¿Consumir por consumir?¿Votar por votar?
Por Andrés Expósito , 31 mayo, 2014
La utilidad debe ser el precepto, pero la utilidad en función de la necesidad del individuo o de la comunidad. Una necesidad, que por otro lado, proyecte y aporte dispensas y despensas presentes y futuras, no un requilorio y un compendio publicitario de imágenes subliminales o fastuosas composiciones musicales que aleteen y suenen, seduciéndonos, repetidas e incansables en el televisor, o en internet, o en las elevadas pantallas digitales de muchas calles de las ciudades, o en las inmensos rótulos en los laterales de las autopistas, o en la palabra desde los pulpitos de quién las publicita; y así en todos estos lugares y muchos otros, y muchas otras maneras y situaciones, quedamos zarandeados y aturdidos, convencidos, perdidos, derrotados.
¿Consumir por consumir? ¿Votar por votar? No siendo análogo el verbo, ni la inaugural percepción, lo es sin duda alguna, la acción. Al final la acción lo envuelve todo, conversa, dialoga, expresa, y nos confina tras las inquebrantables rejas, bien heredadas desde la costumbre, o procreadas o forjadas por nosotros mismos. En muchos casos, sin conocimiento razonable y reflexivo sobre ello.
Se nos muestran y ofrecen unos productos o posibilidades para que ejerzamos nuestro “derecho o deber”, y elijamos o saciemos nuestra elección. ¿Se nos pregunta lo que necesitamos? ¿Debemos votar por votar, aunque no nos guste lo que nos ofrecen?
Entramos en la tienda, ojeamos y escrutamos las estanterías, una tras otra, preguntamos a uno y otro dependiente, rebuscamos indecisos allá y acá, sopesamos la eventualidad de llevarnos algo parecido, un sucedáneo que indemnice nuestra necesidad, y a veces, ni siquiera eso, ni siquiera un sucedáneo. Trajeron estas elecciones como muchas otras, últimamente, inútiles sucedáneos, proyectos y propagandas y mítines irrespirables e insulsos para el ciudadano que acrecienta y desgarra una actualidad de hambre, desahucio y dolor social, y es que desde ese centro comercial donde nos han ofrecido y publicitado sus posibles futuros, nada asiste y auxilia a la verdad y a la realidad de cientos de miles de millones de personas, de ciudadanos que, solo procuran la posibilidad de residir en unas condiciones de vida, laudables y humanas. Y sin embargo, algo mejor que nada, nos decimos y consolamos al adquirir el sucedáneo, el menos malo. Oteamos varios productos en la elección de ejercer el acto de consumir por consumir, votar por votar, y es en ese instante cuando quedamos derrotados, consumir por consumir, votar por votar, conformarnos, no proseguir en la búsqueda, dejar de sostener la idea y nuestra necesidad, nuestro requerimiento, dejar de agarrar fuerte con la mano, alzarlo y gritar.
¿Consumir por consumir? ¿Votar por votar?
Disculpen, pero como en otras ocasiones, esta vez, también he salido de la tienda sin comprar nada. Nada útil y necesario encontré, y los irrisorios sucedáneos quedaron en la misma estantería donde alguien, seguramente también sucedáneo, los colocó.
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