Con la democracia no se juega
Por José Luis Muñoz , 8 julio, 2014
Adolf Hitler, sin duda uno de los personajes más nefastos que ha producido la humanidad, llegó al poder, siendo un antidemócrata convencido, por artimañas democráticas y, una vez en él, se cargó la democracia. El FIS, un movimiento islamista radical, ganó las elecciones democráticas en Argelia por mayoría, y en su programa estaba la derogación de la democracia y la instauración de la sharia; un golpe de estado del ejército no reconoció el resultado democrático, que era un cheque en blanco para que los antidemócratas abolieran la democracia, ¡vaya paradoja!, y el país se sumió en una de las guerras civiles más sanguinarias del pasado siglo, laboratorio de pruebas, junto a Afganistán, de todos los grupos radicales y violentos que han salido al socaire de enarbolar el Corán y dar un giro histórico hacia el pasado más oscurantista.
Que no se me malinterprete. Rajoy no es Adolf Hitler, sino un apacible registrador de la propiedad que ahora es presidente del gobierno y lidera el PP, ni tampoco un líder radical musulmán que vaya a implantar la sharia, pero permítaseme un chiste visual malvado: si le ponen un turbante es idéntico al número 1 de Al Qaeda, el egipcio Aymán al Zawahirí. La CIA convirtió a Gaspar Llamazares en el desaparecido Osama Bin Laden, y no sé si bromeaban. Pero, comparaciones odiosas al margen, y chistes aparte, lo que intenta hacer el PP con su cacareada ley de regeneración democrática es un chanchullo profundamente antidemocrático.
Si se cree el partido en el poder que la mayoría absoluta le da licencia para deteriorar, aún más, el sistema democrático español, cuya injusta ley electoral aún sigue vigente con la única razón de primar el decadente bipartidismo, está profundamente equivocado. Bien hará, si se atreve a ello, con terminar con los más de 10.000 aforados, una auténtica vergüenza comparativa con otros países europeos que no los tienen, 10.001 si sumamos uno nuevo, el ciudadano Juan Carlos de Borbón; pero mal si persiste en su idea de que sea alcalde el más votado en las elecciones municipales, una trampa que ya han visto todos los partidos políticos y de la que han tomado nota.
Las últimas elecciones europeas, con un salto cualitativo del voto de la izquierda y un claro toque de atención al sacrosanto bipartidismo, ha puesto al PP, que no parece dispuesto a renovar su anquilosada dirección por una nueva como está haciendo a toda prisa el PSOE, contra las cuerdas. Extrapolando los resultados de las europeas, el PP ve peligrar el 90% de las alcaldías que detenta en la actualidad, Madrid y Valencia incluidas, sus buques insignias de su poder municipal, y de seguir así perder la mayoría absoluta en las generales. Cambiar las leyes del juego para seguir ostentando el poder municipal es un fraude a la democracia. Pretender que el actual sistema prima a los perdedores, a la coalición de perdedores como gráficamente ha dicho, es una sandez. Si en unas elecciones municipales a una ciudad el PP obtiene el 40% de los votos, porque salvo en Navarra con UPN y en Asturias con FAC, no tiene competencia por la derecha, y el resto de partidos de izquierda obtiene el 60% de los votos, llámense PSOE, IU o la emergente Podemos, está meridianamente claro que los ciudadanos de ese municipio no quieren un alcalde del PP aunque haya sido el más votado. Negar las coaliciones para gobernar es negar una de las esencias del sistema, la política de pactos en torno a un programa común, y el partido en el gobierno, que ahora detenta un poder municipal omnímodo, lo sabe bien. Además un alcalde del PP puesto en esas condiciones no resistiría el primer pleno con una oposición que lo tumbaría, a no ser que también se carguen las mociones de censura, que quizá también esté en sus planes. Así es que espero que esa chapuza antidemocrática que pretende imponer, como otras muchas chapuzas que está llevando a cabo este gobierno que intenta por todos los medios perpetuarse en el poder y cambia a su antojo las reglas del juego, no se lleve a cabo.
Si lo ha hecho tan bien en todos los ámbitos políticos no tendría el PP que tener terror ni de las urnas ni de las coaliciones.
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