Al señor Mas…
Por David Acebes , 1 abril, 2014
Wenceslao Ayuals de Izco
«sin […] anomalías en el discurso.»
José Moreno Villa.
A raíz de la muerte de Adolfo Suárez, casi todas las plumas de este país han citado el famoso discurso pronunciado por este, al cierre de la campaña electoral de 1977. Escrito por un joven Fernando Ónega, este discurso, con su certero «puedo prometer y prometo», supuso un empuje definitivo para la elección de Suárez, convirtiéndose, con el transcurso de los años, en otro de los símbolos de nuestra mitificada transición española.
Tendencias políticas aparte, el breve y hábil discurso televisivo caló entre los espectadores, gracias, sobre todo, al hallazgo poético de su bella anáfora. Hasta en siete ocasiones pone Ónega en boca de Suárez su machacón «puedo prometer y prometo». Y es que, a día de hoy, ya nadie duda que dicho recurso retórico engrandeciera el discurso del ex Presidente, aportando a sus palabras cierta gracia lírica y un toque distintivo.
Por tal motivo, a nadie extraña que en los últimos años los más importantes políticos de talla mundial (sic) hayan encomendado sus discursos a jóvenes y prometedores poetas. Así, el primer ministro británico, David Cameron, contrató en 2012 a Clare Foges, una joven poetisa de 31 años, para que escribiera sus alocuciones parlamentarias. Segundo puesto en un prestigioso certamen internacional de poesía, esta joven heredera de Blake y Wordsworth –a la que los periódicos de la oposición tachan de atractiva y muy tradicional- ha renovado el vocabulario del primer ministro, hasta el punto que el mismísimo “The Daily Mail” ha tildado de memorables alguna de las últimas frases de Cameron. Verbigracia, el discurso pronunciado este mismo año en Bruselas y en el que el “premier” británico anunció un espinoso asunto: la consulta, si sale reelegido en 2015, sobre la salida de Reino Unido de la Unión Europea. Para el pueblo anglosajón, su «es hora de dar la palabra a los británicos» hizo tanta mella como el «Yes, we can» en los norteamericanos.
Como no podía ser menos, también Obama contrató a un joven poeta como «speechwriter». Se llama Jon Favreau, 31 años, y es la pluma a la que debemos las palabras con las que el Presidente de los EEUU logró cautivar a millones de norteamericanos hasta alcanzar la Presidencia. Es más, aun siendo licenciado en Ciencias Políticas, tanto el New York Times como el Newsweek se refieren a él con el título de «Poeta».
Dicho esto, y visto el tono habitual de los discursos de nuestros actuales políticos nacionales, no digo yo que los Rajoy y compañía debieran andar más listos y contratar a poetas y escritores de verdad para que pulan y den un poquito de lustre literario a sus palabras. Y no crean que me estoy ofreciendo voluntario para tal menester, aunque comprobando los emolumentos que cobran tanto Clare Foges como Jon Favreau, desde luego que no estaría nada mal. Lo que propongo es que nuestros políticos nacionales buceen en las siempre fructíferas aguas de nuestra historia literaria, con el objetivo de encontrar pequeños tesoros o joyas con las que adornar sus discursos. Algunos, como el Ministro Wert, ya lo han intentado en alguna ocasión. Recuerdo cuándo parafraseó a Miguel Hernández con un desafortunado «yo, como el toro, me crezco en el castigo». Pero ni el tono ni el momento eran los adecuados, así que, por bien de nuestra Cultura, lo pasaremos por alto…
Por si nuestros políticos no estuvieran duchos en la materia, propongo un ejemplo. La próxima vez que Artur Mas pida más a Rajoy; más soberanía, más margen en el déficit macroeconómico, más recursos, más más… Entonces, sugiero que Mariano Rajoy olvide su acostumbrado tono monocorde y aburrido y recite desde la palestra del Congreso de los Diputados, el siguiente soneto, escrito a mediados del siglo XIX por un poeta satírico español, Wenceslao Ayuals de Izco. Leamos:
«Mas, por santo Tomás, no digas más,
que más en mi intención dar más al mes
que menos, Mas ¡oh más!, también tú ves
que el que hace más disgusta a veces más.
Mas, si un Villergas te mandé no más
y quieres más, irán, que el interés
no me ciega jamás; si quieres tres
irán también; mas no me insultes más.
Que más quiero tu afecto ¡voto a bríos!,
que el de otros, mas que vengan de París;
pues siendo Mas, más vales, vive Dios.
Mas, siento que tu afecto esté en un tris…
No hablemos más; de hoy más ¡oh Mas!; los dos
no comeremos más que en un anís.»
Fíjense ustedes. Este soneto, con más de doscientos años de edad y titulado «Al señor Mas», bien podría ser puesto en boca de Mariano Rajoy, como respuesta a las aspiraciones soberanistas del presidente catalán. Leamos entre líneas: Cansado de las reiterativas súplicas del señor Mas, diría Rajoy: -Por santo Tomás, señor Mas, no pidas más, que es mi intención darte más al mes… Pero, eso sí, siempre que no te pases, pues, pidiendo tanto, resultas pesado, que el que hace más disgusta a veces más… Y, seamos sinceros, respondiendo a la política estatal desde comienzos de la democracia, siempre acabas recibiendo más… Si quieres tres, irán también, por lo que, tío, dame un respiro y no me insultes más. Lo que quiero es que nos llevemos bien, para que los de la Unión Europea me dejen tranquilo («mas que vengan de París»)… Y no sea que con tanta guerra dialéctica, con tanto pedir más, al final todo se vaya al carajo («nuestro afecto en un tris») y nos quedemos tú (Señor Cataluña) y yo (Señor España) sin nada, esto es, los dos comiéndonos un anís…
¿Se imaginan esta plausible intervención parlamentaria? Sería del todo punto memorable. Nada más que añadir y nada que replicar. Así que adelante, señoras y señores políticos de nuestro país, lean a nuestros clásicos, lean a nuestros autores contemporáneos, a los jóvenes poetas de hoy, no sea que en sus palabras encuentren inspiración y, por una vez, sean capaces de hilar un par de frases brillantes «sin anomalías en el discurso»…
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