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Atrapados en las redes sociales anónimas

Por Silvia Pato , 25 junio, 2014

Las redes sociales anónimas se están multiplicando como una plaga. Su incremento en los últimos tiempos es tal que, de seguro, averiguaremos antes los conflictos legales que se generarán por su causa, que los problemas psicológicos que fomentan y suscitan. ¿O acaso hay alguien que aún dude que el anonimato, la mayoría de las veces, hace salir lo peor de cada ser humano?

Historias de ciencia ficción como El hombre invisible (The Invisible Man) de H. G. Wells, y sus posteriores adaptaciones cinematográficas, han especulado sobre la forma de actuar de cada uno de nosotros en caso de obrar en la sombra. En un tiempo en el que la conciencia no tiene buena fama y en el que la autocomplacencia y el hedonismo reinan por encima de otros preceptos como la ética, los principios o la solidaridad, ser invisible se convierte en una tentación para muchos que, de tal forma, demasiado cobardes en la vida real como para dar la cara, suplen carencias y frustaciones de lo más variopintas a través del anonimato. Y hoy en día, gracias a las tecnologías, es más que posible.

Dejando al margen el uso de las redes sociales anónimas en los lugares donde la libertad de expresión es inexistente o perseguida y donde se viven otro tipo de situaciones políticas, y centrándonos en las sociedades occidentales actuales, el panorama es desalentador.

Seguramente, la red de este tipo más conocida por la mayoría de la gente sea Ask.fm, donde, con una edad mínima para su uso de 13 años, se produce una extraña combinación en la que algunos usuarios abriendo su cuenta con el perfil real, realizan cuestiones de forma por completo anónima; como resultado, se preguntan todo tipo de curiosidades o barbaridades al sujeto que, en un alarde de egocentrismo y de exhibicionismo, y a menudo carente en su vida diaria de las atenciones que demanda en la red, contesta por doquier. Por si fuera poco, Ask.fm ha sido el centro de atención en los últimos años por los adolescentes que se han suicidado tras haber sufrido acoso a través de ella. Muchos padres seguramente se asombrarían de encontrar las preguntas que contesta alguna de sus hijas menores con total desinhibición, inconsciencia y la falsa seguridad de creer que los adultos son tan ignorantes en lo que respecta a Internet que no las verán en la vida. Sin embargo, Ask.fm se ha convertido en la punta del iceberg.

paper-283676_640Han nacido aplicaciones cuyo único motor son los secretos, rumores y escándalos comentados por personas anónimas, en la peor versión del patio de vecinos, de la forma desinhibida  que propicia que se desconozca quien lo escribe, así como la utilización de cualquier medio virtual. En ellas, los usuarios siguen las normas de comportamiento de plataformas como Facebook, con sus «me gusta», sus comentarios y demás hábitos digitales.

Secret, Whisper, Confide, Rumr  y Snapchat son ejemplos de algunas de ellas. Ya sean a nivel global o en un círculo de «amigos» donde los secretos, imágenes y mensajes se van destruyendo, la tentación del anonimato y la falsa valentía que este infunde son alimento para un sinfín de problemas que, minimizando la importancia de estas cosas como el mercado suele hacer, cuando el mismo mercado provoca que nos preocupemos sobremanera por nuestra huella digital, no es difícil augurar que veremos cómo siguen incrementándose en el futuro.

Las mismas empresas que generan el problema de qué sucede con nuestra información y lo que subimos en la red, en vez de abordarlo de forma adulta, siguen capitalizándolo, y ofrecen otros productos donde nos dicen que continuemos alimentando su negocio, que siendo anónimos ya nos han solucionado el problema.

¿Qué seguridad existe de que esas plataformas que dicen eliminar los datos realmente lo hacen? Desengáñemonos, en muchas ocasiones nos venden una seguridad ficticia para tranquilizar conciencias, solicitando un ejercicio de fe, y tratándonos como a críos con juguetes nuevos que desconocen por qué se iluminan sus luces cuando apretamos determinados botones.

Caldo de cultivo para el acoso, el bullying, el sexting, las difamaciones y la divulgación de secretos de carácter profesional, las redes sociales anónimas se convierten en un medio preocupante si tenemos en cuenta que la mayoría de sus usuarios son menores de 25 años, y que normalizarán su uso cuando sean plenos adultos, con todo lo que ello conlleva. La preocupación no es exagerada; al fin y al cabo, todas ellas aluden a lo tentador que resulta el cotilleo y el chisme, sin tener que responder por lo que se difunde o comenta. Como resultado, facilitan la desaparición de la empatía y la omisión de una conducta responsable, como la reunión de un montón de niños jugando con fuego, cada cual encendiendo su propia mecha.

¿Hasta qué punto hemos llegado para haber alcanzado la dicotomía de que, en un mundo en el que las personas jamás han tenido semejante capacidad de conexión las unas con las otras, se encuentren realmente tan solas y aisladas de su entorno físico que necesiten acudir a la expresión anónima de sus sentimientos o preocupaciones más íntimas?

¿Hasta qué punto se ha banalizado la amistad como para otorgar con tal facilidad el título de amigo y vivir en la creencia de que miles de internautas se lo merecen?

¿Hasta que punto nos deshumaniza aquello que más debería humanizarnos?


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