Aguirre, la Reina Rana
Por José Luis Muñoz , 3 septiembre, 2019
Finalmente parece ser que la Rana Madre era ella. Tras muchos movimientos de cintura, y ese desparpajo chulapón que caracteriza a la lideresa del PP madrileño para echar balones fuera, la niña bonita de Jose Mari, la exministra de cultura que cambió el sexo del Nobel Saramago por Sara Mago, se sentará en el banquillo de los acusados porque un juez de instrucción ve indicios más que suficientes de corrupción para procesarla. Ya he perdido la cuenta de los expresidentes imputados y condenados de la Comunidad de Madrid, territorio que disputa el cetro a Valencia en podredumbre institucional.
Si hay una política cínica, en el caso de que sean políticos y no otra cosa, el caso de Esperanza Aguirre es paradigmático de una desfachatez que adquirió tintes grotescos cuando la reina de todas las ranas se proclamó a sí misma como la destapadora máxima de la trama Gürtel y dejó en la estacada (es decir, en la cárcel) a los hasta ese momento amigos Granados, López Viejo y González que le salieron rana.
Con la imputación de Aguirre, y también de la inmaculada Cifuentes, en la trama Púnica, se estrecha el circulo alrededor del capo, el tipo que hablaba texmex en la intimidad y ponía las patas sobre la mesa de Bush en ese periodo delirante de la historia de nuestro país en el que estuve a punto de incinerar mi pasaporte por vergüenza ajena. Las ranas que le salieron a Jose Mari se cuentan por docenas en las cárceles españolas y espero que vaya un día a hacerles compañía para solidarizarse con ellas.
Pero, y repito como un mantra, el problema no es que exista un partido como el PP, que más que partido parece una entidad diseñada para el saqueo de lo público en su propio beneficio, sino sus votantes, esos fieles irreductibles que siguen apostando por unas siglas que tienen un récord histórico de encarcelados e imputados que lo hará figurar en la lista Guinness, y lo hacen, como buenos vasallos, sin comerse ni las migajas del pastel.
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