Algo sobre Coda
Por Marta Ailouti , 5 diciembre, 2014
Voy a empezar por el final, porque algunas cosas son así de caóticas. Lo es The walking dead, donde todo pasa a veces sin ninguna razón, como su innecesaria cuarta temporada, y la serie se vuelve especialista en crear picos. Capítulos muy planos, donde no ocurre prácticamente nada y uno se desquicia con la inanidad de sus personajes y otros, acentuados por aquellos, donde sí que pasan cosas, de un modo más o menos determinante, e incluso, a veces, demasiado rápidas o forzadas. En el equilibrio entre ambos encuentra The walking dead esa irregularidad que a mí me desespera pero que, en cuestión de audiencias, parece darles resultados.
Sea como sea, Coda, el final de la mitad de su quinta temporada, es un poco fusión de ambos. Los acontecimientos pegan el salto que uno puede esperar a estas alturas pero es un salto flojo. No tanto por el qué, si no por el modo y su propia justificación. Y eso que el inicio de este octavo episodio prometía otra cosa. Personalmente esperaba algo más. Más efectos especiales, más disparos, más gritos, más zombis. Más, en general. Porque a veces, y esto pasa también con el resto de episodios, da la sensación de que The walking dead fuera capaz de contagiarse del hastío de sus propios muertos, que chocan una y otra vez contra la misma pared. Tampoco ayudan demasiado sus personajes. Ni los principales, que no brillan con luz propia cada vez que los separan. Por supuesto que hay excepciones. Especialmente Michonne. Pero también Daryl. Y a veces ni siquiera ellos. Ni los nuevos, incapaces de aportar absolutamente nada.
Dicho esto, no es que todo en la quinta temporada haya sido malo. De hecho, probablemente porque tengo la cuarta muy reciente, el balance me resulta ligeramente positivo. Aunque es verdad aquello de que lo mejor se quedó en su principio, en el que, a pesar de la desigualdad de opiniones, incluyo la trama del hospital, no tanto su razón de ser. En el peor de los casos uno se plantea para qué le han estado contando ciertas cosas o presentando determinados personajes. Porque esto es al final donde más flojea la serie. En conversaciones totalmente innecesarias o determinadas tramas que se queman demasiado rápido en vez de profundizar en ellas y tratar de confrontarlas, no solo de una manera física. Hay de fondo un problema de justificación que tiene que ver con los tiempos de la narrativa. A mayor tiempo, mayor importancia. Algo así como que vuestro equipo de fútbol fiche a un jugador del que lleváis todo el verano oyendo hablar y luego no juegue porque no es tan bueno. Imaginad entonces que club, entrenador e incluso medios ya sabían que no jugaría. Pues un poco así, me quedo yo con ese final, que deja a sus personajes, más o menos, donde los teníamos y hacen replantearme qué han querido contarme.
Y quizás no sea para tanto. El problema es que me faltan más interacciones, más acción y mucha más tensión. Me falta una amenaza que no lo sea. Que duden y se cuestionen a sí mismos. Personajes carismáticos capaces de convencer y sembrar algo de caos. Que se rompan. Que se enfrenten. Que no se conformen y que busquen. Porque a veces, no vale con sobrevivir. A veces hay que dar mucho más. Y si no me lo van a dar, quiero al menos disparos, zombis, y puñados y puñados de entretenimiento. Porque ingredientes tienen de sobra.
Mientras tanto a algunos les quedarán sus comic, algo pendiente, o sus videojuegos, una auténtica delicia con advertencia incluida: causa adicción.
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