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Cómo pensar sin aire acondicionado

Por Carlos Almira , 4 julio, 2017

Cuando dormimos y soñamos, estamos en nuestro mundo. Cuando despertamos, estamos en el mundo de los otros. Así decía Heráclito. Yo interpreto el mundo de los otros como el mundo que todos compartimos. Puesto que si es verdad que tenemos un mundo común es porque, por ejemplo, si hace frío o calor en él, todos lo percibiremos, aunque cada uno de diferente manera y con distinta intensidad. Sin embargo, yo puedo soñar que me congelo en medio del desierto, o que muero de sed rodeado de ríos. El desierto y los ríos que están en nuestro mundo común, y que se me impondrán en cuanto me despierte, no tienen por qué entrar en mi sueño. Los griegos sacaban de aquí, al menos dos consecuencias que yo creo son muy importantes, y que tienen aún el sabor de los Mitos: la primera, que el mundo de los otros, nuestro mundo común, es un orden (un cosmos); y la segunda, que gracias a que es un orden, y a que nos concierne a todos, gracias a eso podemos hablar y pensar de acuerdo con la misma razón, cuando estamos despiertos. Y si yo digo que hace frío en mi sueño, nadie va a oírme, pero si me oyera, no podría desmentirlo. Pero si yo digo que hace frío aquí y ahora (en Granada, hoy, 4 de julio), como estoy en el mundo común, sí podrán darme razones y hasta pruebas de que estoy equivocado.

Pues bien. Nuestra sociedad (que tanto ha denostado a la Filosofía y que tanto la necesita ahora, aunque sea bajo la fórmula de los libros de auto-ayuda), se ha alejado hace mucho tiempo de los griegos, también en esto. Y se fundamenta en el relativismo y el egoísmo. El primero, viene a negar en el ámbito de la práctica la existencia de un mundo común: no hay un orden compartido de principios, normas y valores, susceptibles de ser propuestos racionalmente como universales («humanos»). El segundo, en perfecta sintonía con esto, afirma que lo que cada ser humano (individuo) debe hacer, si quiere favorecer al conjunto de la humanidad, es buscar sólo y exclusivamente su propio bien personal, entendido como beneficio y bienestar, utilizando la razón como mero instrumento. Lo cual también presupone, exige, que no haya un mundo común, y menos aún, un cosmos como el que describían los griegos.

Pero curiosamente, también es nuestra sociedad la que ha elevado las Ciencias llamadas positivas, y su aplicación tecnológica, al escalón más alto de las realizaciones humanas. Sustituyendo el mito del Cosmos por el mito del Progreso, ha reservado el mundo común, de los otros, del que hablaba Heráclito, a la Naturaleza (y en parte, de la Economía, como una segunda Naturaleza sacrosanta), y ha relegado al ámbito del sueño todo lo que tiene que ver con las normas, la moral, la Ética, el Derecho, la Religión, etcétera. Así, como hijos de nuestra sociedad y nuestra época, nosotros estamos despiertos cuando encaramos los hechos de la Física, la Medicina, la Economía, pero al mismo tiempo, estamos dormidos cuando nos enfrentamos a lo justo y los injusto, lo bueno y lo malo, etcétera, como si estos fueran nuestros reinos particulares. Somos pues, como sonámbulos caminando por un precipicio.

Los griegos de la Antigüedad pensaban que, una vez vencido y superado Caos por los dioses y por Cronos, sólo los seres humanos podían escapar con sus acciones y pensamientos, al orden del Cosmos, es decir, al Orden del mundo de los otros. A esto lo llamaban Hibris (soberbia, desmesura). Pero si lo hacían, entonces debían enfrentarse al Destino (Moira), y finalmente, a Némesis, a la catástrofe y la destrucción. No sólo quienes así se sustrajeran al orden, sino el conjunto de su sociedad.

En la nuestra hay, en mi opinión, un problema grave, no ya de razón sino de límites y de supervivencia. Pues, ¿dónde está el límite entre nuestro mundo del sueño y el mundo común de la vigilia? Si por ejemplo, en nuestro mundo común hay un problema de calentamiento global y de aridez (cambio climático), ¿no puedo yo relativizar, «usando mi libertad individual», y decir que esto no me incumbe y que, por lo tanto, no es importante, pues yo dispongo de aire acondicionado, o puedo pasar el verano en un país más frío? El aire acondicionado, como las Agencias de Viajes de lujo, y el propio Clima, pertenecen a nuestro mundo común. Pero que yo considere o no negativo el Cambio Climático, es algo que me compete a mí sólo, aún más que las figuras de mis sueños.

Si Heráclito viviera, quizás diría hoy: Dormidos estamos en nuestro mundo; despiertos, en el mundo de los otros; pero como individuos, estamos en una realidad virtual. Somos como sonámbulos caminando por un precipicio.

 

 

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