Cristianofobia europea
Por Jesús Cotta , 11 mayo, 2014
En España la homofobia es justamente condenada mientras que la cristianofobia campa a sus anchas en medios de comunicación y conversaciones, eso sí, disfrazada de laicismo, modernidad o anticlericalismo, pero es sencillamente cristianofobia, porque, si la Iglesia, en vez de predicar a Cristo, predicase a Buda, no recibiría tantas críticas.
El paradigma de lo políticamente incorrecto es la Iglesia Católica. Hay un consenso no pactado contra todo lo que suene a católico. ¿Quiere usted ser la mar de progresista y decir cosas políticamente correctas en asuntos educativos, familiares, históricos, sexuales, políticos, etc.? Pues diga usted exactamente lo contrario de lo que la Iglesia lleva diciendo desde hace dos mil años. Abnegación, compasión, caridad, amor al prójimo, castidad, arrepentimiento y perdón, matrimonio, verdad, amor comprometido, familia, fidelidad, dominio de las pasiones, austeridad, aceptación serena del dolor, tradición … es justo lo contrario del mensaje hoy dominante: ámate a ti mismo, déjate llevar, pruébalo todo, no me arrepiento de nada, todas las opiniones son válidas, el sexo es un juego, el pasado es reaccionario…
Dominados por ese mensaje dominante, muchos hay que creen de veras que el verdadero enemigo del progreso es la Iglesia, y no se dan cuenta de que el auténtico enemigo del progreso es no tolerar la disensión. El problema no es que el cardenal Rouco hable de la unidad de España en el funeral de un católico como Adolfo Suárez, sino que haya políticos que no soporten lo católico en el ámbito público. El problema no es que se dé religión católica en los colegios para los niños cuyos padres lo soliciten, sino que haya quien quiera arrebatar a los padres esa libertad. El problema no es que haya crucifijos en los hospitales, sino que haya gente que vea un crucifijo y eche espumarajos por la boca como un poseído. El problema no es que viniera Benedicto XVI a España, sino que salieran a la calle hordas a protestar por ello. El problema no es que las campanas de las iglesias doblen y salgan procesiones a la calle, sino que, liberticida perdido, haya quien quiera relegar la manifestación de lo religioso a la intimidad del hogar. El problema no es, en fin, el cristianismo, sino la cristianofobia, igual que el problema no es la mujer, sino el machismo.
Teniendo en cuenta los crecientes asaltos a iglesias y a ceremonias religiosas, el odio creciente e indisimulado de los grupos de feministas radicales y anarquistas a lo católico, la reciente bomba en El Pilar, el intento de incendio de la iglesia de Santa Marina en Sevilla, el acoso a la capilla universitaria de la Complutense y los cien mil cristianos muertos en el mundo al año por causas religiosas, ¿no será ya hora de pedir que la cristianofobia sea tan condenada y perseguida como el machismo, la homofobia y la xenofobia?
La razón por la que Europa no lucha contra la cristianofobia cada vez más sangrienta que angustia a medio mundo es porque la cristianofobia misma está muy arraigada en ella.
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