Destino: Buenos Aires… Y la gloria hecha eternidad
Por Víctor F Correas , 22 enero, 2015
―¿No te sientes como Colón?
―Pse…
―¡Coño, no me digas que no!
―Si tú lo dices…
Hace frío. No se puede esperar otra cosa un 22 de enero.
Ante sus ojos, el mar; el inmenso océano que lame el Puerto de Palos de la Frontera. «Como Colón», repite Ramón Franco, que acaricia los mandos del avión que se dispone a subir a los cielos. Posiblemente el capitán Julio Ruiz de Alda, que es quien le recordó la comparación, tenga razón. Quién sabe; el lugar, el hito, el mar y el viaje desconocido al que se enfrentan… Él sólo quiere concluir con éxito la misión en la que se ha embarcado junto al mencionado capitán en una expedición que completan el teniente de navío Durán ―que viene en calidad de observador―, el cabo mecánico Pablo Rada y el fotógrafo Leopoldo Alonso. «Si el avión se porta bien», cavila Franco. Debería hacerlo. Uno de los hidroaviones más avanzados de su época: un Dornier Do J Wal de 300.000 pesetas destinado a entrar en la historia. Para bien, o para mal. Siempre más allá, buscando nuevos límites. Eso es lo que más le atrae de todo este asunto: ir más allá. Hasta el avión se ha bautizado así: Plus Ultra. Y ese ultra es Buenos Aires. O, al menos, es el objetivo. Cruzar el Atlántico, llegar donde nadie más lo ha hecho antes. Europa y Latinoamérica unidas por el aire.
Ramón Franco revisa el instrumental del avión. Le sobra experiencia. Arrastra muchas horas de vuelo a su espalda. Entre ellas, más de 150 a los mandos de un hidroavión en Marruecos, cuando la guerra. Allí incluso tuvo contacto con su hermano Francisco, teniente coronel del ejército español, con el que la relación no es muy allá. Horas de vuelo más que suficientes, cree Ramón, para abordar el reto de recorrer los 10.270 kilómetros que le separan de Buenos Aires. Experiencia, el avión ―se le han instalado motores más potentes de los que equipa habitualmente y lleva una mayor cantidad de combustible de lo normal―, la tripulación, las ganas. Hasta cuenta con el apoyo del rey Alfonso XIII, al que le pone eso de ser los primeros en abrir una ruta aérea entre España ―y por ende, Europa―y América. «¡Tiene que salir bien por cojones!», se convence Ramón Franco.
Mira su reloj, que marca las 7 horas y 47 minutos. Respira hondo. El viento es normal y el estado del cielo, también. «Va a salir bien. Va a salir bien», repite para sí. Centenares de personas se han concentrado en el mismo lugar desde el que Colón partió siglos atrás para hacer lo mismo que se disponen a hacer ellos: reservar su hueco en la historia.
―Es la hora.
La voz de Ramón Franco suena serena, convencida. Enciende los motores del Plus Ultra y el hidroavión comienza a tomar altura. Destino, Buenos Aires. Al menos, el del avión. Él, por su parte, ya se ha citado con la eternidad.
Hoy hace 89 años despegaba de La Rábida el Plus Ultra, un hidroavión que recorrió los 10.270 kilómetros que separan España de Buenos Aires en algo más de 59 horas y 39 minutos de vuelo y en un total de siete etapas: Palos-Las Palmas (8 horas), Las Palmas-Porto Praia (9 horas y 50 minutos), Porto Praia-Isla de Noronha (6 horas y 50 minutos), Isla de Norohna-Pernambuco (en la que se rompió la hélice principal y tuvo que ser reparada), Pernambuco-Río de Janeiro (12 horas y 5 minutos) y Río de Janeiro-Buenos Aires. El viaje estableció dos marcas mundiales: el de distancia con escalas, y el de mayor velocidad de un hidroavión en vuelo.
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