Basta de pirómanos
Por Jordi Junca , 3 marzo, 2016
Perdonad, pero alguien tenía que decirlo. Que ya está bien. Que se acabó.
Que basta de chispas lanzadas con retorcida precisión sobre las hojas secas y la pinaza. Basta de piedras que se golpean a propósito sobre un lecho de ramas muertas. Basta.
Basta de colillas presuntamente olvidadas al otro lado de la ventanilla del coche. Y hablando de cristales. Basta. Suficientes juegos de espejos, concavidades, convexidades, distorsión intencionada de la imagen original. Y digo basta.
Basta de tirar la piedra y esconder la mano. Basta de moldear a las masas como si éstas estuvieran hechas de barro. Ahora ya sí. Se acabaron las sonrisas socarronas bañadas en cinismo, aquellas máscaras tras las cuales se esconde el corazón palpitante del carbón todavía al rojo vivo.
Basta. Nos bastan y nos sobran. Los incendios provocados por la interrupción de un rayo a través de una lupa. Gruesa lente que todo lo cambia, según el ojo que la mira, según la distancia, incluso según la perspectiva.
Basta. Seamos serios y, sobre todo, responsables. Pues igual que se queman los bosques, pueden quemarse las sociedades. Las mismas chispas, unas físicas y otras quizás metafóricas, pero ambas idénticas en sus consecuencias fatales. Así como ninguna culpa tienen los árboles, ninguna tienen las personas.
Y en efecto. Este es un llamamiento a aquellos que manejan las noticias, las exclusivas, los datos. Dejen de mirar las cosas con su propio filtro o, por lo menos, dejen de retocar las fotografías justo antes de mostrarlas. Basta de propaganda en el más infame de los sentidos. Si no recuerdo mal, así fue como cierto partido arrastró hacia cierta causa a millones de alemanes. Después ya fue cuando vino el más extenso de los fuegos.
Así que basta. Detengámonos, ahora que todavía estamos a tiempo. Gritemos bien alto: basta de pirómanos. Los de un lado, los del otro. Pues al final las llamas nos afectan a todos del mismo modo. No importa si fuiste azul, rojo, púrpura, o naranja, si todo cuanto queda es el gris de las cenizas.
Y bien es cierto. Es posible que en este preciso instante el incendio ya se haya propagado y llevado consigo algunas hectáreas. Pero todavía no es demasiado tarde. A pesar de todo, seguimos estando a tiempo de extinguir el fuego, aunque antes necesitamos asegurarnos de que esos pirómanos no vuelven a provocarlo.
Españoles. En los días que corren, precisamos más que nunca la inocente transparencia del tranquilo transcurrir del arroyo, su superficie cristalina sin trampa ni cartón. O bien, si se quiere, la espalda plateada, lisa e impoluta, de un espejo todavía por estrenar.
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