Australia se encuentra dividida ante las medidas que permiten la pesca y matanza de tiburones
Por Lucía Berruga Sánchez , 17 abril, 2014
Los océanos de Australia son el lugar de paso de delfines, ballenas y tiburones en las épocas anuales de migración, así como medusas muy venenosas y varios animales marinos potencialmente peligrosos para el hombre que convierten la costa australiana en una de las más peligrosas del mundo.
A pesar de que se han duplicado los ataques de tiburón en los últimos 20 años los australianos siguen teniendo al mar como una parte esencial de su día a día, ya no solo por la cultura surfista, sino también por otras actividades como el submarinismo, el remo o la natación oceánica. Aunque quienes realizan dichas actividades afrontan el riesgo que ellas conllevan las autoridades buscan la forma de reducir los incidentes; es por ello que el pasado diciembre el Gobierno del Estado de Australia del Oeste instaló más de 70 bollas con un cebo clavado a un arpón para atraer a los tiburones y atraparlos, permitiendo a los pescadores matar a aquellos que midan más de tres metros de largo. Además la medida permite disparar contra tiburones tigres y blancos, así como contra los tiburones toro, a pesar de que las dos últimas especies están clasificados como especies vulnerables en Australia.
Ello ha desatado una gran polémica en el país, haciendo que grupos ecologistas y aficionados del sur se levanten en defensa de los escualos tras esta decisión, juntando manifestaciones de hasta 6.000 personas que han tomado la playa de Perth, la capital de la región.
La medida, que empezó como algo eventual hasta finales de este mes de abril, podría ser ampliada en el tiempo durante los próximos tres años, como ha solicitado Colin Barnet, el primer ministro de Australia del Oeste, porque así “los bañistas tendrán más seguridad cuando acudan al agua” a pesar de que la comunidad científica afirma que el aumento de los ataques se debe a que cada vez más personas hacen uso de las playas.
Hasta el momento la medida ha conllevado que 110 tiburones queden atrapados, de los cuales 14 murieron al instante y 31 fueron abatidos por los pescadores, quedando el resto liberados.
El debate está abierto: “Sacrificar tiburones reducirá los ataques, pero solo porque se reducirá su número, y esa no es la solución”, asegura Piers Verstegen, director del Consejo de Conservación de Australia del Oeste, que además lamenta que las autoridades no hayan priorizado opciones “no letales”, como sistemas avanzados de detección de escualos o campañas de información a los bañistas.
A él se le une la voz de la organización ecologista Sea Shepherd, cuyo director, Jeff Hansen, denuncia que el Gobierno haya pagado más de 600.000 dólares (uno 404.000 euros) a un solo pescador por recorrer las boyas durante cuatro meses y abatir a los escualos: “Le están pagando 5.700 dólares [casi 4.000 euros] al día. ¿Cuántos investigadores, cuántos vigilantes en las playas podrían pagar con ese dinero?”, pregunta.
La organización ha elevado la cuestión hasta el Tribunal Supremo, donde Hansen recuerda que “los tiburones han habitado los océanos durante millones de años y han determinado la evolución de todas las especies por debajo de ellos” y que un océano sin tiburones es un océano enfermo.
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