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Día negro para la democracia española

Por José Luis Muñoz , 1 noviembre, 2016

pedro-sanchez3El pasado 29 de octubre pasará a los anales de la reciente historia de España como un día negro para la democracia española. ¿Democracia? El defenestrado Pedro Sánchez, en una entrevista con Jordi Évole, uno de nuestros mejores periodistas televisivos, desveló lo que ya suponíamos. Los poderes fácticos, sobre todo económicos, le habían estado sometiendo a una presión insoportable para que facilitara el gobierno a Mariano Rajoy, y últimamente los mediáticos encabezados por el diario El País con el tándem Juan Luis Cebrián, Felipe González y Alfredo Pérez Rubalcaba. Como, fiel a la palabra dada y al compromiso electoral, el secretario general del PSOE, elegido por los militantes, no daba su brazo a torcer, sus propios compañeros de filas, los barones, lo defenestraron.

El PSOE, que tiene el triste honor de haber favorecido que el partido más corrupto de la Europa democrática siga gobernando, y acometiendo los recortes sociales y económicos contra las ciudadanos, se enfrenta a una sublevación en toda regla que encabezan esos quince diputados que, fieles a sus electores, perseveraron en el “No es No” a Mariano Rajoy, a una futura escisión por la izquierda (se habla de veinte mil bajas en el partido desde que Pedro Sánchez fue descabalgado de la secretaria general) o una refundación capitaneada por un Pedro Sánchez dispuesto a dar la batalla y que arremeta contra esa derecha del PSOE tan próxima al PP y a los consejos de administración de las grandes empresas.  Si le dejan a Pedro Sánchez hacerse de nuevo con el control del PSOE, aunque me temo que se lo van a poner muy difícil, bien haría en depurar la cúpula del partido y expulsar a algunos dinosaurios que no han hecho otra cosa que hacer imposible un gobierno de progreso.

La emoción de Pedro Sánchez, al renunciar a su acta de diputado (yo le habría pedido más coraje y que se hubiera alzado con el No en la boca en el Congreso de Diputados para echar un pulso a la gestora), es humana y comprensible. Ahora el exlíder socialista se arrepiente, un poco tarde, de no haber llegado a un acuerdo con Podemos, su gran error en las primeras elecciones del 2016, cuando la suma de ambas formaciones y la abstención de otras fuerzas políticas habría posibilitado un gobierno de izquierdas que regenerase el país. Optó entonces un Sánchez prisionero por la marca blanca del PP, Ciudadanos, y así le fue. Le faltó en su liderazgo coraje político y más sinceridad. Empieza uno a estar harto de esa clase de políticos que dicen que todos se llevan muy bien en el partido cuando es evidente (Susana Díaz; la vieja guardia carca y reaccionaria del PSOE) que se llevaban a matar. Los políticos españoles, salvo los de Podemos, que alardean de su insolente sinceridad, son pacatos, diplomáticos y, en consecuencia, falsos.

El PSOE desnortado tiene un cúmulo de problemas delante con ese error histórico de facilitar la investidura de Mariano Rajoy. No puede liderar la oposición, que se la deja a Podemos; Pablo Iglesias los va a machacar un día sí y otro también desde la tribuna del Congreso; y Pedro Sánchez, como bien dice, no está muerto. La esperanza del PSOE es otro PSOE que articule ese gobierno de progreso que con urgencia necesita la nación y aún es posible a corto plazo cuando un Mariano Rajoy bloqueado tire la toalla. Se posponen esas nuevas elecciones para el 2017.

 

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