Cuando cambié mi primer pañal (y me sentí totalmente inútil)
Por Sandra Ferrer , 22 enero, 2014
El fantástico y maravilloso mundo de los pañales ha pasado a la historia en mi pequeño y humilde hogar. El contenedor, los paquetes y más paquetes de pañales ocupando egoistamente el carro de la compra, el maletero del coche y los escuálidos armarios como si de una masa expansiva se tratasen, aderezados, por supuesto, por las mágicas toallitas-limpia-culetes, ya no están.
Decenas, cientos (¿miles?) de pañales cambié con mis dos churumbeles. Unos más limpios, otros más pestosos, la mayoría con regalo. Pero el mejor, el primer pañal que cambié en mi vida.
Yo que era una madre-primeriza-sobradamente-preparada, con mi libretita amarilla acolchada de lo más remona, con todos mis apuntes de los cursos de pre-parto aprendidos cual alumna aplicada (que antaño fui); con mis listas de canastillas, tareas, documentación, horarios médicos y demás, yo que iba con mi gran barriga preparada a ser la madre-modelo, me tuve que tragar la sonrisilla que, por lo bajines, me regaló una enfermera, horas después del día D.
Ahí estaba yo enseñando a aquel bulto precioso lleno de pelo, pestañones imposibles (¿¡De quién los habrá sacado!?) y morritos entrañables, cuando entró una simpática enfermera haciendo la pregunta del millón: ¿nadie le ha cambiado el pañal a este niño? ¿Ein? Ah, claro, el pañal. No me dio tiempo de revisar mis apuntes. Primer cateo. Al marchar la moza con su gesto gracioso intentando disimularlo, nos pusimos a la faena. Unos cuantos adultos, universitarios, para más señas, nos dispusimos a despegar los celos de aquel trozo de celulosa repleto de gomas y ositos mirando con cara de pitorreo. Levantamos el culillo, lo pasamos por esta piernecilla, ahora por la otra y ¡voilà! Cateo recuperado. O no. Volvió a entrar la enfermera y esta vez yo creo que estuvo a punto de carcajearse. Lo habéis puesto al revés. No se me olvidará nunca la cara de ella, y la nuestra.
Desde entonces los he puesto de nota. De nota alta.
Y desde entonces las sufridas madres y los sufridos padres, pueden disfrutar de una amplia gama de pañales de mil marcas, modelos y formatos diferentes, y pueden escoger entre pañales de usar y tirar y pañales de tela. Estos últimos yo nos los llegué a utilizar, me llegó tarde la moda. Pero ha provocado un amplio debate en las redes sobre los beneficios y perjuicios de unos y otros. Está claro que los pañales de tela, a pesar de ser más caros, terminan siendo más económicos y contribuyen a no dañar el medioambiente, mientras que los de usar y tirar, pueden ser más cómodos pero más contaminantes.
Escojáis el que escojáis, aseguraros de cuál es el lado de delante y cual el de detrás. Ingeniería pañeril.
Pingback: Cuando cambié mi primer pañal (y me sentí totalmente inútil) | Sandra Ferrer Valero