Cómo Zeus se convirtió en mortal: el paso del mito al logos
Por Jordi Junca , 16 abril, 2014
Desde el pasado 28 de febrero hasta el 15 de junio de este año 2014, La Caixa ofrece, en su centro cultural Caixaforum, una peculiar exposición que pretende explicar cómo los hombres del Mediterráneo abandonaron el mito cómo respuesta a las grandes preguntas. Con más de 170 piezas que atestiguan esta evolución natural del hombre, el visitante se adentrará en un viaje a través del tiempo. Se trata de un viaje que parte desde los albores de la civilización hasta la autoconsciencia del individuo; desde el nacimiento de los dioses hasta su progresiva desaparición.
Imagen del mosaico del tipo opus vermiculatum, que representa la época dorada de los filósofos atenienses.
Cuando uno deja atrás el vestíbulo del centro Caixaforum para adentrarse en las entrañas de esta exposición temporal, en seguida tiene la sensación de haber viajado en el tiempo. Las paredes son blancas y el silencio se adueña del lugar, como si de algún modo alguien o algo fuera consciente de la importancia del momento, como si este alguien o algo respetara profundamente la comunión entre el individuo actual y su pasado más remoto.
Sin embargo, lo que uno percibe en un principio es sobre todo una conexión con la Grecia clásica y, a decir verdad, entre las paredes blancas se respira básicamente clasicismo. La exposición pretende transmitir el legado de todos los pueblos que ocuparon el Mediterráneo, no obstante, y salvo excepciones, lo que nos ofrece en realidad es un viaje a través de la evolución de la cultura grecolatina. No es una queja, dicho sea de paso, pero tal vez si sea una advertencia.
En cualquier caso, en primer lugar una imaginaria máquina del tiempo nos transporta y abandona a la convulsa época de los mitos, donde los hombres todavía no alcanzaban a discernir lo natural de lo sobrenatural, donde al fin y al cabo todo se debía a la voluntad de los dioses. En efecto, la exposición empieza con una pintura mural de época romana que representa el episodio del rapto de Europa que, en resumidas cuentas, testifica una de las supuestas (y múltiples) infidelidades de Zeus. Demuestra la vigencia e importancia del concepto de los dioses, la creencia firme en su existencia y la devoción que suscitaban. Por suerte o por desgracia (decidan ustedes), pronto el hombre dará un primer paso dentro del proceso de independencia o, dicho de otra manera, iniciará el camino hacia el autogobierno. Este primer paso tiene que ver con la irrupción de los héroes, personajes que continuarán teniendo esa dosis divina pero que, sin embargo, reivindicarán por vez primera la importancia del ser humano. Los héroes son, efectivamente, hijos de hombres o mujeres mortales y de dioses o diosas inmortales, que poseen un rasgo distintivo respecto al resto de la población. En este contexto, nos encontramos con diversas estatuas que representan a Hércules y a Odiseo, la fuerza y la astucia, probablemente dos de los héroes más destacados y que reflejan perfectamente ese primer paso hacia la emancipación del hombre.
De nuevo, la misma máquina del tiempo imaginaria nos permite dar un salto en la historia, y nos permite ser espectadores de lo que ocurriría después. Se trata quizás de uno de los grandes triunfos de la Grecia clásica, un antes y un después en la vida de los hombres. Hablamos, por supuesto, de la aparición de la filosofía y, sobre todo, de la filosofía centrada en el ser humano, de la cual Sócrates es el padre y probablemente máximo estandarte. En esta parte de la exposición destaca, entre esculturas que representan a los célebres filósofos atenienses tales como el propio Sócrates o Platón, un mosaico del tipo Opus vermiculatum, cuyas piedras que lo componen son mucho más reducidas de lo habitual. Su ejecución es impresionante, pero sobre todo sirve como testigo del abandono progresivo de los dioses. El mosaico presenta la imagen de diversos filósofos destacados, entre ellos, evidentemente, Sócrates y Platón. Una muestra, al fin y al cabo, de la importancia adquirida por el ser humano en detrimento de las divinidades antes célebres y respetadas. Esta sensación se acentúa cuando el espectador accede a las cerámicas que se encuentran junto al mosaico y a las esculturas, cerámicas en las cuáles se ven representaciones de episodios míticos en los que incluso se ridiculiza a los dioses. Para colmo, y no contentos con eso, los griegos se atrevieron además con la invención de nuevas divinidades. En este contexto, se exponen algunas estatuas de Serapis, el dios que permitiría que Ptolomeo legitimara su reinado sobre Egipto. Por supuesto, el propio Ptolomeo había inventado esa nueva divinidad, que mezclaba atributos de dioses griegos y de dioses egipcios.
Abandonado el ecuador de la exposición, la máquina del tiempo que hemos estado usando hasta el momento nos transporta ahora a la época de la democracia; en otras palabras, la época del gobierno de los hombres sobre los hombres, de las discusiones y los consensos en el ágora. En efecto, si la filosofía rompía con las respuestas de carácter mítico, la democracia suponía la capacidad del ser humano de tomar sus propias decisiones. Así pues, las esculturas que se visualizan en esta parte tienen que ver con esta nueva realidad, y se suceden diversas personificaciones de los atributos de esta forma de gobierno, entre ellas la libertad, la igualdad o la justicia. Estas esculturas reflejan, además de un nuevo orden político, la irrupción de un arte más conceptual y metafórico, que abandona las representaciones míticas y aboga por una expresión artística más libre y alegórica. El hombre, una vez más, da un paso hacia delante dentro de esa tendencia a la emancipación.
Entonces la máquina del tiempo despega y aterriza por última vez. La culminación de este viaje tiene que ver con la idea de la muerte y del alma, el último nivel en esta cruzada hacia la autoconsciencia. Vemos relieves y esculturas en ataúdes y sarcófagos que representan cada vez con más fidelidad los rasgos del difunto. Vemos como los artistas plasmaron la existencia del alma a través de una paloma, cuyo vuelo representaba el viaje del alma o psique hacia el otro mundo. Igual que antes, esta alegoría nos permite ser testigos de una idea en concreto y, además, refleja de nuevo esa libertad artística fruto de la consciencia del hombre como ser casi divino o, más bien, autosuficiente. En esta parte de la exposición se encuentran también representaciones del mito de Narciso y Eco e inquietantes retratos muy realistas de romanos que murieron en el área de El Fayum, en el actual Egipto. Son la muestra de la victoria de la autoconsciencia, el abandono definitivo de la idea de dios y la celebración de lo meramente humano.
En conclusión, la exposición nos ofrece un itinerario a través del cual es posible comprender cómo la humanidad se desligó de la metafísica entendida desde un punto de vista mítico o divino, y enfiló el camino hacia la filosofía y, más tarde, hacia el conocimiento científico. La historia se repite continuamente, y si la filosofía fue para los griegos el puente hacia la libertad, es posible que para los hombres actuales lo mismo ocurra con la ciencia. Pero, ¿Qué es lo que vendrá después de la ciencia? ¿Hay vida después del conocimiento científico? Quizás, quién sabe, de aquí dos mil años alguien ofrezca una exposición de piezas, documentos o videos de youtube que den con la respuesta.
Pingback: Cómo Zeus se convirtió en mortal:...