Cristina Cifuentes: la política moderna aprieta por Madrid.
Por Yolanda Larrea Sánchez , 26 abril, 2015
Dicen de ella que representa al ala más progresista del PP. Su imagen personal se complementa con su imagen política, donde su coleta es ya toda una declaración de intenciones hacia aquellos que siguen las directrices marcadas por Pablo Iglesias. Se trata seguramente de la Delegada más mediática que ha tenido la comunidad de Madrid, formando ya parte de ese exclusivo grupo de mujeres que ocupan cargos de poder. Segura de sí misma, hace valer la intención de aplicar una serie de medidas de política pública que no siempre coinciden con lo defendido por la mayoría de integrantes de Génova 13. Su cercanía y sentido del humor la acercan a ese tipo de votante que advierte en ella y en su compañera de equipo, Esperanza Aguirre, las más indicadas para reflotar un barco que se ha ido hundiendo inexorablemente tras los mandos de un inmóvil Mariano Rajoy.
Sin embargo, esto no impide que pesen sobre ella ciertos clichés que, ciertos o no, influyen negativamente en su candidatura para la presidencia de la Comunidad de Madrid. El puesto de Delegada de Gobierno era, en principio, un lujo que la situaba en la primera línea de la política española. Nada más lejos de la realidad. Su entrada en la Delegación, tentáculo claro del Gobierno, la situó en el peor puesto posible en el peor momento posible. Es, ante gran parte de la sociedad, la mano ejecutora tras la cual residía la utilización de la violencia por parte de las Unidades de Intervención Policial. Abusos que no solo se producían en las manifestaciones, sino también en el que ha resultado ser el gran agujero negro de la legislatura del Partido Popular: los desahucios y el drama social y humano que suponen. La expulsión, por la fuerza, del hogar de toda una vida ante la mirada impertérrita del Gobierno, lastra la confianza del ciudadano en cualquier tipo de política social que salga de la boca de un candidato del partido. Las palabras, se las lleva el viento y, sobre todo, la campaña electoral. Lo cierto es que si bien ni ella ni su partido han puesto fin a esta dramática situación ( hace unos días que se ha ejecutado en Estepona el desahucio de una madre y sus dos hijos que no tienen dónde ir), Cifuentes no es la responsable primera de esta situación. Son los jueces quienes ejecutan la sentencia aplicando, eso sí, una ley que el Partido Popular no ha querido modificar aun teniendo constancia de la sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea por la cual dicha ley hipotecaria vulnera los derechos humanos.
De conformidad con lo establecido en el artículo 22, sección 1ª, capítulo 11 de la Ley 6/1997, <<los delegados del Gobierno dependen de la Presidencia del Gobierno, correspondiendo…al Ministro de Interior, en el ámbito de las competencias del Estado, impartir las necesarias (instrucciones) en materia de libertades públicas y seguridad ciudadana>> Sí es cierto que en el capítulo 23 acerca de las Competencias de los Delegados de Gobierno en las Comunidades Autónomas, especifica las funciones asignadas a los mismos, siendo una de ellas <<Proteger el libre ejercicio de los derechos y libertades y garantizar la seguridad ciudadana, a través de los Subdelegados del Gobierno y de las Fuerzas y Cuerpos de seguridad del Estado, cuya jefatura corresponde al Delegado del Gobierno>>. Pero aclara: <<quien ejercerá las competencias del Estado en esta materia bajo la dependencia funcional del Ministerio de Interior>>. Asimismo, <<el ejercicio del mando de las Fuerzas de Seguridad del Estado, la coordinación y la supervisión de los servicios y misiones…corresponden a la Secretaría de Estado de Seguridad (Francisco Martínez Vázquez)…bajo la inmediata autoridad del Ministro de Interior>>. Por tanto, operativamente, la policía depende en última instancia de Jorge Fernández Díaz. Así que, en temas de tanta envergadura como las movilizaciones ciudadanas surgidas a partir del 15-M, no sería del todo cierto creer la tan manida frase de que es Cristina Cifuentes quien manda a sus perros a dar palos.
Continuando en el ámbito legislativo, Cifuentes ha opinado sobre una Ley Mordaza con la que muchos ciudadanos la vinculan. La candidata a la Comunidad de Madrid no considera que esta Ley restrinja libertades en comparación con la Ley Orgánica 1/1992 sobre Protección de la Seguridad Ciudadana. Es verdad que muchas conductas tipificadas con el Código Penal como faltas, pasan a ser simples sanciones administrativas, pero lo que no se dice es que en la nueva Ley hay hasta 28 infracciones nuevas, cuyas sanciones tienen unas cuantías mayores. Además, las manifestaciones ya no van a ser resueltas, como ocurría en la anterior ley, <<en la forma en que menos perjudique al derecho de manifestación>>, y los agentes policiales gozarán de presunción de veracidad. Y, si por ejemplo, un periodista resulta agredido a pesar de ir acreditado como tal (como ya ha ocurrido), ¿qué hacemos? ¿podemos seguir llamándolo democracia? Por otra parte, los ciudadanos ya no creen al PP y esa desconfianza parece difícil de recuperar, y mucho más que eso se vea reflejado en las urnas. El 75% del equipo de Gobierno de Aznar está imputado y los medios de comunicación son un continuo goteo de militantes implicados en causas de este tipo. El último ha sido el que se suponía el impulsor del gran milagro económico: Rodrigo Rato. Bárcenas destapó la caja de Génova, y el juez Ruz ha confirmado la existencia de contabilidad B . Otra cosa es que hasta ahora los partidos no tuvieran responsabilidad penal, pero eso no les exonera de la responsabilidad social y, mucho menos, moral. Por tanto, que Cifuentes diga que la mayoría del partido son personas honradas, ni es creíble para la ciudadanía, ni la ayuda en su carrera por la presidencia de la Comunidad. Siendo justos, no se puede estar en cada entrevista o acto público, tirando abajo su candidatura por unos hechos de los que ella no tiene responsabilidad alguna. Es militante del Partido Popular, pero sus medidas responden más a sus ideas personales que a las del conjunto político que representa. Un ejemplo es su intención de eliminar el aforamiento, cuando su partido votó en contra de su supresión, o el hecho de haberse declarado defensora de las Primarias para la elección de candidatos.
Cifuentes se muestra clara y decidida, exponiendo su programa por distintos medios de comunicación. Al revés que Pablo Iglesias, quien pretende a última hora salvaguardar su maltrecha imagen. Cristina aprieta por Madrid, pero lo hace por un camino poco transitado por sus compañeros de partido: más hacia el centro y acercándose a escuchar a los ciudadanos madrileños. El tiempo dirá si lo consigue, aunque ya las últimas encuestas le dan la victoria en la capital, tanto a ella como a Esperanza Aguirre. Parece que el efecto Rato se diluye en la velocidad de unos acontecimientos que ya no sorprenden. Se echa en falta que la candidata a la Comunidad intente transmitir ideas nuevas en sus apariciones. En las entrevistas realizadas, habla de bajada de impuestos, más empleo, y Educación y Sanidad públicas y de calidad. Al escuchar esto, queda claro que, actualmente, las polaridades políticas son cada vez más difusas. Estas propuestas están bien si, como dice, se compromete a cumplirlas, pero da la sensación de faltar profundidad y concreción, de no saber cómo eso puede ayudar a una ciudadanía que,en muchos casos, vive una situación precaria. ¿Cómo va a acabar con el paro y la precariedad laboral de los jóvenes cuyos sueldos no les da ni para pagar el abono transporte de la capital? El sueño madrileño se desvanece en los contratos basura y la imposibilidad real de encontrar un empleo entre los mayores de 45 años. Asimismo, puede ser un acierto facilitar los trámites burocráticos y la mejora de la situación de las Pymes, pero lo que más les puede hacer falta es que bajen, de verdad, las cotizaciones sociales. En cuanto al ámbito educativo (del que ella es conocedora), ha afirmado que el modelo de universidad pública madrileña no es sostenible, no que lo vaya a privatizar. Asimismo, reconoce que el sistema 3+2 encarece la formación universitaria. Este sería uno de los aspectos donde se hace necesario explicar el modelo universitario madrileño por el que va a apostar y cómo eso va a influir en los bolsillos y empleabilidad de los estudiantes. Continuando con su proyecto electoral, ayer Cifuentes volvió a dejar claro que quiere una Sanidad pública y de calidad. Ella ha sido muy criticada por este asunto, pero, actualmente, no se debería dudar de la palabra una persona a la que un hospital público le salvó la vida. A partir de ese momento, verbalizó la realidad que le había tocado vivir, reflexionando sobre el valor de la vida y agradeciendo a aquellos sanitarios que la habían hecho posible. En un país donde generalmente se votan más caras que programas, el accidente sufrido por la candidata del PP ha favorecido su figura de política moderna con voluntad de servicio público. A los ojos del ciudadano, este suceso la ha humanizado y seguramente ha aprendido cosas que todos sus años en política nunca le hubieran enseñado. Con todo, quedan muchas preguntas en el aire. Queda explicar si fue asambleísta o no de Caja Madrid junto a Rato y Blesa. Y sobre todo, queda saber si va a cumplir sus propuestas y si éstas son viables. Le favorece, eso sí, su compromiso de hacer que cada medida sea cuantificada económicamente.
Fuerte disyuntiva se presenta para el 24 de mayo. Ciudadanos recoge los votos residuales de quienes no confían en el populismo revolucionario de los colegas de Podemos, así como de los que se sienten defraudados por un PP que ha incumplido todos y cada uno de los puntos del programa electoral. El votante de centro-derecha cree en Cristina Cifuentes, pero no en el Partido Popular. A estos últimos les ha faltado la baza que la puede alzar a ella como presidenta de la Comunidad de Madrid: Ser, simplemente, más humanos.
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