Cómo y para qué comer la oreja a alguien
Por Víctor F Correas , 13 octubre, 2015
Razones para comer la oreja de alguien: propagar rumores interesados, hacer partícipe de cualquier confidencia a la persona más cercana o interesada, pasar una noche al lado de una conquista… Diversas, distintas, las hay de todos los colores.
Se come la oreja de quien se desea obtener algún tipo de rédito, sea cual sea su naturaleza, a sabiendas de que se va a ganar algo. La escena puede ser semejante a esta: dos tipos sentados junto a un reconfortante fuego, uno mirando las brillantes ascuas con gesto pensativo; el otro, con una copa en la mano, observando a su interlocutor con interés después de socavar a conciencia, con calma pero sin pausa, lo que le viene rondando la cabeza desde hace tiempo. Que de eso se trata de comer la oreja a quien corresponda: picar piedra, realizar un trabajo silencioso y tranquilo consciente de que los resultados no tardarán en llegar. Y aquellos dos tipos lo tenían claro: había que esquilmar a un tercero, y si era posible, borrarle de la faz de la tierra no sin antes desplumarle a base de bien. Los dos tipos resultaron ser Felipe IV ‘el hermoso’, a la sazón rey de Francia, y Clemente V, papa de Roma y también francés. El tercero, el pardillo al que chupar hasta la última gota de su sangre, la Orden del Temple, que con la caída de su último bastión en Tierra Santa –San Juan de Acre- perdió su razón de ser a ojos de aquellos dos. El rey Felipe la veía como un estorbo para sus planes de hacer una Francia, grande y libre; además de que debía hasta la camisa a la Orden. Solución: confiscar sus bienes y detener a sus miembros. Y ahí entra en juego el papa Clemente V, que no pudo decir más que amén a los regios designios. Así que tal que hoy hace setecientos ocho años, Jacques de Molay, Gran Maestre de la Orden, y sus últimos caballeros fueron detenidos. Les esperaban siete años de proceso –torturas incluidas-, que iré relatando conforme vaya avanzando. Que tiene guasa.
El trece de octubre comienza así de ruin. La naturaleza humana. Y no mejora. Hay de todo: desde un avión que se estrelló tal que hoy hace cuarenta y tres años en el Glaciar de las Lágrimas, en medio de la nada de los Andes, y en el que viajaban los miembros de un equipo de rubgy que brindaron a la humanidad el mayor ejemplo de supervivencia que nunca se haya conocido; pasando por un colérico tipo al que hoy hace cincuenta y cinco años no se le ocurrió nada mejor para expresar su malestar que golpear el estrado desde el que hablaba. El tipo en cuestión era Nikita Kruschev, mandamás de la URSS del momento; y terminando con otro que hoy hace doscientos veintitrés años colocó la primera piedra de su futura casa, en cuya construcción se emplearon ocho años. Para colmo, George Washington nunca llegó a vivir en la mencionada casa, la Casa Blanca, destinada a ser la residencia del presidente de los Estados Unidos de América.
Y para concluir el repaso al días, dos nacimientos de postín, de mujeres que los tenían bien puestos. Una nació en Normandía hace ochocientos cincuenta y cinco años y jugó un papel esencial en el tablero de ajedrez que fue la Europa de su momento. Respondía al nombre de Leonor Plantagenet, aunque se la conocería como Leonor de Castilla.
El otro nacimiento ocurrió hace noventa años, y la mujer en cuestión también demostró dotes de gobierno y una personalidad que para sí quisieran muchos hombres –alguno cerca, muy cerca, sin ir más lejos-. Margaret Thatcher fue la primera mujer europea en ser ministro y la única en lograr tres mandatos consecutivos. Para bien y para mal, un ejemplo.
De todas formas, todo esto, papel mojado. Recordad que según el Calendario Gregoriano este día tampoco existió. Doctores tiene la Iglesia.
Sed buenos y felices, si podéis… U os dejan 😉
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