Con sonido todo mejora
Por Víctor F Correas , 6 octubre, 2015
Hay colas y expectación. También risas, comentarios y gestos de incredulidad que se suceden mientras el gentío avanza, lento, hacia la puerta del Teatro Warner de Nueva York.
Algunos, los más enterados, afirman sin pudor –y con ello se pavonean a ojos de los demás. Se dan importancia. Presumen de ello- que George Jessel exigió tanta pasta que, finalmente, los productores le descartaron y tuvieron que buscar una alternativa a la desesperada.
―¡George Jessel! ―clama una mujer al escuchar el comentario―. ¡Mi cantante favorito! Pensé que también haría el mismo papel que defiende en la obra de Broadway… ―deja caer, a continuación, desilusionada.
―Pues ya ve que no, señora ―replica el autor del comentario inicial―. Le sustituye Al Jolson…
―Una pena… ―apunta una tercera persona, atenta a la conversación.
Las dudas crecen. Muchos han venido al cine atraídos por el gran éxito del musical El cantor de jazz, que ha sido adaptado al cine, y que se disponen a ver por primera vez en la gran pantalla. Desde hace dos años no hace más que cosechar críticas positivas en Broadway. Narra la historia de una familia judía ultraortodoxa que asiste a la tragedia de ver cómo el único vástago, en lugar de seguir la tradición familiar, persigue su sueño de ser cantante de jazz. La Warner Bross no tardó en madurar una idea que dejará boquiabiertos a los espectadores, y desarmados a sus estudios competidores. ¿Por qué no poner sonido a las escenas, que hablen los actores, que suene la música?, dejó caer un directivo al comienzo del proyecto. Las pruebas realizadas con la tecnología Vitaphone habían demostrado ser un éxito. La obra lo tenía todo para triunfar, incluso sin la presencia de Jessel: canciones rítmicas que el espectador puede cantar si lo desea, diálogos divertidos entre los actores, una música con la que los pies se dejan llevar… Había llegado el momento de sorprender de verdad al público. Algunos directivos del estudio, al ver las colas, suspiran; otros, alzan sus miradas al cielo. Para bien o para mal, están a punto de ver y hacer historia.
Las puertas del cine se abren. Los comentarios cesan, las voces se calman y crece la expectación. Cientos de personas están a punto de asistir al estreno de la primera película con sonido de la historia del cine. Tal que hoy hace ochenta y ocho años.
Fotograma de la película ‘El cantor de jazz’.
Es lo más reseñado del día, tiros aparte. Que se oyeron unos pocos tal que hoy hace cuarenta y dos años mismamente, en Oriente Medio. Era el día del Yom Kipur, pero eso a Egipto y Siria se la traía al pairo, así que decidieron avivar un rato el avispero y atacar a Israel. Durante días se zurraron la badana de lo lindo hasta que, semanas después, Israel y Egipto decretaron el alto el fuego. Citius, altius, fortius.
El célebre lema de los Juegos Olímpicos se puede aplicar a lo que viene a continuación, que fue una carnicería de las que marcan época: la batalla de Arausio, en las cercanías de la actual Orange a orillas del Ródano, al sur de Francia. Roma decidió enviar ejércitos para interceptar a las tribus migratorias de cimbrios y teutones. Al frente de dichos ejércitos marchaban Cneo Malio Máximo y Quinto Servilio Cepio el Viejo, que no se podían ver ni en pintura. Rencillas, pasados rencores, odios acumulados. En lugar de colaborar, cada uno hizo la guerra por su cuenta. El resultado, el esperado: más de cien mil muertos entre ambos ejércitos en la batalla ocurrida hoy hace dos mil veinte años, y las tribus indígenas –sorprendentemente- tomando el camino de Hispania en lugar de marchar hacia Roma. Tiempo tendrían de enmendar el error. Exactamente cuatro años. Cuando dieron el asalto definitivo contra Roma.
Y poca chicha más. A Anwar al-Sadar, presidente de Egipto, le pusieron a criar malvas tal que hoy hace treinta y cuatro años. Extremistas musulmanes contrarios al acuerdo de paz con Israel le dieron el pasaporte; y lo mismo pasó con Alfonso VII, el vencedor de la batalla de las Navas de Tolosa, que pasó a mejor vida en Gutierre Muñoz, cerca de Arévalo –cita obligada. No me vaya a pasar como a TVE con la serie Carlos, Rey Emperador, que ha enervado al municipio de Madrigalejo-, tal que hoy hace ochocientos un años.
De todas formas, todo esto es papel mojado. Nada. Una mentira, una inmensa mentira. Recordad que, según el Calendario Gregoriano, este día, como el de ayer, tampoco existió. Ni tampoco el de mañana. Así estaremos hasta el día quince del presente mes. Cosas que pasan en la vida.
Sed buenos y felices si podéis… U os dejan 😉
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