Configurando próximas generaciones, conformando nuevas herencias.
Por Andrés Expósito , 22 febrero, 2014
En el tiempo en que los acontecimientos suceden, a quién alguien definió como presente, en este invierno social que otorga sin benevolencia sus tormentas, atrocidades, desatinos, inundaciones y desequilibrios, y parece no solo, que la irrealidad grotesca sostiene y azota al ciudadano en la hambruna y la marginación social, sino que, el margen de maniobra del ciudadano queda cada vez más coartado, como borregos u ovejas en un corral o establo, digamos que, quienes transitan con las varas del poder en este desierto inmoral e insostenible, han resuelto que la posibilidad solo contendrá coartar los derechos y ampliar los deberes y las obligaciones, para que así ocupados de manera incesante a tiempo completo, jornada de treinta horas, y miedos y temores que supuran y se entremezclan con lo cotidiano, o aún peor, es lo cotidiano, la realidad que circunda y resquebraja y abofetea, no alberguen secuencia o grieta alguna para la reflexión o la protesta.
La obediencia cultural y reflexiva es el camino que sostienen y pretenden con la ciudadanía desde sus pulpitos.
Domesticar la posibilidad, y establecer una herencia que se asimile, y sobre todo, mimetizar y asentar como normalidad en las siguientes generaciones que apenas tienen derechos y sí obligaciones y deberes, es lo que producen en verdad el conglomerado de tantos recortes y limites, leyes y decretos, y la devastadora ausencia de valores por parte del Gobierno, y es que empujados y acotados los ciudadanos en el cerco, la posibilidad queda anulada, porque lo establecido como herencia en el tiempo, queda como verdad y realidad, santo y seña, la único conocido, el verdadero camino, nada más probable, impensado el vuelo de Ícaro, inexistentes y olvidados los sueños de la Lechera, sin conocimiento de otra cosa los ciudadanos del mañana.
La esencia de la idea es establecer la totalidad, la forma y el concepto de la herencia, y con ella componer y conformar el paisaje en el que transiten y transcurran los ciudadanos en próximos amaneceres. Conocedor el Actual Gobierno que, el grito y la protesta sopesa y atiza el inaugural instante como acto reflejo y temporal, intuitivo y primario, establecen empero en su reflexión que, en su mayoría, todo y todos quedan ahí, nada irá a más, pataletas de niños malcriados y caprichosos, sin embargo, poco a poco, las fronteras y las vallas forjados por ellos se alinean, no se aceptaran, pero se alinean y forman parte de lo cotidiano, de manera irreversible quedan inyectadas, circulan y se deslizan por las venas, inconscientes y frecuentes. Sobrevivir se convierte en conducta y actitud, y mientras esta, la supervivencia, entretiene y lo es todo, la reflexión y la queja y el pensamiento quedan anulados, desahuciados, sin uso, arrinconados, como las canicas de la infancia, o los tebeos, o las cometas, o el balón de fútbol, en la medida que crecemos y nos ponemos serios.
La supervivencia, el hambre, el miedo, la pobreza, la necesidad, son propuestas y designios serios que ocupan toda la presencia y la percepción de los ciudadanos, y ellos lo saben.
Se espera que los nuevos ciudadanos de mañana aprendan de la emulación y la imitación. Este es el concepto y la forja principal de su idea de herencia social. Las preguntas se consideran una molestia, la información se imparte como mejor les parece, y la supervivencia es el sol que iluminará cada instante del día.
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