Damnatio memoriae
Por José Antonio Olmedo López-Amor , 31 julio, 2017
Es frecuente decir en el mundo del deporte que nadie recuerda a los subcampeones, a los que pierden la final de un torneo, quedando a las puertas de la gloria. Y esta afirmación, además de cierta, es extrapolable a cualquier ámbito, por ejemplo, al de la Historia. Nadie recuerda ni habla de los perdedores de una guerra, de las personas aplastadas, eliminadas o silenciadas por una facción vencedora. Ese destierro forzoso lleva consigo, sino todas, la mayoría de las veces, un buen número de personas valerosas y eminentes que de no haberse pronunciado —o haber sido tildados— políticamente, hoy tanto su obra, como su figura, gozarían del respeto y reconocimiento que merecen.
Tal es el caso de Pilar Millán Astray (La Coruña, 1879, Madrid 1949), narradora y dramaturga española que sufrió dicho destierro, no solo después de fallecer, sino también en vida. El Gobierno de la República convirtió en un reclusorio de presas políticas de la alta sociedad el Convento La Purísima (Alacuás, Valencia), y allí estuvo recluida Millán Astray durante más de dos años, donde coincidió con otras damas como Rosario Queipo de Llano, Carmen Primo de Rivera o Pilar Jaraiz Franco, algo de lo que ella misma dio buena cuenta en una de sus publicaciones, Cautivos 32 meses en las prisiones rojas (1940).
Millán Astray, hermana de José Millán Astray, quien entre otras cosas, fue fundador de La Legión y de Radio Nacional de España, fue una mujer adelantada a su tiempo. Gozó de una educación exquisita y de una vocación desde la infancia por el arte de escribir; ambas cosas puso sin dudarlo al servicio de la defensa de la mujer en una sociedad machista y beligerante.
Su militancia en la insurrección derechista del 36 le costó la cárcel. Pero mucho antes de eso, Millán Astray se labró una carrera como escritora que muchos envidiaron.
Desde muy joven se dedicó al cultivo de las letras, faceta en la que tocó casi todos los géneros que estuvieron en boga en su época. Comenzó enviando numerosas colaboraciones a los diarios y revistas de su región -sobre todo a los especializados en asuntos teatrales, como el llamado El Espectador-, para ir extendiendo poco a poco el alcance de sus escritos hasta los principales medios de comunicación de difusión nacional. Al mismo tiempo, se entregó con ahínco a la redacción de narraciones cortas (relatos y novelas breves), muchas de las cuales fueron galardonadas en diferentes certámenes literarios (así ocurrió, verbigracia, con La Hermana Teresa, que se alzó con el “Premio Blanco y Negro” de 1919). Este cultivo de la narrativa hizo que la presencia de Pilar Millán Astray fuera constante en algunas de las principales colecciones de novela que tanto éxito alcanzaron durante el primer tercio del siglo XX: así, en “Los Novelistas” publicó, además de la ya mencionada La Hermana Teresa, La Llave de oro (1921), El ogro (1921) y Las dos estrellas (1928); y en la célebre colección “La Novela de Hoy” colocó no sólo algunas de sus mejores obras narrativas, sino también varios sainetes, como ¡Un caballero español! (1929), La velada de la señá Isidra (1929), La ramita de olivo (1930), Una chula de corazón (1930) y, entre otras muchas piezas, La miniatura de Mª Antonieta (1931).
( www.mcnbiografias.com )
Tras finalizar la Primera Guerra Mundial el panorama económico-político-social en todo el mundo era duro y desconcertante, la necesidad de reconstruir lo destruido y recuperar cuanto antes unas condiciones de vida dignas era una prioridad para cualquiera.
¿Cómo superó Pilar Millán Astray los duros años de la Gran Guerra? Trabajando como espía para el gobierno. Lo cierto es que tuvo una vida de película. Sus proezas como espía de militares alemanes en Barcelona fueron relatadas en el libro España en la Gran Guerra, del historiador Fernando García Sanz.
No resultaba nada fácil para una mujer en aquellos tiempos sacar adelante a sus tres hijos, menos todavía siendo viuda. Todas las dificultades que atravesó a lo largo de su vida la concienciaron acerca del lapidario machismo que atormentaba a las mujeres. Ello sirvió para no dudar en apoyar el feminismo en cada ocasión que se le presentaba.
Autora de más de cincuenta libros, entre novelas, sainetes y comedias. Durante el primer tercio del siglo XX (dictadura de Primo de Rivera) fue considerada una de las comediógrafas más populares del país. Uno de sus mayores éxitos fue La tonta del bote (estrenada en teatro en 1925 y en cine en 1970). Su fama fue tal, que llegó a dirigir el Teatro Muñoz Seca de Madrid durante los años de la Segunda República.
Fue terminar la Primera Guerra Mundial y encontrar el éxito como escritora. Sus historias, llenas de personajes y costumbres populares, fueron cada vez más acogidas por el gran público. El propio Jacinto Benavente animó a la escritora a convertirse en una gran dramaturga, su estreno como tal fue El rugir del león (1923), supuso el principio de una ingente producción teatral.
Y fue en ese ámbito, el teatral, en el que alcanzó fama a nivel nacional y respeto. Ideologías a parte, la labor como creadora de Millán Astray unido a su apoyo a la mujer, claro sector desfavorecido en la sociedad del momento, hicieron que algunos la considerasen un referente y una heroína. Sin embargo, si en el presente rastreamos los reductos dedicados a su obra y biografía comprobamos que toda la brillantez de su carrera y los avatares de una vida intensa han sido silenciados, o debería decir, olvidados.
Según Claudia Echazarreta, profesora de la Universidad Autónoma de Baja California Ensenada en México, y una de las pocas personas que ha estudiado a la escritora:
Sus obras se encontraban en un momento de transición entre lo tradicional y lo moderno en la mujer y responden a esas características: inculcan los valores morales sobre la sociedad y la familia al tiempo que muestran la importancia del papel de la mujer tanto en la economía como en la política.
(El País, “Una de espías y mucha risa” 2014).
Todo este trabajo educacional llevado a cabo por la escritora fue paulatinamente destruido por organismos como La Sección Femenina, utilizado como rodillo franquista con el que monopolizar la conducta y hábitos de la mujer, cuyos resultados todavía persisten de forma endogámica en nuestra sociedad actual.
Resulta paradójico que tres personalidades como las de Carmen Polo, Pilar Primo de Rivera y Mercedes Sanz, sí hayan sido del todo consideradas por la historia y se haya hablado y escrito largo y tendido sobre ellas. Es por todos conocido que este triunvirato fue el motor de una de las herramientas represoras del régimen franquista.
En el histórico Manual de la buena esposa podía leerse cosas como: la mujer debe cuidar y servir al hombre y parir buenos soldados.
I Guerra Mundial, Guerra Civil, II Guerra Mundial, Dictadura; nunca fue el momento propicio para defender los derechos de los más desfavorecidos, pero en todo momento tuvo lugar esa defensa.
El caso de Pilar Millán Astray es singular en cuanto a la talla intelectual y moral de la escritora, pero lamentablemente no fue el único. Muchas mujeres hicieron de su vida un ejemplo de lucha pacífica y abnegada durante los peores años de nuestra historia.
Construyeron la vanguardia de este país. Fueron políticas, maestras, escritoras, actrices, pensadoras, milicianas y fueron perseguidas por ello. Con la llegada de la Guerra Civil muchas de ellas tuvieron que exiliarse y, después, en una especie de segundo exilio, su voz fue silenciada o discriminada de las grandes líneas de la historia. Son mujeres que han construido país, que han luchado por la emancipación, por la democracia y que, a cambio, han recibido represión y silencio.
Su legado fue eliminado de un plumazo de la historia de España con la llegada de la dictadura. Después, se fue recuperando la vida y obra de sus compañeros, de nombres como Federico García Lorca o Rafael Alberti, pero ellas quedaron atrás. Dice el historiador Julián Casanova que un hombre de sexta o séptima fila consigue entrar en las páginas de historia, pero que una mujer, salvo que sea de excepcional primera fila, no lo consigue.
Alejandro Torrús (Público, 2016).
Algunas de esas mujeres fueron Margarita Nelken, elegida diputada en 1931 y la única que consiguió seguir siéndolo durante las tres legislaturas de la República. Clara Campoamor, principal artífice de que las mujeres pudiesen votar en las primeras elecciones democráticas de noviembre de 1933. Federica Montseny, primera Ministra de la historia de España. Maruja Mallo, considerada la diosa española del surrealismo pictórico. María Teresa León Goyri, fundadora del grupo “Las guerrillas del teatro” y de la revista Octubre.
Todas, fervientes luchadoras de la causa femenina y un ejemplo de compromiso social. Creo que la memoria histórica tiene mucho que resarcir en un país que todavía está estructurado y controlado con esquemas y defensores del franquismo.
Como individuos, tenemos la obligación de conocer la historia, como sociedad, tenemos la obligación moral de cambiarla.
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