Calorcito.
Por Miriam Alonso , 11 febrero, 2018
Es incluso incómodo cuando te das cuenta, pero lo tuyo va en serio.
Hemos abandonado la pasividad. Nuestros avances literarios, nuestra carrera, escribir, ya no depende de elementos ajenos, de horarios de oficina, interrupciones, distracciones, de cosas ordinarias. No. A día de hoy si no escribes es porque no has querido. Ahora nosotros ponemos los horarios y de nuestro sudor depende que el barco flote o se hunda en el mar de los miserables.
Tomar las riendas de nuestro destino profesional es complicado, más cuando hablamos un mundo complicado, con gente complicada, donde a veces hay escándalos complicados —¡Plagio! ¡Huy qué tos!— y muchas complicaciones complicadas, pero algunos, en determinado momento, lo hacemos.
Una cosa que me cae muy simpática en lo referente a esta apuesta por escribir que hice cuando no volví al trabajo terminada la excedencia, es cuando personas desconocidas que escuchan un retal de mi historia, dicen eso de que la decisión que he tomado es de valientes. A mí no me lo parece, para nada, me parece que la movió el miedo y tener miedo es lo contrario a ser valiente, pero es verdad, el miedo la movió: no quise asumir las cosas como eran, la ansiedad que me generaba una vida profesional sobre la que no tenía voz ni voto, el imaginarme donde estaba, en un trabajo sin futuro pero estable, que pagaba los gastos —justito todo, no nos emocionemos— durante doce años y seguir allí otros doce, sentada en mi silla, donde el techo me empujaba la cabeza contra el teclado para que siguiera gestionando facturación. No había lugar para ser otra cosa porque no había espacio para crecer. Solo podía descubrirme cada día en el mismo sitio, asfixiada, perdiendo la salud por el sueño de otro.
Lo de la salud fue literal. Su combinación con la desidia, fueron los factores que indujeron el cambio, que hicieron realidad la fantasía enorme donde me sumergía, de cuando en cuando, al pensar: ¿qué pasaría si lo dejara todo, si me mudara y apostara por hacer lo que me gusta?
Pensé que muchas personas a mi alrededor no comprenderían lo que estaba haciendo. Creí que tendría una fila de familiares tachándome de loca, de inconsciente —en mi familia es que lo hacemos todo muy juntos—, pero me ha sorprendido las felicitaciones y los ánimos que recibo de ellos, de mis vecinos, amigos y algún que otro curioso.
Por eso quería escribir estas palabras aquí, tan cargadas de verdad, para agradecer a cuantos abren un poco su mente y en estos tiempos donde parece que si no produces dinero a corto plazo no eres nadie, te felicitan por ser rebelde, salir del guion y dar ese cambio a tu vida que tanto acojona.
He descubierto, para mi regocijo, que a algunos se les ilumina la mirada cuando escuchan que a ratos se pasa mal, pero ahí estamos, peleando. Sobre todo me gusta porque creo que también ellos se plantean romper con cuanto les desagrada, comienzan a estudiar números, a plantearse posibilidades. Se plantean, quizá, que hay formas distintas de hacer las cosas, formas que asustan, pero son válidas igualmente.
Gracias por vuestro apoyo, de verdad. Da calorcito.
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