De caballos y hombres, de Benedikt Erlingsson
Por José Luis Muñoz , 30 junio, 2014
Animales y niños, perdón por la incorrección por meterlos en el mismo saco, no suelen funcionar en la ficción cinematográfica. De Alfred Hitchcock es esta cáustica frase: Nunca se te ocurra hacer una película con animales, ni con niños, ni con Charles Laughton. Los perros quedaban muy bien en las novelas de Jack London que, sin embargo, nunca tuvieron su adecuada traslación al cine. Pero un impresionante rotweiller se comía literalmente la pantalla en Amores perros de Alejandro González Iñárritu. De caballos uno recuerda, y bien porque era una película muy bella, El hombre que susurraba los caballos de Robert Redford, y War Horse, la plomiza película de Steven Spielberg. Y el caballo es el imprescindible comparsa en todo western que se precie. Así es que, en principio, De caballos y hombres, del islandés Benedikt Erlingsson, no concitaba excesivo entusiasmo.
Sorpresa muy agradable e inesperada. De caballos y hombres, premio a la mejor ópera prima del pasado Festival de San Sebastián, es una originalísima propuesta de vidas cruzadas, como la película de Robert Altman sobre los relatos de Raymond Carver, entre caballos y hombres, como bien dice el título, en un microcosmos rural de Islandia en donde sus vecinos viven separados unos de otros pero se espían constantemente con prismáticos (esos destellos que brotan de las desperdigadas granjas). La película de Benedikt Erlingsson, un hombre que ama a los caballos que debuta en la dirección con este film, es una comedia coral suave con algún que otro pespunte dramático. Historias de caballos que se aman, como el impetuoso cimarrón tinto del cartel de la película que no duda en montar a la delicada yegua blanca con jinete incluido, acto sexual que precede a la relación que los respectivos dueños de los animales establecen, y de forma muy parecida, después; o el caballo que salva la vida al personaje del ciclista latinoamericano perdido en las planicies desoladas de Islandia durante una ventisca; o el caballo del que se sirve un borrachín para abordar en plena mar—uno de los tramos más fascinantes del film—a un carguero ruso que cruza el fiordo para hacerse con dos bidones de alcohol puro que el alcoholizado caballista ingiere como si fuera vodka de alta gradación; o las disputas por las alambradas entre dos vecinos enfrentados de ese microcosmos rural de Islandia en donde se ha rodado al película que acaba con uno de ellos despeñado y el otro tuerto pero conducido por su fiel caballo a un lugar seguro desde el que ser rescatado; o la caballista que, ella sola, con la ayuda de una cuerda, reúne la manada huida…Historias que se inician con los humanos reflejados en las retinas de los equinos.
A ratos cómica, subrayada con la música zíngara de David Pór Jónsson que acompaña el trote nervioso de la yegua blanca, con el tamiz de un muy especial humor nórdico, a ratos dramática y casi siempre lírica—su director Benedikt Erlingsson obtiene planos sencillamente majestuosos de las galopadas de los equinos—, con el marco de fondo de un paisaje de una hermosa desolación que capta la fotografía de Bergesteinn Björgúlfsson, esta pequeña coproducción entre Islandia y Noruega cuenta con unas interpretaciones muy divertidas de Ingvar E. Sigurdsson y Charlotte Boving entre otros, además de la de un grupo de caballos espléndidos y bien fotogénicos, que cruzan escasos diálogos, y mantiene toda ella un tono documental.
De caballos y hombres es un film bello y divertido sobre esa relación de amistad entre humanos y equinos, tan antigua como la historia de la humanidad, que el espectador disfruta con una permanente sonrisa en la boca.
Título original: Hross i oss
País: Islandia
Año de producción: 2013
Género: comedia animal
Duración: 85 minutos
Director: Benedikt Erlingsson
Estreno en España: 26/06/2014
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