, fruto de una épica completamente inventada. Al partido refundado en el congreso de Suresnes, que aparcó el socialismo para abrazar la socialdemocracia, no se le vio jamás, y lo digo con conocimiento de causa, ni en las fábricas, ni en las calles, ni en la universidad plantando cara a la sanguinaria dictadura franquista. Otros fueron los que pusieron los muertos, fusilados, torturados, heridos y detenidos para que el PSOE de Felipe González, el de la chaqueta de pana y puro en la boca, asumiera el poder e hiciera en España lo que la derecha no se atrevería nunca a hacer, la reconversión, eufemismo de desmantelamiento, del tejido industrial. El PSOE fue un eficaz peón, el que hizo el trabajo sucio, al servicio del sistema capitalista, y, de paso, nos metió en la OTAN. Felipe González demostraba ser un gran estadista y fue tan progresista que hubo de enfrentarse a cinco huelgas generales, cuando todavía había sindicatos en este país.
El último bandazo a la derecha del desgastado partido aclara las cosas y resitúa las fronteras entre derecha e izquierda. La izquierda española, la de verdad, la progresista, ya no puede contar para nada con un partido vendido al sistema que carece de democracia interna. Una entrevista del siniestro jarrón chino Felipe González bastó para descartar de forma definitiva la alternativa de progreso que Pedro Sánchez no pudo ni siquiera explorar porque estaba atado de pies y manos, y ese PSOE que ahora reina en Ferraz está mucho más próximo a la derecha que a Unidos Podemos, al que ha ninguneado porque es el real adversario político a batir y al que odia con toda su alma. El peor enemigo del PSOE es su vieja guardia (González, Guerra, Corcuera, Leguina, Bono…) que llevan al partido por el camino de su disolución. Proféticas van a ser las palabras de Pedro Sánchez cuando dijo que los pésimos últimos resultados electorales cosechados en los últimos comicios serían históricos. Las encuestas actuales le rebajan en siete puntos el porcentaje de votos de celebrarse elecciones.
El actual PSOE, vasallo del grupo PRISA (Juan Luis Cebrián y Felipe González son, de facto, sus secretarios generales), que niega la voz a la militancia y es un comparsa de la oligarquía financiera del país, irá reduciendo su lecho de votantes hasta convertirse en un partido residual como el PASOK griego. El contubernio PPSOE, que negaban los dirigentes que ahora lo afianzan, se consolida para escarnio de los millones de votantes que han ido dos veces a las urnas para pedir un gobierno de progreso que ese comité federal les niega. El PSOE ha sido secuestrado por una camarilla de burócratas reaccionarios, que lo ha alejado incluso de la socialdemocracia, y consecuentemente entrega el liderazgo de la oposición a Unidos Podemos que desde ahora tiene la enorme responsabilidad de liderar la izquierda en España.
Los militantes socialistas del PSOE tienen dos únicas alternativas: o dan la batalla para desalojar del poder a esa satrapía que traiciona el programa electoral, o se escinde por la izquierda y forma un nuevo partido. Aún quedan bajo esas siglas históricas gente decente como Josep Borrell, Miquel Iceta, Francina Armengol, Patxi López, el alcalde de Jun, que, por el bien de los ciudadanos de España, espero den la batalla dentro del partido para reconducirlo en la dirección que quiere la inmensa mayoría de sus militantes.
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