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DE GAFAS Y CULTURA

Por José María García Linares , 11 febrero, 2014

Sí, lector melindre, lo sé. Tú tampoco te has recuperado aún de esas imágenes aterradoras en las que Esperanza Aguirre se coloca unas Google glass e inmediatamente se pone a hablar en inglés. Miraba a los periodistas, se retorcía de risa y hablaba y hablaba en inglés dándole órdenes a las gafas para ir activando servicios. No sabemos si se le cayó el velo, si vio realmente la luz al final del túnel o si, por caprichos del destino, accedió por error (por una cuestión de pronunciación, seguramente) a alguna página erótico-festiva. Fue una iluminación, qué duda cabe, al estilo de san Pablo en el camino de Damasco, aunque salvando las distancias. Esperanza no quiere convertirse ni dejar de perseguir a nadie. Básicamente quiere unas gafas para ella sola y las quiere ya. Habrá que ver qué piensa el obispo de Alcalá sobre este nuevo chisme, si fomenta el feminismo radical o si es una herramienta diabólica más en el proceso de deconstrucción de las mujeres. Una cosa es poder votar y otra ya pasarse.

Estas cosas no le pasan a Ana Botella, ¿tú ves, lector feminista? Ella no usará unas gafas de esas luciferinas porque no podría activarlas en inglés. Las gafas, si hay que comprárselas, de pasta de la basta y de colores discretos. El otro día pensaba yo en cómo aplicarle a esta señora el conocido dicho de la botella medio llena o medio vacía. Lo pongas como lo pongas, lo escribas como lo escribas, sale lo mismo. Una idea de ausencia, de falta de algo. “Señores jueces, no oigan a la gente de la calle, que eso son cosas de la revolución francesa, no de ahora”. Este es el horizonte ideológico de la alcaldesa de Madrid. Dicen que el inconsciente ideológico de clase es algo escurridizo, sibilino, oculto… Esta pobre es que es torpe hasta para adornar su propia ideología fascistoide. Lo dicho, ni llena ni vacía. Es algo digno de estudio. ¿Te acuerdas, sana lectora, de lo de las manzanas y las peras? Sí, mujer. Doña Ana es de las que toma los yogures de un sólo sabor. Pues ahora resulta, según las encuestas, que en España el 64% de los ciudadanos prefiere la macedonia, es decir, están a favor de las bodas entre homosexuales. Ni llena ni vacía.

Hace unos días me tronché de risa a propósito de una noticia que afecta a uno de los amigos del esposo de doña Ana Botella, el señor Blesa. Venía yo agotado de discutir sobre cuestiones baladíes a propósito de los procesos de enseñanza- aprendizaje de los que tanto gustan hablar los pedagogos y pedagogas (cosas del colegio, que diría mi sabia madre), cuando me encuentro en la prensa que Blesa gastó 9’1 millones de euros en un centro educativo de Madrid que nunca llegó a funcionar. ¿Hace falta especificar que en España un centro educativo no llega a funcionar? La noticia, lector hiriente-irónico-sarcástico, no tiene desperdicio. Por lo menos era un centro privado, ¿verdad? Qué interesante es el tema de la educación. Nos tiene a todos preocupadísimos. Hay que ver este Wert y su reforma, como si la culpa de lo que hasta ahora ha habido y hay actualmente fuera suya. Me dejo este tema para otro día, aunque el perdigonazo lo suelto ya. La ley Wert es una basura, pero la LOE huele también muy mal y nadie ha hecho nada para tirarla por tierra (el mismo tufo que la LOGSE. Ay, Rubalcaba). Enfrentémonos a la LOMCE, sí, pero también a la LOE, que es la responsable de los desastres en PISA y la que ha estado formando analfabetos funcionales desde hace mucho años. Jóvenes y ya no tan jóvenes que ni saben las operaciones matemáticas básicas, que escriben con tropecientas faltas de ortografía y que no entienden lo que leen.

También son cada vez más los que tampoco entienden lo que ven y que, en caso de gastarse las perrillas, prefieren Transformers IV a la última película de Trueba. El cine es, al fin y al cabo, un tipo de lenguaje. Hay que saber ver cine, como me dijo una vez un buen amigo. Hay que enseñarlo. La cultura lleva muchos, muchísimos años, recortada en España. No ha hecho falta que llegara el PP con Mariano Manostijeras. Lo que Rajoy y sus malandrines han hecho es podar la industria cultural, que es otra cosa. Cuando se acusa a Wert de ministro anticultura se le está atacando por una cuestión absolutamente económica (y no es ilegítimo, por supuesto). ¿Se es anticultura cuando se recorta una industria? ¿La cultura se vende? ¿Es lo mismo la cultura que los llamados “productos culturales” (véase un disco de un triunfito o el último premio literario amañado)?

Digo que es una cuestión económica porque la cultura no ha estado ni está entre las preocupaciones más importantes de nuestros dirigentes. Primero porque, es evidente, ni la conocen ni les interesa (la foto de Rajoy con el Marca no tiene precio), y, en segundo lugar, porque la clase dirigente siempre ha necesitado a una masa lo más iletrada y manipulable posible. Para vivir una cultura hay que garantizar su enseñanza. Un sistema que apueste por el conocimiento, por el esfuerzo, por el diálogo, por aquellas disciplinas que fomentan el pensamiento crítico… todo eso que o va desapareciendo de las aulas o se convierte en optativo… Sobra decirlo, pero para mentir y no pagar ningún precio por ello se necesita gente alienada, pasiva, conformista y comodona, sin criterio suficiente y sin autonomía.

Y digo todo esto, lectores cinéfilos, confesándome seguidor del buen cine, tanto español, como americano, como francés o como polaco. No voy a ver una película porque sea española, sino porque sea buena. Es cierto que cada vez voy menos porque considero los precios abusivos. Y ya ni te cuento cuando hay que verla en 3D con las gafas, un auténtico robo a mano armada. ¿Se reiría por eso Aguirre con sus Google glass? Quién sabe.

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