AMLO Obrador y sus obras
Por Francisco Collado , 27 marzo, 2019
La noticia destila un surrealismo atroz. El ínclito presidente de México solicita que el gobierno español pida perdón por sucesos acaecidos hace 500 años. Sevicias que, al parecer no han prescrito, y arrastran los españoles como pecados sin penitencia. López Obrador se ha subido a ese esperpéntico carro; tan de moda entre las ideologías decadentes; que hace responsables de acciones del pasado a personas o entidades del presente. Pero no de un pasado reciente o mensurable. Las peticiones de culpabilidad se refieren a épocas y concepciones del mundo ya superados. Percepciones de la humanidad distantes de los modos actuales. Cuando los castellanos llegaron a mesoamérica, los mexica se encontraban; a pesar de sus muchos avances; mucho más atrasados que éstos. Venían acompañados de tlaxcaltecas y totonacas (esos perros traidores), que estaban hasta las gónadas de la hegemonía y los tributos de la Triple Alianza. Pero no fueron los únicos aliados con que contaron los invasores. Las enfermedades que portaban, los animales desconocidos como caballos y perros, la superioridad armamentística y la hambruna provocada por los españoles, fueron los factores que permitieron sobrevivir a los recién llegados. Pero su aliado más importante fue el imaginario mexica. La casualidad hizo coincidir ciertos presagios con el teórico regreso del dios Quetzchacóalt, encarnado en Hernando Cortés. De no haberse dado todos estos factores, la historia hubiera sido muy distinta. Algo de ello atisbaron los españoles, cuando en la “noche triste” las tropas aztecas les dieron lo suyo y lo de un bombero a los saqueadores. La tropa hispana, se ahogaba en las aguas de la laguna. Mientras huían, cargados con el peso de los tesoros robados. Cortés y los suyos no eran necesariamente trigo limpio. Villanos ansiosos por ascender en la escala social, buscadores de vasallos, gañanes de toda índole, de condición social desmedrada, veían en esas tierras la posibilidad de satisfacer sus ambiciones y ascender a privilegios improbables en Europa. El embate cultural debió ser terrible. Dos imperios teocráticos, con la religión como motor fundamental de su existencia. Dos mentalidades feudales enfrentadas. De una parte el fanatismo y providencialismo de los castellanos, aún con rescoldos del espíritu de cruzada, capaces de llegar en su pragmatismo a efectuar actos terribles para aterrar al enemigo. De la otra, los actos execrables que formaban parte del corpus vital de los mexica y su teología cotidiana. Los abominables sacrificios humanos, donde extraían muy lindamente los corazones palpitantes, culminando en un festín donde se papeaban diversas partes de los cuerpos, teniendo el detalle de cocerlos previamente. También acostumbraban aquellos sacerdotes; que presumimos bastante hediondos por su contacto permanente con la sangre seca; a vestirse con la piel desollada (y sangrante) de sus víctimas en los sacrificios de Xipe Tótec. Entre otras lindezas.
En su defensa, habría que añadir que todas esas atrocidades eran fruto del miedo a que no volviera a salir el sol y todo su mundo quedara destruido. No es extraño que los pueblos sometidos por el imperialismo de los mexica, condenados a las guerras floridas; donde eran capturados cientos de prisioneros para formar filas, como ganado conducido al sacrifico ritual; se aliaran con los infames extranjeros. Aunque fueran capaces de organizar matanzas como la de Cholula y dormir después, tranquilamente, mientras evangelizaban. Los vencedores siempre practican un proceso de aculturación, mediante el cual una cultura pierde sus rasgos y su identidad, incorporando a su mundo elementos extraños. Los vencidos asimilan; por imposición; los rasgos de la cultura vencedora. Es la eterna historia de la humanidad. Ningún país o gobierno es responsable de los actos que otros realizaran con la visión del mundo y la cultura de hace quinientos años. Ahora, si me perdonan, voy a presentar una reclamación contra los descendientes del conde Don Julián, por facilitar la conquista de España a las hordas bereberes. ¿Que importa que sucediera en el año 711? ¡A pedir perdón…leches!
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